Islamismo político

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El islamismo político empezó a crecer a medida que el nacionalismo laico fracasaba en su intento de satisfacer las necesidades de los pobres y de las devotas clases medias con posterioridad a los procesos de descolonización de los años 50 y 60.

Los fundamentos intelectuales de los movimientos islamistas permanecen en las ideas de Sayyud Qutb en Egipto, Mawlana Maududi en Pakistán, y Khomeini en Irán.


Según Gilles Kepel, el Islamismo político se divide en tres ramas:


a) Tradicionalista: Los grupos tradicionalistas tienden a asociar Islam con las prácticas culturales locales, y a aceptar la autoridad política de personas locales importantes, santos, y familias sagradas. (El culto a la Monarquía marroquí sería un ejemplo). Mientras que la mayoría de versiones del islamismo político se dan en las ciudades, los grupos tradicionalistas se concentran en las zonas rurales.


b) Fundamentalista: Se comparte una misión revolucionaria y reaccionaria al mismo tiempo: se persigue purgar el Islam de las prácticas locales o no musulmanas que han podido implantarse con los siglos, y al mismo tiempo, volver a la práctica de la fe que existía en la vida del Profeta. Hacen un uso muy importante del «hadit» (las palabras del Profeta y sus compañeros que describen la vida en el primer estado islámico), y creen que sólo los «ulemas» (clérigos entrenados cuidadosamente) pueden interpretar «el Corán» y el «hadit».


c) Islamista: Aparece como resultado de los defectos del Islam fundamentalista. Consideran que los musulmanes laicos, gente con experiencia sobre el mundo, y no sólo en los textos sagrados, deben tener una voz en la interpretación de la fe y la construcción de sus instituciones políticas. Los islamistas se componen de grupos que han tenido influencias directas de ideas modernas y que han residido en países occidentales: estudiantes universitarios, ingenieros, médicos, etc. Este grupo es conocido como el del «Islam político para tecnócratas», y se dedican a rearticular el Islam como una ideología moderna que debe controlar de forma totalitaria el Estado para conseguir la transformación de la sociedad de forma que se promoverá la fe y el progreso.


2. Cronología del islamismo político:


– La palabra «islamista» es un término moderno que se hizo popular hacia finales del s.XX. Sin embargo, movimientos similares se encuentran en la Historia del Islam como el de Ibn Taimiya (1263-1328), un especialista en leyes de Damasco, o el de los «wahhabitas» del s.XVIII en Arabia Saudita.


– Más tarde, con la desintegración del imperio otomano en el s. XIX, aparecieron publicaciones como las de Jamal ad-din al-Afghani (1837-97), Muhammad Abduh (1849-1905) y Rashid Rida (1865-1935), que se hicieron populares entre pequeños grupos de seguidores que proponían alternativas al declive político, económico y cultural del imperio.


Entre estas propuestas se defendía un rechazo a cualquier cambio del Islam realizado en el s. IX, y un regreso de la sociedad a los verdaderos mensajes del Islam para crear una sociedad islámica regida por «la sharia».


– También en el s.XIX, surgió en la India el «Movimiento Deobandi». Este movimiento aparece como respuesta a las acciones del Imperio Británico contra los musulmanes, y su pensamiento se caracteriza por una estricta adhesión a la «sunna» (la tradición del Profeta) y un énfasis en «la sharia» y la «tasawwuf», la espiritualidad sufí.


– Ya en el s. XX, un alumno de este movimiento, Sayyid Abul Ala Maududi (1903-1979), escribió muchos textos sobre la ley islámica, el gobierno y los derechos humanos. Maududi defendió la creación de un estado islámico gobernado por «la sharia», y la separación de los musulmanes de la India en otro país.


En 1941 fundó la Jamaat-e-Islami y escribió un libro clave para la evolución del islamismo político: «Hacia la comprensión del Islam». En él, Maududi formula un concepto de «teo-democracia» con tres principios (unidad de Dios, época del Profeta, califato) donde permanece el sistema político islámico, y afirma que la democracia islámica es la antítesis de las democracias seculares occidentales, porque éstas tienen la soberanía en el pueblo, mientras que en el caso islámico la soberanía de Dios y la del pueblo son excluyentes.  Además, sostiene que un gobierno islámico debe aceptar la supremacía de la ley islámica por encima de todos los aspectos de la vida política y religiosa.


Más o menos contemporáneo de Maududi, fue la fundación de los Hermanos Musulmanes en Egipto en 1928 por parte de su líder, Hassan al Banna. Esta organización es la primera, más grande, y más influyente organización político/religiosa islámica moderna. Bajo el lema «el Corán es nuestra constitución», perseguían reavivar el Islam a través de la prédica y también proveyendo de servicios básicos a las comunidades como escuelas, mezquitas o talleres.


Como Maududi, Al Banna creía en la necesidad de un gobierno regido por «la sharia» y en eliminar toda influencia imperialista no musulmana en el mundo musulmán. Así, declararon la «Yihad» contra los poderes coloniales europeos. Pese a la represión que el movimiento sufrió, los Hermanos Musulmanes se han convertido en uno de los movimientos islamistas con más influencia en el mundo islámico, y su líder intelectual durante las décadas de los 50 y los 60, Sayyid Qutb, es uno de los personajes más importantes de la historia del islamismo político.


– Un hecho clave que sirvió por ampliar la influencia de las teorías de Maududi y Qutb fue la Guerra de los Seis Días de 1967. La rápida derrota de las tropas árabes a manos del ejército de Israel, junto con la crisis económica general, originó el declive y el rechazo de las políticas nacionalistas y seculares, y la rápida expansión del islamismo político.


– Ya en la década de los 70 cogió mucha fuerza el movimiento wahhabita que apareció en el s. XVIII en Arabia Saudita. El wahhabismo se extendió como consecuencia de la crisis del petróleo de 1973, ya que Arabia Saudita tenía muchas reservas de crudo e incrementó de forma considerable sus ingresos durante este periodo. El movimiento wahhabita creía que era necesario vivir de acuerdo con los dictados del Islam y vivir como lo hicieron el Profeta y sus seguidores en Medina en el siglo VII.  


En la actualidad, y según Gilles Kepel, está surgiendo un nuevo islamismo, ya que considera que «los islamistas están buscando la esencia democrática del Islam. Esto significa cierta separación entre religión y sociedad civil. Es un Islam más moderado que va en contra de las doctrinas de Qutb, Maududi y Khomeini». La realidad política de los países islámicos es muy compleja. ¿Qué está pasando? Todo el mundo se pregunta por los acontecimientos de los últimos meses evidenciando la falta de conocimiento que tenemos sobre la realidad que padece una quinta parte de la población mundial.


Los regímenes autoritarios islámicos no son meros títeres de un sistema imperialista de ámbito planetario, sino que tienen importantes bases de poder tejidas a partir de una combinación de redes clientelares y de represión. Estas autoridades se habían legitimado en los momentos iniciales de rehabilitación nacional, tras la descolonización, y que la ciudadanía todavía respetaba hasta hace poco tiempo.


Los autócratas islámicos han erosionado su legitimidad por la combinación entre el fracaso de las redes clientelares, por excesiva avaricia de la cúpula, y la perdida del miedo que está en la base del sistema represivo. El error de los gobiernos occidentales ha sido pensar que esas élites fuesen el aliado natural, en contra de las mayorías sociales que, de otro modo, anhelarían para sí algo muy parecido a nuestro modelo político y social.


¿Qué papel juega en todo este proceso de transformación social el factor islámico? Los procesos de transformación y continuismo en los países islámicos no son un fenómeno nuevo, forman parte de su historia, para valorar estos acontecimientos necesitamos un poco de perspectiva. El imperialismo económico transnacional necesita hacer limpieza. Décadas de acumulación de poder corrupto en pocas manos son un estorbo para sus planes de expansión en unos países con gran potencial humano y de recursos, se hace necesario tirar de la cadena. Hay que dejar espacio para que una nueva generación de jóvenes formada en la sociedad de la tecnología encuentre el espacio vital que sus gobiernos corruptos les niega. Algo tiene que cambiar para que nada cambie.