La burocracia de UNICEF, ya nos ha robado más que el dinero

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No solo roban a sus destinatarios empobrecidos las aportaciones de los estados y los donantes destinadas a la infancia, o a terminar con el hambre, o fomentar la cultura,… es que roban el valor moral de la solidaridad de tantas personas de buena voluntad que esperan que estos organismos fomenten esa parte del bien común que se les ha encomendado.

¿Cómo es posible que la gente siga comprando las tarjetas de UNICEF como si con ello colaborase con una entidad benéfica?

¿Cómo es posible que haya misioneras enseñando ideología de género, así, con todas las letras, a las pobres indígenas del Amazonas y tantos otros lugares?

Hay muchas preguntas ante una situación que clama al cielo: que los opresores con piel de cordero se conviertan en este momento de la historia en quienes dictan los discursos, las estrategias de acción y las pancartas, tanto para quienes buscan asistir a sus víctimas, como para quienes pretenden luchar políticamente contra esta opresión organizada.

Y este robo moral es quizá la peor de las fechorías que vienen cometiendo la UNICEF y los demás organismos de la ONU.

Es cierto que los salarios de su burocracia son de escándalo. Son un escándalo cuando están en las oficinas bajo la dirección de antiguos cargos públicos y ejecutivos de multinacionales prejubilados, todos ellos muy bien pagados. Y este escándalo se hace humillación y desvergüenza en sus misiones en medio de los empobrecidos, pues allí, a los miles de euros que cobran cada mes, se une la ostentación de los coches con aire acondicionado, los hoteles de lujo, las excursiones de placer (justificadas por el estrés al lado del sufrimiento humano),… cuando no los abusos (hasta sexuales) cometidos por los cascos azules.

Pero, al cabo, no es esto lo peor. No solo roban a sus destinatarios empobrecidos las aportaciones de los estados y los donantes destinadas a la infancia, o a terminar con el hambre, o fomentar la cultura,… es que roban el valor moral de la solidaridad de tantas personas de buena voluntad que esperan que estos organismos fomenten esa parte del bien común que se les ha encomendado. Y así, en nombre de la defensa de la infancia, se fomentan hoy la esterilización y el aborto, como antaño la FAO fomentó el hambre -en vez de combatirlo- imponiendo los monocultivos y la importación de los alimentos necesarios.

En nombre de la infancia explotada, del sufrimiento de las madres que ven morir a sus hijos de hambre: NO DEBEMOS COLABORAR CON LA UNICEF, pues es uno más de los organismos que combaten la vida, la familia y la solidaridad que son la base de la unión de los pobres en defensa de su dignidad.