Conquistas laborales de ayer, dinamitadas hoy

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De la negociación colectiva, al convenio individual

Desde hace unas décadas estamos asistiendo a un progresivo desmontaje de los derechos que los trabajadores habían conseguido durante siglo y medio. Conquistas logradas, no como concesiones, sino fruto de la lucha y de la sangre de millones de hermanos.

Como si de una voladura controlada se tratara, logros como las 8 horas de trabajo, la estabilidad laboral, los convenios colectivos, el salario digno, el ahorro obrero, las protecciones familiares… están siendo progresivamente desmantelados. Nos quieren convencer de que las conquistas de ayer son verdaderos lastres que hacen a nuestra economía mucho menos productivas. Y como consecuencia de esa menor «competitividad», las hacen incapaces de competir con otras economías mucho más productivas. Más “productivas”, a costa de la esclavitud.

La reforma laboral, aprobada en febrero de 2012 y hecha en el marco impuesto por el imperialismo económico para España, tiene como principal objetivo marcar las pautas de la relación Trabajo-Capital para el siglo XXI. Se pretende que el primero se someta al segundo definitivamente, si no lo estaba ya bastante.

El movimiento obrero que conquistó una gran dignidad para el Trabajo, languidece hoy en Europa. Es víctima del aburguesamiento y rehén de su propio  conformismo y autocomplacencia. Mientras, el capitalismo se reinventa y nos quiere hacer creer que la única salida a esta crisis es más competitividad. Según los que mandan, la salida a la crisis pasa por dejar atrás los «obsoletos» logros del trabajo… para crear un nuevo mundo de esclavos. Mundo de esclavos donde el modelo de productividad es China o Indonesia. Un capitalismo de corte asiático que es síntesis de lo peor del estatalismo marxista (con recortes brutales de libertades individuales y colectivas) y lo peor del liberalismo occidental (dudosa libertad de todos contra todos y donde el más fuerte se come al más débil).

Esta reforma es un paso más en la degradación de las condiciones de trabajo en España, iniciada por el PSOE en 1984 y continuada por los gobiernos posteriores, tanto del PSOE como del PP. Se trata de una vuelta de tuerca más para degradar las conquistas parciales que el movimiento obrero fue consiguiendo a lo largo de los siglos. Se empeoran las condiciones de contratación, se anula de facto el despido improcedente, se acorta la indemnización por despido. Cuestiones todas que hacen al trabajador español, a los ojos del empresariado, menos productivo que el trabajador chino.

Y algo más grave. Se reduce a la mínima expresión la intervención de la Justicia en los asuntos laborales. La vieja magistratura, último refugio al que acudían a buscar protección aquellos trabajadores que habían sufrido abusos en el trabajo, es prácticamente expulsada de las relaciones laborales. Ya no hace  falta permiso de la autoridad para los expedientes de regulación de empleo, ya no es un juez el que determine si una empresa está en pérdidas o no, ya no tiene que demostrar la empresa ante un magistrado la improcedencia o no de un despido… El árbitro que representaba la Justicia, también parece demasiado incómodo (pues «demasiadas veces se pone del lado del trabajador») y había que apartarlo.

Pero además de cortar estas “ramas” de las relaciones laborales, esta reforma, quiere meter el hacha a elementos “troncales” del mundo del trabajo. Cuestiones fundamentales, como el derecho a negociar colectivamente, son atacadas frontalmente. La negociación colectiva (negociar no como fuerza individual aislada sino como fuerza colectiva de trabajo) fue una conquista fundamental lograda hace más de 100 años. Costó mucho sudor y mucho sufrimiento a los pobres y desheredados conseguirlo.

El lema de la primera huelga general celebrada en España en 1855 fue «asociación o muerte», exigiendo la libertad de asociación ante la prohibición que para el asociacionismo proletario había impuesto el Capitán General de Cataluña. El naciente movimiento obrero español tuvo el derecho de asociación como una de sus primeras reivindicaciones. El deseo del liberalismo siempre fue negociar las condiciones laborales personalmente con cada trabajador, amparándose en un falso concepto de libertad.Extraño concepto de libertad en el que el más fuerte quiere competir con el más débil en ¿igualdad de condiciones? Libertad de la zorra libre en el gallinero libre, diría Rosa Luxemburgo. Frente a esto, los desheredados fueron rápidamente conscientes que el estar asociados era una cuestión de vida o muerte:

¡¡Asociación o muerte!! gritaban las pancartas de aquella primera huelga general. Asociación para poder constituir jurados, comisiones que negociaran colectivamente con los industriales. Asociación para sostenerse en las mil y una penurias a las que se veían sometidos a diario (enfermedades, paro, viudedades…). Asociación para elevarse material, moral y espiritualmente mediante el desarrollo cultural por encima del fango en forma de analfabetismo, miseria, violencia y evasión a las que el nuevo sistema económico y político les había condenado a vivir. Era tan vital la reivindicación del derecho de asociación, que fue la primera gran demanda del naciente movimiento obrero, anterior incluso a las demandas por la reducción de la jornada laboral, o las demandas por las mejoras de las condiciones de trabajo. Poder asociarse, poder negociar como fuerza colectiva del trabajo era lo primero, Luego vendrían el resto de luchas.

De esas luchas nació la negociación colectiva como forma de pactar de igual a igual con el empresariado las condiciones laborales, hasta hacerse un derecho constitucional. Así lo recoge la Constitución española de 1978 en su artículo 37.1.

Hoy en día también se quiere cuestionar esto, y la reciente reforma laboral aprobada en España, en la medida que da prioridad a los convenios de empresa frente a los convenios de sector, se carga de facto la fuerza de la negociación colectiva. Dicha negociación, con todas las limitaciones que le queramos poner, surgió entre otras cosas para que los trabajadores más débiles, que en la medida que se adscribían a un sector que negociaba colectivamente, se beneficiasen al menos de las mínimas condiciones pactadas en dichos convenios. Cuántos trabajadores en nuestro país cobran más que el salario mínimo simplemente porque existen convenios colectivos. Desmantelar el convenio colectivo supondrá la generalización del salario mínimo y el empeoramiento de las condiciones de trabajo. De nuevo aquel viejo sueño del liberalismo: Negociar la empresa con cada trabajador individualmente: Libertad del zorra libre en el gallinero libre.

La historia avanza, y las conquistas y logros de ayer, no son imperecederos. Cada generación debe reconquistar sus libertades, y si no, las perderá. Prometen trabajo, pero ¿a qué precio? Estas degradaciones laborales vienen para quedarse, y ya no valen lamentos por los logros perdidos. Es el momento de plantearse nuevas formas creativas de Solidaridad entre los hombres y mujeres del Trabajo, para poner a éste como centro de las relaciones laborales. Trabajo sobre Capital.