El vientre de alquiler: la mano que mece la cuna de la injusticia

2652

Les robamos a los pobres también sus hijos. El negocio de los vientres de alquiler continúa siendo una práctica habitual, sobre todo en países empobrecidos como India

Es cierto que es ilegal en algunos países como España, pero en sociedades como la de India, representa una gran fuente de ingresos que anualmente genera unos 350 millones de euros, según la Confederación de la Industria India.

Esto representa una salida de la absoluta miseria y empobrecimiento para algunas madres: quienes reciben entre unos 4.700 euros por un bebé, una suma que para ellas significa los ingresos de años de trabajo o esclavitud de sus hijos.

De los cerca de 25.000 euros que puede llegar a costar a un europeo o estadounidense llevarse a la criatura, la clínica ofrece a las madres de alquiler entre 4.000 y 5.000 euros, lo que para muchas significa salir de la miseria.

Hay multitud de ejemplos y casos, como una mujer, Rajubhai , decidió poner su vientre en alquiler cuando su esposo ya no pudo trabajar más como consecuencia de un accidente.

Las madres tienen que soportar la falta de libertad y de la compañía de sus esposos e hijos, viviendo confinadas en el centro durante todo el embarazo. Sus familias están autorizadas a visitarlas los domingos, pero ellas no pueden salir del recinto excepto para acudir a los chequeos médicos o en caso de una emergencia familiar.

La Iglesia católica se ha manifestado recientemente en contra de esta práctica

«Una persona es justamente acogida en el mundo cuando es la unión de dos personas en cuerpo y alma, eso es lo justo y lo digno. Producir seres humanos es injusto porque los seres humanos no son objeto de producción, no son cosas que se producen ni reses que se reproducen», ha subrayado, el  portavoz de la Conferencia Episcopal Española.

En este sentido, ha apuntado que «está bien que no sea legal en España» la figura de los llamados ‘vientres de alquiler’ porque, según ha indicado, «es un extremo último de tratamiento injusto» hacia estos niños.

Por Luis Antúnez