Europa se refugia de los refugiados

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Los conflictos armados en Medio Oriente y África, entre otros, han provocado un nuevo récord de refugiados en el mundo.

Fruto de las múltiples guerras que han aparecido o se han reanudado, a finales de 2014, el número de desplazados por las guerras se elevó a 56,7 millones, una cifra que no se registraba desde la Segunda Guerra Mundial.

La guerra en Siria dura ya más de 4 años y a su aparición han contribuido los intereses económicos políticos y energéticos de los grandes (Unión Europea incluida) que suelen ser quienes, además, proveen de armas a los contendientes. Lo que aquí llamamos “guerra civil” es un conflicto en el que, además del oscuro Estado Islámico, EEUU, Gran Bretaña, Rusia, Francia, Turquía e Israel llevan efectuando bombardeos y suministro de armas desde 2006.

Los refugiados de las guerras mueren abatidos por el hambre y el cansancio, asfixiados en camiones o ahogados el Mediterráneo. Se topan con muros, ejércitos, vallas con concertinas, indiferencia y falsas promesas de solidaridad. La mayoría de los inmigrantes no escapan de sus países por decisión propia y tienen derecho a solicitar asilo pero no lo consiguen.

Los costos de acoger y atender a los desplazados son asumidos fundamentalmente por las comunidades más pobres, quienes menos posibilidades tienen de hacerlo. Un país como Líbano, con 4,5 millones de habitantes, ha hospedado a casi 2 millones de refugiados y Jordania a 2,7 millones convirtiéndose así en los mayores receptores de refugiados en el mundo en relación con el número de habitantes.

En 2014, la UE ha acogido sólo el 0,92% de los refugiados del mundo, un 26,77% menos que en 2013. En Europa, por tanto, no hay un problema de refugiados sino que son éstos los que tienen un problema con Europa. El viejo continente se lucra con sus guerras y no quiere saber nada de las consecuencias que provoca. La UE subasta sus cuotas de acogida en función de sus intereses económicos y lo que exceda de su cálculo se resuelve con el uso de la fuerza militar, las expulsiones en caliente, las leyes represivas, los centros de retención y la subcontratación de países fronterizos para cortar el paso a los hambrientos, sin importar los métodos utilizados.

España acoge calurosamente cada año a más de sesenta millones de turistas extranjeros pero en sus fronteras otros extranjeros mueren. Estamos en la orilla rica del mundo, en el lado norte de la frontera que marca el diferencial de bienestar más grande del planeta: entre la rica Europa y la empobrecida África. En esta inmensa sima económica que es nuestra frontera, los españoles debemos tener una mirada honesta. Los subsaharianos merecen la misma atención que los sirios. Son igual de víctimas de la opresión. El hambre y las guerras del mundo son provocados y los de la orilla opulenta estamos emplazados a colaborar en cambiar el rumbo de la historia o ésta nos aplastará. Abramos las puertas.

Editorial de la revista Autogestión

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