Los 300.000 millones de dólares de Francisco

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Francisco ha venido a la casa a venderme un detergente. Es un adolescente de 15 años. Hace unas semanas dejó de asistir a clases y una de sus profesoras fue a su hogar para conocer las razones

El muchacho y su mamá le explicaron que «no hay dinero para comprarle zapatos». En el diálogo fueron desvelándose otras carencias, como que la familia apenas come una vez al día.

Y su caso no es de los peores, ya que la madre de Francisco no está sola en la crianza de sus tres hijos menores; ella está ahora con un hombre que -cuando puede- trae algo para el sustento familiar, pero cada vez encuentra menos «tigritos pa matar» como se llama en criollo a los trabajos esporádicos.

Por eso, Francisco ahora se dedica a bachaquear: un vecino que consigue cualquiera de los productos básicos que no se encuentran en las tiendas se los entrega a él y a su hermano menor para que los revendan a un precio hasta 35 veces superior al regulado. Para hacerse una idea: un paquete de 900 g. de leche en polvo que cuesta en los supermercados subvencionados del Estado 70 Bs., el vecino se lo deja a Francisco en 2000 Bs. y éste lo estaba revendiendo hoy a 2500 Bs., que es justo un cuarto del salario mínimo venezolano (10.000 Bs.). Con esos 500 Bs. de ganancia (precio al que se consigue el kilo de arroz, por ejemplo) comen él y sus hermanos, aunque sea una vez al día.

Casi todos los días Francisco y su hermano menor recorren las calles de la comunidad con sus morrales vacíos de libros y cargados con leche en polvo, harina, champú,… cuidándose mucho de no ser vistos por la Guardia Nacional, pues están cometiendo -según la ley- un delito. El delito de matar su hambre y la de su familia.

Venezuela está llena de Franciscos. El nivel de abandono escolar provocado por la falta de útiles escolares, de uniformes, de… en definitiva ¡de pan!, está creciendo exponencialmente. Son una generación que la mentalidad burguesa califica como «perdida». Lo cierto es que son muchachos despiertos, resolutivos, creativos, mucho más preparados para la vida que cualquier universitario; pero, son los nuevos esclavos del siglo XXI que necesita el engranaje imperialista.

Mientras despido a Francisco, que se va cargando su morral de bachaquero, se me viene al corazón la noticia que algún medio de comunicación (muy pocos) han dado esta mañana: dos exministros de Chávez, los dos del área económica y sus más fieles colaboradores durante los más de 14 años de su presidencia, han declarado que un tercio de los ingresos petroleros de los últimos diez años han ido a la corrupción. Trescientos mil millones de dólares exactamente. Hablan con conocimiento de causa. Y del delito. Por cierto, el bachaco es una hormiga muy grande que no para de trabajar; a partir de ella, el pueblo inventó el verbo «bachaquear».

Trescientos mil millones de dólares -como mínimo- que son el pan robado a todos los Franciscos de Venezuela. Son las fábricas y cooperativas que cerraron y las que nunca se abrieron. Son las Escuelas que se dejaron hundir y las que jamás se construyeron. Son los Hospitales que no tienen ni gasas. Son los ancianos sin pensión ni medicamentos. Son lágrimas, maltratos, humillaciones… Es el mayor robo de toda la historia de Venezuela.

Señor, con Rovirosa te pido: ¡Consérvanos la cólera! Que ante la injusticia, nuestro corazón se rebele. Que sintamos en nuestra alma la rabia del orden que tapa el desorden.

Autor: Teresa Cáceres