¿Alquiler de vientres?

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El mercado ha abierto un nuevo nicho de negocio, los vientres de alquiler. Una realidad impuesta con extrema violencia (donde la miseria y la necesidad es aprovechado por algunos como si de saldos se tratase y embriones humanos son manipulados, seleccionados, congelados o destruidos) en casi la totalidad de los casos y que ha abierto un debate basado en querer imponer un deseo como derecho

Maternidad subrogada, gestación subrogada, vientres de alquiler, proxenetismo del embarazo… según el término que se utilice desvelará su apreciación sobre el tema.

Maternidad subrogada es un eufemismo para decir que la embarazada será otra, una mujer que durante nueve meses sustituirá a la que desea ser madre o los que desean ser padres y que, por motivos varios, principalmente de naturaleza no pueden. Aquí también cabe el caso de la mujer que no desea ver su cuerpo sometido a esos cambios físicos y encuentra en esta vía el camino al deseo de ser madre.

Pero maternidad es una palabra malsonante para los partidarios incondicionales de la subrogación, quizá porque maternidad conlleva humanidad y amor en su esencia, así que rechazan este término y lo sustituyen por gestación que nos distrae de la madre. Un concepto que nos hace pensar en un proyecto empresarial que crecerá, se desarrollará en algún lugar. Como si de la creación de seres humanos pudiera hacerse un modelo de producción.

Quienes utilizan este término; gestación subrogada, se empeñan en meternos en la mente otro añadido, el de técnica. La gestación subrogada es una técnica. Acaban de deshumanizar el proceso. Han anulado a la mujer. Lo escucharán por todas partes: la gestación subrogada es una técnica como la inseminación artificial. Mentira. Se utiliza una técnica para implantar el embrión seleccionado, pero el desarrollo del embrión, es decir un embarazo, es un proceso vital en el que se ve implicada una mujer.

Hablar de vientres de alquiler es focalizar el interés real del asunto: la fertilidad de la mujer. Cierto es que una mujer embarazada, madre ya, pasa por un proceso vital que va más allá de su útero, la implica naturalmente a toda ella. Así es que para supervisar y controlar que todo el proceso sea el adecuado y con los “estándares de calidad” esperados, surge la empresa-clínica-intermediaria. Este negocio de los vientres de alquiler y su comercio internacional es denominado como proxenetismo del embarazo por Julie Bindel, feminista, periodista y activista para la erradicación de la violencia hacia las mujeres y niños desde 1979. Término que junto al de vientres de alquiler nosotros sí usaremos pues creemos que son los que mejor evidencian tan grande injusticia.

El objetivo final de estas empresas-clínicas-intermediarias es que el cliente esté satisfecho. Para ello no duda en obligar por contrato a abortar al bebé si no se amoldan a los deseos de los clientes, porque de eso se trata, de satisfacer un deseo, idealizado en muchos casos, capricho en otros tantos y así es, tal y como recoge en numerosos casos Lifesite News y diversas publicaciones, que el bebé se queda en el camino porque los padres-clientes se separaron en esos 9 meses o porque no era del sexo adecuado o venía con tara la pobre criatura y mandaron deshacerse de él como quien descambia una prenda en una tienda.

Sí, por fin salió: el bebé. Ese del que nadie habla. Al que han sacado de todos los debates en los que se está tratando la dignidad de ser humano como algo relativo, supeditado al criterio de quien hable y que se puede rebajar con compensaciones.

Los partidos políticos en España están haciendo un análisis interno sobre su posicionamiento en este tema y llegan a hacer debates públicos.

No oirán hablar del embrión, feto o bebé como un ser humano en proceso de desarrollo, un ser humano único e irrepetible.

A excepción del PSOE que, en principio y repetimos, en principio, se niega, la línea que defienden los partidos en mayor o menor medida es la regulación de los vientres de alquiler. En ellos encontrarán quienes defiendan a ultranza a la mujer en contra de toda explotación o utilización con o sin compensación económica, pero ninguno hará mención al tan deseado bebé, porque sacarlo a debate sería tener que defender en igual condición los derechos humanos que también le son inherentes e inalienables. Sería tener que hablar de cómo desde el principio se producen seres humanos en su estado embrionario que son manipulados, seleccionados, desechados o congelados igual que en cualquier otro sistema productivo. Y denunciar como, si en ese proceso de desarrollo no termina de adaptarse a los gustos de quien lo encargó, directamente se le elimina abortándolo o se le abandona.

Maria Poumier, autora de Marchandiser la vie humaine {comercializar la vida humana}, explica cómo funciona el negocio de la compra de bebés y su vinculación con la agenda del lobby homosexualista. Habla de cómo los óvulos que se venden son de mujeres blancas porque los compradores quieren hijos blancos y de cómo seres humanos en su estado embrionario son congelados al ser desechados para implantarse en un útero y vendidos a laboratorios para hacer cremas rejuvenecedoras o lo que en nombre de la ciencia les dé la gana.

Suponiendo que fuese creíble una maternidad subrogada altruista ¿hay alguien que quiera satisfacer su deseo de ser madre o padre aplastando a un solo inocente? ¿Y a esto el PP le llama dar vida?

No. No cualquier deseo es susceptible de convertirse en derecho. En un debate de esta magnitud no podemos permitir que se oculte a ninguna de las partes. Debemos hacer visible al ser más indefenso de esta transacción: el embrión, el feto, el bebé deseado.

Sacar a la luz su existencia y su ser desde el mismo momento de la concepción expone la moralidad relativa de unos que defienden su derecho (inexistente) de ser madre o padre contra los que se posicionan enfrente defendiendo la dignidad de la mujer y su no explotación, obviando ambos a la víctima más inocente de todas, que en todo el proceso depende su supervivencia de la voluntad de otros, negándole sus propios derechos y dignidad.

Y en esta defensa de lo propio, alimentados por una cultura egoísta, individualista, de delirios consumistas, en un sistema hiperliberalista donde todo se puede (si es que puedes), el debate sobre maternidad subrogada o vientres de alquiler ha enfrentado por primera vez al colectivo LGTBI y a feministas. Los dos colectivos empoderados del sistema.

A pesar de que en 1948 se concibiese la Declaración Universal de los Derechos Humanos como un hito para la historia, las mujeres tuvimos que esperar a 1993, en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena para que se reconociese por primera vez que los derechos de las mujeres son también humanos. Algo tan obvio no fue definido como tal hasta 45 años después. Y así parece que debe ocurrir con los derechos del niño. Hace falta fijar la obviedad de que un embrión humano es un ser humano en desarrollo, más vulnerable si cabe que un niño por lo que merece todos los esfuerzos y protección de los Estados y de la sociedad para asegurar que se desarrolla a término. Esto nos llevará a plantearnos seriamente otros debates que dividen a la sociedad actual.

El debate sobre los vientres de alquiler va mucho más allá de la explotación de la mujer o de si altruismo sí o no. Trata de legitimar que unos tengan poder sobre la vida de otros y decidir dónde empieza y acaba la dignidad de un ser humano. Y eso no es progresista ni social, es totalitario. Y es inaceptable.

Autor: Carolina Martín