El Papa no se ha hecho ecologista. Su propuesta integral es superadora.

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Mucho se ha escrito ya sobre la nueva encíclica del Papa Francisco Laudato Si y, sin embargo, creo que hay aspectos fundamentales de su propuesta que no han sido suficientemente profundizados. Por eso me atrevo a hacer esta aportación.

La mayoría de los comentarios y noticias publicadas dan a entender que el Papa se ha apuntado al ecologismo. Nada más lejos de la realidad. El ecologismo (término ausente en la encíclica), como tantos otros “ismos” es una ideología que parcializa la realidad. Los ecologistas, por tanto son los que participan de esta ideología. Otra cosa es la ecología (preocupación por la creación) que siempre ha estado incluida en la Doctrina Social de la Iglesia y a la que el Papa acompaña casi siempre del apellido “integral” o “humana”. El Papa valora los esfuerzos de tantas personas dedicadas a defender la naturaleza, pero las únicas tres veces que utiliza el término “ecologista” lo hace de forma crítica. Aunque hay diversas corrientes en esta ideología, todas tienen en común que anteponen –ya sea explícitamente o de hecho – la naturaleza al ser humano. El planteamiento del Papa es superador, lo que se pone de manifiesto tanto en lo que dice como en lo que no dice.

A los eco-feministas de la ideología de género no les habrá gustado nada que el Papa afirme en el nº 120 que “tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto” ni cuando en el nº 155 dice que “no es sana una actitud que pretenda cancelar la diferencia sexual”. Los “progresistas” deberían tomar nota cuando en el 136, hablando de los movimientos ecologistas, denuncia que “Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos”. Asimismo denuncia el nuevo “biocentrismo” que pone al mismo nivel a los seres humanos y al resto de las especies y llega a considerar a la naturaleza como una diosa cuando debe ser vista como “creación” del Dios amor (nº 90). La inmensa mayoría de los movimientos y pensadores ecologistas culpan a lo que llaman exceso de población (es decir, a los empobrecidos) de la agresión medioambiental (agotamiento de recursos, cambio climático, etc.). El Papa es muy duro con este planteamiento antinatalista; afirma que “No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva»” y les acusa de “legitimar el modelo distributivo actual” (nº50).

Los pocos comentaristas que han destacado estos aspectos, silencian la dura denuncia del Papa a los poderes financieros y a las multinacionales causantes tanto de la agresión al medioambiente como a los empobrecidos. Es precisamente este antinatalismo ecologista y su desprecio a los empobrecidos lo que ha permitido que los poderosos hagan del discurso ecologista una pieza clave del imperialismo. Pero el Papa no confía en las soluciones desde arriba. A las cubres sobre el clima de los poderosos dedica términos como “discurso verde” y del famoso “desarrollo sostenible” dice que “suele convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que absorbe valores del discurso ecologista dentro de la lógica de las finanzas y de la tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele reducirse a una serie de acciones de marketing e imagen”. En este sentido llama la atención que el Papa ni mencione los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que son la reedición de los hipócritas y fracasados Objetivos del Milenio; es evidente que el Papa no pone ahí la esperanza sino en las iniciativas pequeñas, desde abajo, familiares, asociadas, desde los empobrecidos.

Tanto los planteamientos del ecologismo “progresista” como el discurso verde de los poderosos tienen en común que olvidan la dignidad de los empobrecidos pero el papa los pone en primer lugar en todo momento. Ya sea cuando habla del cambio climático o los Organismos Genéticamente Modificados, para el Papa lo más importante es cómo afectan a los empobrecidos los temas medioambientales. Esto constituye una “línea transversal” de la ecología integral que plantea el Papa y por eso es superadora. Su llamamiento a la “austeridad” y a la “conversión ecológica” nace de la solidaridad con los empobrecidos, no así el “buen vivir” que plantean los decrecentistas, que nace en el fondo del hastío del estilo de vida de los enriquecidos, es decir del yo. Estos, al igual que los eco-socialistas, se alegrarán de la crítica al modelo de desarrollo productivista del capitalismo en Laudato Si, pero deberían replantearse la integralidad y coherencia de su propuesta, respecto a la dignidad de la vida y a la prioridad de los que más sufren.

¡Qué gran aportación ha hecho Francisco a la lucha por la justicia, la solidaridad y la defensa integral de la creación y la dignidad de la vida! Lo menos que podemos hacer es leerla, meditarla, dialogarla… y por supuesto ponerla en práctica. Como dice en nº 205 “no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan”. “Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza” (nº 244)

Autor: Rodrigo del Pozo