Ya hace 13 años que llegaste a la casa del Padre, estás con Trini, tu esposa, y con tu hija Mª Trini… también con un montón de amigos con los cuales os comprometisteis para transformar el mundo…
Ay Madre!!! no nos lo podemos creer… Muchos de nuestros hermanos mayores ya están con el Padre y nosotros solo sabemos que en la debilidad está la Gracia del Señor.
Hablar de un amigo es muy difícil, especialmente cuando es un regalo que Dios ha puesto en nuestro camino y que no hay día que empiece y acabe y le demos gracias al Padre porque en nuestro quehacer diario no tenemos por menos que acordarnos de Julián. Por eso es tremendamente difícil expresarlo con palabras, nos encontramos con la torpeza que todavía las palabras se quedan pequeñas. Supone no acertar nunca el qué decir.
El primer recuerdo que nos viene a la cabeza es el abrazo que nos da Trini, su esposa, en el funeral de Julián, dándonos las gracias por ser sus amigos. ¡Increíble! ella nos dio las gracias. Al lado de ellos entendimos lo que significa la palabra “amistad” hasta el punto de no querer vivir de otra manera que no sea en pandilla de amigos.
Lo primero que queremos dejar constancia es que Julián y Trini han sido muy, muy importantes en nuestras vidas, de las personas que más nos han influenciado. A partir de ahora, cuando hablemos de Julián tenemos indudablemente presente a Trini, su mujer.
Julián tenía el don de la amistad, de ser amigo de todo del que quisiera serlo.
Le pedimos a lo largo de nuestra vida muchos consejos, nos ayudó a crecer en el camino de vida militante, en nuestros matrimonios, en nuestra vocación profesional. Al fin y al cabo éramos nosotros los que habíamos acudido a él y teníamos que hacerle caso. Y este hacerle caso nos hizo querer la vida militante, aunque no siempre lo hagamos bien. Nuestros hijos que apenas le conocieron saben que forma parte de nuestros hogares.
Hay algo que todos hemos experimentado al lado de Julián: pasear con él. En diálogo continuo en su presencia. Recordamos hoy cómo en uno de esos paseos nació el Aula Malagón-Rovirosa: en un campamento de jóvenes en Montesclaros (Cantabria), donde nos daba el curso de conversión en una especie de refugio, en una hospedería de frailes. Nos llevó a visitar el monasterio –totalmente abandonado-. Mientras el grupo de jóvenes sólo veíamos porquería en las camarillas, mientras casi literalmente nos quitábamos los murciélagos de la cabeza, mientras intentábamos abrirnos paso a través de maderas podridas, paja y todo lo que os podáis imaginar –alguno hasta dice que vio el fantasma de algún monje en las camarillas, que luego resultó ser un chucho-
Mientras todos pensábamos que se iba a caer el monasterio, Julián lo visitaba y nos iba diciendo: “aquí podemos poner la secretaría, aquí la sala de cursos, aquí dormirán los jóvenes” Pensábamos que estaba loco. Que eso era imposible. Al verano siguiente, celebramos allí el primer Aula Malagón-Rovirosa, con total austeridad, pero muy dignamente. Tenía tan interiorizada la promoción de militantes empobrecidos que todo se puede hacer posible ¡¡¡Sí queremos!!!
Después de aquello, nuestros hermanos empobrecidos de Venezuela, en plena dictadura, comiendo, a veces, ni una sola comida al día, no han dudado en poner en marcha todas las plataformas que tenemos aquí: Aula Julián Gómez del Castillo, revista Autogestión e Id y Evangelizad, las Ediciones Voz de los sin Voz, centros culturales y casas de Cultura, formación de militantes…
Son muchos los milagros que nos ha hecho vivir, pero todos se resumen en uno: la vida solidaria puede hacer posible lo que nos propongamos hacer. Y eso ya ha quedado como experiencia en nuestras vidas.
No había reunión que tuviéramos con él que no nos lleváramos trabajo a casa; pero no recordamos ninguna reunión en la que no hayamos salido con un gozo y una alegría de las de verdad. En alguna de ellas hemos experimentado que, si en ese momento nos pidieran la vida, creemos que la hubiéramos dado.
Julián tenía un carácter fuerte: manifestaba una dureza por todo lo que fuera en contra de lo solidario (no os creáis que solo en las grandes cosas de la vida pública, sobre todo, en las pequeñas cosas cotidianas). ¡Cómo podíamos testimoniar la solidaridad en los actos públicos, si luego nuestra vida decía lo contrario? y, a la vez, manifestaba una sensibilidad y una delicadeza impresionantes, que nos desconcertaba, nos desarmaba. Convivía, en su mayoría, con un grupo de matrimonios jóvenes, todavía soberbios y en pleno raciocinio, cuando él estaba ya una dimensión mística de la vida, que nosotros podíamos intuir, pero de la que estábamos muy lejos.
Nos sorprendió muchas veces hablándonos sobre la ALEGRÍA de ser cristiano. Poco después el Papa Francisco publicó la encíclica La alegría del Evangelio. Como buen amigo de Cristo, Julián experimentaba la alegría a diario en las tareas cotidianas, y sobre todo, en su vida familiar, con su esposa «Trinuca» y con las demás familias que formaban el Movimiento Cultural Cristiano, pues amplió su familia a cada uno de nosotros.
La alegría de lo que se hace en común es lo que realmente bendice el Señor. Dios nunca permite que todos decaigamos al tiempo, nos decía a menudo. Es la falta de sensibilidad por lo comunitario, por el bien común, lo que realmente nos desespera. Nos alentó muchísimo para que no perdiéramos el ENTUSIASMO: entusiasmo por el ideal y por la asociación.
Estaba profundamente convencido de que la vida asociada vivida en equipos era liberadora: “hace falta un testimonio en la sociedad para que el espíritu solidario nos haga prescindir de las normas”. La construcción del Reino de Dios la hacemos con la ayuda y Gracia de Dios, no por nuestros puños. Con el profundo convencimiento de que “el individualismo mata la esperanza», por eso para él era muy importante la vida de comunitaria, de equipo..
Odiaba la burocracia, las normas, porque el militante vive la solidaridad las 24 horas del día, esté donde esté. Recordamos cuando venía a nuestras casas a comer o nos quedábamos a comer en DERSA o Emaús, siempre nos traía algo (os voy a convidar –decía-): un refresco, chocolate para los niños…en alguna ocasión llamaba a Trini para que se viniera con el puchero a la Casa de Cultura de DERSA y comiéramos allí todos.
Otro aspecto que queremos resaltar es algo que dejó escrito su nieto Guillermo y es que quien quiera conocer a Julián Gómez del Castillo, que conozca a Guillermo Rovirosa. Y así es, quien mejor testimonió y trasmitió la espiritualidad de Rovirosa fue Julián Gómez del Castillo. No pocas veces le pudimos escuchar sólo puedo dar gracias a Dios por haberme permitido conocer a Rovirosa.
Así cumplió lo que fue el objetivo de su vida humilde, desaparecer él para presentar fielmente a Rovirosa. Así nos lo trasmitió a nosotros y a la Iglesia del siglo XXI y, a través de ella, a los pobres a los que tanto amó, el legado de Rovirosa.
Julián vivió un proceso de conversión hasta el final de su vida. Él que proviene de la clase obrera, en donde la necesidad y la conciencia llevaban a la revolución… Julián no se enamora, al igual que Rovirosa, de una serie de valores… sino del IDEAL , se enamora de Cristo…y esto le lleva a amar a los pobres, la justicia, la paz, la verdad… Nos impresionaba cuando nos decía que debíamos tener una profunda vida de unión con Dios: no podéis olvidar cultivar la espiritualidad porque o HAY AMOR A CRISTO o de un modo u otro los pobres pueden ser instrumentalizados e incluso la pobreza se puede convertir en un hecho polémico contra la Iglesia o una ostentación respecto a otros…
El motivo profundo de su conversión fue evangélica, esencialmente vital. Las 24 horas del día trabajaba para la formación y promoción de militantes, dando mucha importancia al análisis de la realidad. Evidentemente no es lo mismo ver y analizar la realidad desde una posición de poder que desde el evangelio o los empobrecidos. Y así, repetía: A mí me lo hicisteis (San Mateo, 25).
El amor a los pobres lo hizo realidad en su vida, pues fue una vida de pobreza… no nos referimos solo a lo material. Testimonió que cada día había que dejar de lado lo que nos aparta de Cristo y reemplazarlo por lo que nos acerca a Cristo. Cuando él toma la determinada determinación de convertirse a Cristo, no fue tanto elegir entre riqueza y pobreza, ni entre ricos o pobres, o entre pertenecer a una clase social u a otra, sino elegir entre sí mismo, querer vivir para nosotros mismos, para nuestra propia comodidad, nuestra propia Gloria; o elegir a Dios, ponerle en el primer lugar. No hay término medio. Gastar la vida en ser para los demás: «Mi vida es vuestra»
Su conversión fue una renuncia a sí mismo. Como decía Santa Teresa de Jesús: nuestro amor propio muere veinte minutos después que nosotros. Rovirosa decía: la luz de Cristo me puso de manifiesto que yo, con mi amor propio no soy más que una pila de estiércol… y lo seguiré siendo mientras viva…También descubrí, hurgando en la purulencia del amor propio, que no es seguro que los otros tengan las taras que yo les veo, pero es segurísimo que las tenga yo. El que es inocente no ve más que inocencia y el que es turbio no ve más que porquería.
Uno de los signos de esta lucha contra el propio yo, es el esfuerzo que hizo por la promoción de militantes: merece la pena gastar la vida por la promoción de un militante. “La nota característica del hombre promocionado es EL ENTUSIASMO”.
En este recuerdo queremos resaltar, lo que constituyó para nosotros su virtud más ejemplar, y que lo fuimos descubriendo a su lado: su profunda humildad. Solemos aceptar como válida la falsa humildad. Unas veces la soberbia nos conduce a garantizar a toda costa el éxito, aunque ello suponga traicionar y ponernos al lado de «lo establecido».
Julián reunía la más viva capacidad autocrítica. Tenía plena conciencia de su limitación, junto a la “determinada determinación” de hacer aquello que fuera necesario para realizar la liberación de los empobrecidos. Sufrió la persecución, aún en la forma más simple de silenciar o tergiversar su tarea. La tenía perfectamente integrada en su vida y contaba con ella de antemano. Él sabía que lo nuestro es arrimar el arrimar el hombro. Había hecho suya aquella vivencia de Rovirosa de que de un montón de estiércol en el que cae una semilla, nace una flor.
La acción de la Iglesia está sembrada de Gracia, y en ella esperó siempre. El hombre lleno de fortaleza, seguro y firme en su obrar, al lado de los pobres, era el que de rodillas siempre lanzaba al cielo una oración, invocando la misericordia de Dios, en la que siempre esperó ser acogido.
La virtud de la humildad tiene un estatuto especial: la tiene quien no cree tenerla, y no la tiene quien cree tenerla. Ser humilde de hecho no significa estar descontentos de sí y tampoco reconocer la propia miseria. Es mirar a Dios antes que así mismo. Cuanto más conciencia toma uno de estos, más humilde se hace. La humildad está en hacerse pequeño y no por cualquier necesidad sino por amor para elevar a los demás.
GRACIAS JULIÁN POR TU VIDA.
Has sido un testimonio vivo de la alegría de vivir el evangelio.
INTERCEDE AL PADRE PARA QUE SIGAMOS LUCHANDO CONTRA LAS CAUSAS DE LA INJUSTICIA.
Solidaridad.net