Centroáfrica: «Un país sin camas de UCI, en guerra, con epidemia de sarampión y, ahora el coronavirus»

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“Si la epidemia llega aquí, lo que es probable, las consecuencias serán mucho peores que en otros lugares”. Tan amarga reflexión procede de la República Centroafricana, y quien la pronuncia es Donata Galloni, doctora de Medici con l’Africa Cuamm, una ONG italiana presente en el país desde 2018.

Ahora que la Covid-19 ha provocado ya más de 15.500 contagios y más de 800 víctimas mortales en 53 Estados africanos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se pregunta de qué manera afectará a los frágiles sistemas sanitarios del continente. De momento, no es posible prever qué repercusiones tendrá para una población que tiene la ventaja de ser muy joven (una media de edad en torno a los 19 años), pero afectada por desnutrición y tuberculosis y VIH en mayor medida que el resto del mundo.

Actualmente, la República Centroafricana tiene 11 casos confirmados de Covid-19. El “paciente cero” fue registrado el 14 de marzo: un hombre italiano de 74 años que volvía a Bangui, donde reside, desde Milán, capital de la región italiana más azotada por el contagio. Y el espectro de la epidemia se alarga sobre una nación ya extenuada: la guerra civil sigue en curso desde 2012 (el último acuerdo de paz se remonta a febrero de 2019, pero aún no se respeta plenamente); los desplazados son más de un millón en una población de cinco millones; y la mortalidad y la desnutrición infantiles son de las más elevadas del mundo. De cada 1.000 niños nacidos, 121,5 mueren antes de cumplir los cinco años, y en la misma franja de edad, la desnutrición crónica (poca talla) llega a casi el 40%.

“Nos estamos preparando desde el punto de vista informativo y de vigilancia”, cuenta la doctora Donata Galloni desde Bangui, la capital. “En los aeropuertos, con el apoyo de la OMS, Unicef y la Cruz Roja, se aplican todos los protocolos. En Bangui, además, hay un Instituto Pasteur, justo aquí al lado, en el Hospital Universitario Pediátrico donde trabajamos con Cuamm, que ha recibido de la OMS algunos tests para el diagnóstico. Pero en el país no hay unidades de cuidados intensivos, y tenemos que buscar un lugar en el que instalar por lo menos las salas de cuarentena; al decirlo parece fácil, pero en la práctica es muy difícil”.

La falta de camas de UCI preocupa a toda África. Sudáfrica, que tiene el sistema sanitario más avanzado del continente, dispone de menos de 1.000 de camas para cuidados intensivos (sumadas las del sector público y privado), para una población de 56 millones de personas. Así lo ha reconocido el ministro de Sanidad en declaraciones recogidas por diversos medios de aquel país.  En el vecino Zimbabue, la Asociación Nacional de Médicos por los Derechos Humanos escribió formalmente al gobierno solicitando que los hospitales reciban al menos cien ventiladores mecánicos para cuidados intensivos. La República Centroafricana, además, sufre la falta de personal sanitario: con un médico por cada 20.000 habitantes, el país se sitúa muy por debajo de la media africana (5,4) y terriblemente lejos de la europea (64,2).

“La ventaja de África es que tiene una población muy joven”, insiste Donata Galloni, “aunque no toda esté sana, debido a la desnutrición, la tuberculosis y el VIH, que les debilitan”. Las condiciones de vida pueden ayudar, dado que hay menos aglomeraciones en lugares cerrados. «Pero quizá lo peor para el continente no sea la difusión del virus, sino la consiguiente crisis económica, que ya se está abatiendo sobre Europa, y que tendrá graves consecuencias a largo plazo, sobre todo aquí».

La Comisión de Economía para África de Naciones Unidas calculó una contracción de crecimiento del PIB africano del 3,2% al 1,8% a causa de la epidemia actual. Después, el Banco Mundial ha predicho que la región subsahariana entrará en recesión en 2020. “Además, la pérdida de ingresos fiscales podría determinar un aumento insostenible de la deuda, con consecuencias desestabilizadores”, señala Camillo Casola, experto del Instituto de Estudios de Política Internacional (ISPI por sus siglas en italiano) de Milán. “Más concretamente, los efectos del bloqueo de la producción y de la disminución de la demanda china constituyen una amenaza grave para los estados subsaharianos”.

En África no nos acostumbramos nunca a no poder curar a quien podría curarse

En la República Centroafricana, la Covid-19 no podía llegar en peor momento: “Desde finales de enero sufrimos una grave epidemia de sarampión que afecta a los niños”, afirma Galloni, que recuerda que aquí el 51% de los más pequeños no están vacunados contra esta enfermedad. “El sarampión es mucho más contagioso que la Covid-19. En octubre y noviembre llevamos a cabo una campaña de vacunación, por lo que nos sorprende que ahora se haya desatado esta epidemia. Quizá la campaña no se hizo de la forma adecuada, no sabemos si se respetó la cadena del frío, que es fundamental para las vacunas. De modo que hemos llegado a tener, en un mes, 1.300 niños con sarampión, que han acudido a que hagamos el diagnóstico; no todos necesitaban atención hospitalaria, hemos ingresado a 200, pero en total, disponemos de 277 camas y solo dos habitaciones de aislamiento”. Por desgracia, en África no podemos atender a todos como deberíamos y nos gustaría, por la falta de recursos. Entiendo la preocupación de mis colegas en Italia y Europa ante el coronavirus. En África, nuestra condición diaria, a la que, sin embargo, no nos acostumbramos nunca, es no poder curar a quien podría curarse».

El objetivo de lograr la paz en la República Centroafricana nunca ha sido tan necesario como ahora. Según Yao Agbetse, experto en Derechos Humanos de la ONU, la medida más urgente para evitar la difusión de la Covid-19 es parar el conflicto, “para poder crear un ambiente que lleve a una mayor movilización nacional contra el virus. Todas las energías del país deben encauzarse hacia la batalla colectiva contra la pandemia”. El Gobierno, según el experto de la ONU, además de mantener los compromisos firmados en los distintos acuerdos de paz, “debe restaurar la autoridad del Estado, incluso por medio de la reasignación de servicios y plantillas sanitarias en zonas que aún están bajo el control de grupos armados. Si no cesa inmediatamente la hostilidad, la República Centroafricana se dirigirá hacia un desastre sanitario seguro”.

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