«Rechazamos el aborto porque somos de izquierdas»

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Ser auténticamente de izquierdas consiste en mantener una postura moral en defensa de la vida humana y su dignidad, en todas las circunstancias y en todas las fases de la vida desde la concepción hasta la muerte natu- ral, en contra del sistema neocapitalista que promueve una cultura de muerte y de insolidaridad como forma de control de población.

Lamentablemente la llamada izquierda política, especialmente la parlamentaria, es la mejor gestora esta cultura de muerte promoviendo leyes como la de la eutanasia o la del aborto, etc. Por otro lado, y de manera coor- dinada, la llamada derecha, aunque en algunos momentos una parte se declare formalmente antiabortista, es tam- bién gestora de la cultura de muerte capitalista por su apología sistémica del liberalismo económico. De hecho, en España las leyes del aborto que promulgó la izquierda oficial jamás fueron derogadas por la derecha cuando al- canzó el poder lo que demuestra su complicidad.

Esta complicidad procapitalista de casi todo el espectro político, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, ha quedado patente recientemente en Francia cuando de manera aberrante se ha elevado el aborto, por inmensa mayoría, a categoría de derecho fundamental, es decir derecho humano recogido en la constitución.


Porque somos socialistas, nos oponemos al aborto y a su legalización. Por la misma razón que nos oponemos a todo atentado a la vida: pena de muerte, torturas, hambre, armamentismo, guerras, destrucción del entorno natural… Sostenemos que son los valores que toda la izquierda debe defender.

Somos socialistas autogestionarios, porque defendemos la socialización de los medios de producción, porque luchamos contra cualquier explotación del hombre por el hombre, contra la explotación del imperialismo sobre los pueblos. También porque defendemos la vida humana como valor supremo.

En el mundo han sido regímenes totalitarios, comunistas, nazis y liberales capitalistas, los que han legalizado el aborto. Han sido hombres como Robert McNamara -el del Vietnam y el Banco Mundial -, quienes más han impulsado la aceptación del aborto, los que lo han impuesto como algo conveniente para el dominio del capital multinacional. Hitler lo negó para su «raza» aria, pero lo impuso para los demás bajo su dominio.

Hay vida, y vida humana personal en el óvulo fecundado que anida en la madre. Y se destroza una vida humana (horrible crueldad) al destruirle. No es parte del cuerpo de la madre: es un ser humano distinto. Como los ancianos, como los minusválidos, los discapacitados psíquicos, los incurables, los «antisociales», todos aquellos a los que la permisión del aborto pone en la lista de los futuros condenados, porque no se les va a considerar personas humanas con derecho a la vida, sino partes molestas de una sociedad que no les considera «productivos».

No hay en nuestros días una afirmación más reaccionaria -contra todo lo que se diga- que la del derecho de una persona sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de propiedad más absoluto concebible, más allá del derecho del amo sobre el esclavo. Y es una vergüenza para la izquierda que levante la bandera de ese pretendido derecho. Y más aún, que se deje que la derecha monopolice hipócritamente la oposición al mismo.

Rechazamos esa postura vergonzosa, de la que la izquierda, en la medida que han avanzado los conocimientos de la embriología, tiene que liberarse. No sólo somos izquierda y rechazamos el aborto, sino que lo rechazamos precisamente por serlo.

La vida humana es un valor supremo desde la concepción hasta la muerte natural. Y a partir de esta afirmación tenemos que desarrollar una acción decidida contra el hecho real del aborto combatiendo las causas, ayudando eficazmente a las familias, asistiendo legal y socialmente a la madre soltera, tanto a la que desee quedarse con su hijo como a la que quiera darlo en adopción.

El aborto es un odioso acto de violencia realizado contra los no-nacidos y contra las madres. La izquierda debe hacer que el vientre de la madre sea el lugar que la naturaleza ha hecho que sea: el lugar más protegido. Y que la sociedad entera lo sea también, para la madre y para los niños, antes y después de nacer.


Nota sobre este manifiesto del MOVIMIENTO CULTURAL CRISTIANO

Solo el diario «Ya» lo publicó el 26 de octubre de 1982 con su texto íntegro, con los nombres de todos los firmantes y partidos, sindicatos y organizaciones culturales y apostólicas a las que pertenecían. El diario el País lo censuró haciendo servicio una vez más a los poderosos en una democracia formal, llegando a pedir 500.000 pts por su publicación para que no saliera a la luz. En 1985 se aprueba la primera ley del aborto en el Gobierno de Felipe González.