Una buena parte de los habitantes del planeta encara el futuro con sentimientos de amenaza, impotencia y pesimismo, según un sondeo publicado ayer por el Foro Económico Mundial con motivo de su próxima reunión anual de Davos, del 21 al 25 de enero.
En una encuesta para el FORO de DAVOS se señala que el 64 por ciento de los europeos occidentales estima que las próximas generaciones vivirán en un mundo mucho menos seguro que el actual.
Una buena parte de los habitantes del planeta encara el futuro con sentimientos de amenaza, impotencia y pesimismo, según un sondeo publicado ayer por el Foro Económico Mundial con motivo de su próxima reunión anual de Davos, del 21 al 25 de enero.
El sondeo se llevó a cabo mediante entrevistas a 43.000 personas realizadas en 51 países, que constituyen un universo representativo de más de 1.100 millones de ciudadanos, según el instituto demoscópico Gallup, que lo llevó a cabo.
Casi la mitad de los entrevistados -un 48 por ciento- considera que la próxima generación vivirá en un mundo menos seguro, pesimismo más extendido aún en Europa Occidental, donde el 64 por ciento es de esa opinión.
Tanto en Norteamérica como en Sudamérica (Argentina, Perú, Ecuador y Uruguay fueron los países estudiados), predominan también los pesimistas: un 47 por ciento de los encuestados en ambos casos cree que el futuro será más negro que el presente frente a un 24 y un 23 por ciento, respectivamente, que no lo cree así.
En Asia occidental, Afganistán, la India y Pakistán, tres países con trasfondo turbulento, la gente se muestra, por el contrario, más optimista con respecto a la próxima generación: la mitad de los ciudadanos confía en que el mundo se volverá allí más seguro.
Pobre y optimista
En el caso de África, el más pobre de los continentes, abundan más los optimistas -un 38 por ciento- que los pesimistas, que son sólo un 32 por ciento.
El sondeo muestra también que la opinión mayoritaria de la gente es que su país es menos próspero hoy que hace diez años: así lo cree en Sudamérica un 66 por ciento de los encuestados, frente a sólo un 14 por ciento que opina lo contrario.
Las cifras correspondientes a América del Norte son 42 frente a 33, mientras que los europeos occidentales que opinan que sus países van peor hoy son un 49 por ciento, frente a un 32 por ciento que opina lo contrario, y en los países de la Europa del Este (ex comunistas) un 48 por ciento contra sólo un 28 por ciento que ven hoy más prosperidad.
También en este caso destacan los ciudadanos de Asia occidental, que por abrumadora mayoría -63 por ciento frente a un 20%- consideran que sus países son más prósperos ahora que hace diez años, justo lo contrario que los africanos: un 62 por ciento cree que hoy hay mayor pobreza en sus países frente a un 31 que no comparte esa opinión.
«Estos datos muestran un sombrío panorama acerca de cómo la gente común ve el futuro y su capacidad de incidir en los acontecimientos», comentó uno de los directivos del Fondo Económico Mundial, el ex presidente costarricense José María Figueres.
Sin influencia
La encuesta indica, entre otras cosas, que los individuos sienten que no tienen ninguna o escasa capacidad para influir en los factores económicos, políticos y sociales que afectan a la vida cotidiana y confían en que los actores nacionales o internacionales proporcionen la necesaria estabilidad de fondo.
Muchos países, sobre todo los del mundo industrializado, tienen una población que envejece y se observa a través de la respuesta una ansiedad genuina en todos los continentes sobre la seguridad de las personas mayores y el futuro de las jubilaciones, sobre todo en América del Sur, Japón y Corea del Sur.
Cuando se les pregunta por aspectos clave de prosperidad y seguridad en EE UU, los entrevistas se muestran más optimistas sobre su situación actual y la futura que «el ciudadano mundial promedio».
Casi la mitad -un 45 por ciento- de los entrevistados en EE UU afirma que, aunque la situación general del país pueda ser peor ahora que hace diez años, en lo personal a ellos y a sus familias les va mejor.
En Europa, los ciudadanos de los países que no han adoptado el euro como moneda oficial -Dinamarca, Noruega, Gran Bretaña e Islandia- son más optimistas al valorar tanto la situación actual como al hacer predicciones sobre el futuro.