Revista Autogestión 149 «El arte de amar con nuestra profesión»

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De cómo el poder nos quiere esclavos

Editorial

Hace unos días escuchando a un misionero español en África, conocedor de la historia de la esclavitud, contaba que los negros que eran capturados para ser esclavizados pasaban semanas a oscuras en mazmorras para acostumbrarlos a la oscuridad y así poder realizar la travesía del Atlántico rumbo a América en las bodegas de los barcos. Muchos morían antes, pero los demás intentaban por todos los medios (música, canto, danza) sostener su espíritu de libertad conservando su cultura como forma de resistencia al opresor. Eran esclavos, pero su corazón era un corazón libre. Ese espíritu los llevaría a la libertad.

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El movimiento obrero militante del siglo XIX y principios del XX también era consciente de que frente a la inmoralidad del capitalismo salvaje solo una cultura moral superior sería capaz de configurar una alternativa real. El lema de los Tres Ochos (8 horas de trabajo, 8 horas de cultura, 8 horas de descanso) era el sacramento de una revolución verdadera. La cultura obrera basada en la dignidad del trabajo y de la familia fue una alternativa real a la cultura burguesa. Pero esta cultura obrera fue dilapidada por el materialismo de las ideologías, especialmente del marxismo. Cuando se acepta el materialismo y el utilitarismo, el capital ya anida en nuestros corazones, aunque nos creamos revolucionarios o progresistas.

En nuestro país el 13% de los trabajadores son trabajadores pobres, es decir, que sus ingresos están por debajo del umbral de la pobreza.

En España tenemos un paro juvenil crónico de más del 50% lo que impide que muchos jóvenes puedan plantearse la independencia para formar una familia. El 60% de los trabajadores del mundo carece de contrato laboral y prestaciones sociales y el 50% cobra salarios de hambre. En nuestro país el 13% de los trabajadores son trabajadores pobres, es decir, que sus ingresos están por debajo del umbral de la pobreza. En Japón casi 100.000 trabajadores al año se «autoexcluyen» de la vida familiar y social por razones laborales. Suicidios, esclavitud, divorcio, … son consecuencia de la degradación laboral. Los datos se acumulan y son incontestables. Se está imponiendo una nueva dictadura del capital contra el trabajo. El paro, la precariedad son formas de violencia estructural para disciplinar a la sociedad como señaló el gran economista polaco Michał Kalecki. Pero la consecuencia más devastadora es, sin duda, que millones de vocaciones profesionales son anuladas y/o degradadas. No se trata sólo de explotar sino de conquistar el corazón de las personas.

El sistema ha creado un dualismo laboral salvaje en el que una minoría de trabajadores de la llamada sociedad del conocimiento dispone de «buenas» condiciones laborales y una inmensa mayoría están sometidos a la precariedad, la explotación y la esclavitud. Así, el sometimiento de lo profesional se hace de dos maneras: Una, aplastando por la fuerza la vocación profesional de la mayoría; y otra, corrompiendo la vocación de los profesionales demandados por el actual sistema.

Los responsables de recursos humanos son conscientes de que deben dar un sentido a sus trabajadores, por lo menos a aquellos que más necesitan por su motivación o creatividad. Resulta que el ser humano, todos los seres humanos, buscan un sentido para sus vidas que no se reduce a poder consumir más. Para ello se tienen que inventar diferentes legitimaciones especialmente para que el trabajador se identifique con la empresa y ese sea el culmen de su autorrealización.

Se oyen frases como «la empresa es un equipo, una familia», «todos vamos en el mismo barco» etc. Si esto no es suficiente se promueve un dualismo vital que induce a que te conformes con lo que tienes siempre y cuando luego, en tu tiempo libre, si lo tienes, puedas desarrollar una vida algo más edificante siendo voluntario en una ONG (de la misma empresa si es posible); o apadrinando un niño pobre o a un animal en vías de extinción; o haciendo algún tipo de actividad alienante que te evada de la realidad.

El poder económico, por tanto, mediático y político, impone un falso realismo para anular la vocación en general y la vocación profesional en particular y promocionar una adaptación mejor al medio laboral fundamentada en el individualismo y en la competencia salvaje. Aceptar esta mentalidad significa haber firmado el acta de esclavitud.

Nosotros apostamos por cultivar y desarrollar la vocación profesional como servicio al Bien Común (Justicia, Solidaridad, Libertad). No se trata de conseguir una falsa felicidad individual o una autorrealización. Se trata de promocionar personas libres, que intentan trabajar juntas para solucionar los problemas y las necesidades reales de la sociedad como forma eficaz de encontrar el verdadero sentido y plenitud de la vida.