Haití: Caos y violencia contra las familias y los niños.

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Haití vive sumido en el caos, en la violencia y en el hambre. La Iglesia católica, presente en este territorio desde el siglo XVI, ha sido testigo y protagonista de la historia de este pueblo, que busca afanosamente la paz y la justicia.

Niños y familias en medio de la violencia y la impunidad.

Hace unos días las pandillas incrementaban su arremetida contra el centro de la capital haitiana, prendiéndole fuego a una escuela y saqueando farmacias al otro lado de la calle del mayor hospital público del país.

Hombres armados asaltan el Palacio Nacional de Haití

Los ataques realizados en marzo, marcan casi un mes desde que hombres armados empezaron a atacar instalaciones en Puerto Príncipe incluyendo estaciones policiales, el principal aeropuerto internacional – que sigue clausurado – y las dos mayores prisiones de Haití, desde donde se fugaron más de 4.000 presos.

“La violencia y la inestabilidad en Haití tienen consecuencias mucho más allá del riesgo de la violencia en sí”, dijo Catherine Russell, la directora ejecutiva de UNICEF, en un comunicado el martes. “La situación está creando una crisis de salud y nutrición infantil que podría costarle la vida a un sinnúmero de niños”.

El número de niños en Haití que se estima sufren de desnutrición aguda severa -HAMBRE- ha aumentado en 19% este año, según UNICEF. Aparte de eso, alrededor de 1,64 millones de personas están al borde de la hambruna.

“Esta crisis de desnutrición es totalmente hecha por el ser humano”, indicó Russell.

La violencia ha obligado al cierre de vías y hospitales, y le ha impedido a los grupos de auxilio llevar ayuda humanitaria justo en momentos en que más se necesita.

Solo dos de los cinco hospitales de Haití están funcionando, según UNICEF. Además, la violencia en Puerto Príncipe ha impedido la distribución de suministros de salud y nutrición a por lo menos 58.000 niños que están severamente desnutridos, indicó la agencia.

Entretanto, países miembros del grupo regional conocido como Caricom han pedido acelerar la formación de un consejo presidencial transicional, con la esperanza de que ayude pronto a sofocar la violencia.

El consejo sería responsable de elegir a un nuevo primer ministro y a un nuevo consejo de ministros. El primer ministro Ariel Henry, quien fue impedido de regresar a Haití cuando comenzaron los ataques, ha dicho que renunciará una vez sea creado el consejo.

Sin embargo, persisten varios obstáculos para la creación del consejo, que estaría integrado por nueve miembros, siete de ellos con poder de voto.

René Jean Jumeau, quien fue nominado para representar el sector religioso de Haití en un cargo que no tendría poder de voto, renunció.

“La necesidad de una acción concreta es demasiado grande como para permanecer pasivo, como si fuera un espectador”, expresó en su carta de renuncia entregada al consejo.

Entretanto, Himmler Rébu, excoronel del ejército haitiano y presidente del Gran Movimiento por la Revolución de Haití, un partido que obtuvo un asiento en el consejo, vaticinó el martes que el consejo fracasará.

En declaraciones a Radio RFM 104.9, Rébu indicó que los funcionarios deberían pasar rápidamente al Plan B, que según dijo involucraría dar poderes a un magistrado de la Corte Suprema de Haití para que seleccione a los nuevos líderes del país.

Entre los partidarios de ese plan está la Federación Protestante de Haití, que emitió un comunicado a favor de seleccionar a un magistrado de la Corte Suprema que sea presidente interino y que ayude a elegir a un primer ministro.

Funcionarios caribeños dijeron que no tienen programada ninguna reunión adicional con nominados al consejo esta semana, ya que han pedido más tiempo para resolver problemas internos que no identificaron.

La iglesia católica en Haití

Haití es un país que sufre desde hace décadas la pobreza, la violencia, la inestabilidad política… La Iglesia católica, presente en este territorio desde el siglo XVI, ha sido testigo y protagonista de la historia de este pueblo, que busca afanosamente la paz y la justicia.

La Iglesia católica cuenta con diez diócesis, incluidas dos archidiócesis, que abarcan 251 parroquias y alrededor de 1.500 comunidades rurales cristianas. El clero indígena tiene alrededor de 400 sacerdotes diocesanos y 300 seminaristas. Además, hay numerosas congregaciones religiosas, tanto masculinas como femeninas, que se dedican a la educación, la salud, la pastoral social y la evangelización.

La Iglesia católica es una de las instituciones más respetadas y valoradas por la población haitiana, que es mayoritariamente cristiana. Según el censo de 2015, el 54,7 % de los habitantes se declaran católicos, el 28,5 % protestantes y el 15,4 % practican el vudú, una religión sincrética de origen africano.

Historia reciente:

La situación política actual en Haití es muy compleja y conflictiva. El país vive una crisis constitucional desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021. El primer ministro Ariel Henry, que asumió el poder sin el aval del Parlamento, ha enfrentado protestas y reclamos de la oposición, que exige la formación de un gobierno de transición y la convocatoria a elecciones libres y justas. Además, Haití sufre una grave crisis humanitaria, de seguridad y de salud, agravada por la pobreza, la violencia de las pandillas, el hambre, la escasez de combustible y el brote de cólera.

Los religiosos haitianos han expresado también su alarma ante la violencia perpetrada por los grupos armados ilegales y por quienes los financian, que «detienen la locura asesina del odio» y del «desprecio por la vida». Han exigido el cese de los secuestros, los asesinatos, las violaciones y los saqueos que siembran el terror entre la población.

La Iglesia católica ha ofrecido siempre, su servicio y su solidaridad a los más necesitados, especialmente en los momentos de mayor emergencia, como el terremoto de 2010, que causó más de 200.000 muertos, o la pandemia de Covid-19, que ha agravado la crisis sanitaria y económica del país. La Iglesia ha brindado ayuda humanitaria, atención médica, apoyo psicológico y reconstrucción de infraestructuras, gracias a la colaboración de diversas organizaciones católicas internacionales, como Cáritas, Manos Unidas, Ayuda a la Iglesia Necesitada o la Fundación Populorum Progressio.

La Iglesia en Haití es una luz de esperanza que ilumina la oscuridad de la desesperación. Es una Iglesia que, como dijo san Juan Pablo II en su visita al país en 1983, «no se cansa de proclamar el Evangelio de la liberación integral del hombre, de su dignidad, de sus derechos, de su destino eterno». Es una Iglesia que, como rezó el papa Benedicto XVI en su oración por Haití en 2010, «no pierde la fe y la esperanza, sino que se fortalece en la caridad y en la comunión».

Fuente:
El Debate y Los Ángeles Times