OTRAS ECONOMÍAS SON POSIBLES

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La caída del muro de Berlín dio lugar a la reflexión, tan superficial como interesada, de que, caída la economía comunista, ya no cabía más alternativa posible a la economía capitalista y por tanto se podía afirmar que habíamos llegado al final de la Historia….

Por Alfonso Gago
Fecha Publicación: 3 de enero de 2005
uente: Lahorade.com

La caída del muro de Berlín dio lugar a la reflexión, tan superficial como interesada, de que, caída la economía comunista, ya no cabía más alternativa posible a la economía capitalista y por tanto se podía afirmar que habíamos llegado al final de la Historia.

El primer gran error de esta teoría del final de la Historia humana con la caída del sistema económico comunista (el muro no lo tiraron las armas sino los negocios internacionales y en razón de los propios negocios) es el de reducir la condición humana a pura economía. Eso es como decir que un coche consiste en cuatro ruedas y dos puertas.

La importancia que tiene la evolución de la Economía en la evolución de la historia humana fue una aportación innegable del marxismo al acerbo cultural de la humanidad, y con toda rigurosidad hay que reconocer este mérito a la filosofía marxista. Pero este reconocimiento no es contradictorio con la denuncia de los estragos que ha producido y produce el reduccionismo, de izquierdas y de derechas, de considerar a la economía como el único (yo diría que ni siquiera el más importante) factor determinante de la evolución histórica de la humanidad.

El historiador Toymbee, demostró con toda rigurosidad, que los grandes avances de la humanidad los han propiciado los más débiles económicamente. La historia de Europa y América no se entiende sin la profunda cimentación que produjeron los primeros seguidores de un carpintero crucificado por los romanos y la pobreza económica de las órdenes religiosas y mendicantes a través de la Baja, Media y Alta Edad Media.

La sociología moderna y contemporánea no se entiende sin la aportación esencial de la cultura gremial y obrera, detonante de los grandes movimientos sociales desde los albores del siglo XVIII hasta la segunda mitad del siglo XX. La economía contemporánea está dinamizada por las tecnologías de la información que, siendo patrimonio de toda la humanidad, están produciendo la paradoja de que hoy como nunca está al alcance real de la economía el proporcionar el estado del bienestar superabundante para todos los hombres y sin embargo nunca la humanidad sufrió tanta hambre y miseria como en la actualidad.

Toda la Doctrina Social de la Iglesia, desde el Evangelio hasta la última alocución de Juan Pablo II, no han hecho nada más y nada menos que defender la inalienable dignidad de toda persona , garante de derechos y deberes inviolables, por encima de toda estructura económica, política, social ó cultural. Esta doctrina, a la que los laicos católicos estamos llamados a dar vida institucional en medio de la sociedad, se concentra muy bien en dos principios económicos irrenunciables para toda economía justa: El destino universal de los bienes del universo y la supremacía del trabajo humano sobre el capital.

La única esperanza institucional de los pobres del siglo XXI (el 75% de la humanidad) es una Iglesia Católica desposeída de todo poder político y económico, maestra en humanidad y enfrentada a todo imperialismo prepotente del signo que sea. Una Iglesia Católica en donde los laicos manifestemos la adultez a la que nos llama la misión específica que dimana de nuestro bautismo y que el concilio Vaticano II nos dibujó con meridiana claridad.

Esa es la espina dorsal de la Historia de la Civilización Occidental, le guste o no le guste al capitalismo transnacional o al imperialismo progresista y superficial de las izquierdas. Sin este reconocimiento de la propia identidad de nuestra historia social, ¿cómo se puede plantear con la más mínima seriedad un diálogo de civilizaciones? La superficialidad de los que chaquetean con la identidad colectiva de los pueblos desde la coyuntura del poder político, aliado con cierto sector económico, han sido los grandes estorbos que han desafinado el maravilloso concierto que los débiles de cada sociedad han ido interpretando a lo largo de la Historia.

Cada vez me admiro más de la capacidad de inventiva de pequeñas empresas a lo largo y ancho de nuestro planeta así como de la falta de eficiencia de los enormes recursos que utilizan las corporaciones transnacionales, y sus lacayos políticos, para aprovecharse del trabajo y de la tecnología que desarrollan las pequeñas empresas que trabajan para ellas. Son millones y millones de pequeñas empresas y trabajadores autónomos, verdaderos artífices de las tripas de los productos que venden las grandes empresas; siendo suyas, solamente las marcas o, a lo sumo, algo de las carcasas de dichos productos.

«Hoy de nuevo he tenido que demostrarle a los ingenieros de «XXX» (una multinacional europea) que los diseños que me han mandado no sirven para nada. Que los diseños que funcionan son los que les hemos mandado nosotros», me comentaba hace unos días un mecánico dueño de una pequeña empresa y sabio que nunca pisó la universidad. Continuaba después diciendo: «Lo gracioso del caso es que nuestros diseños los ponen en los documentos de la empresa como diseñados por ellos… en fin, lo que al final cuenta es que las piezas me las siguen comprando a mí…»

Eso sí, esos emporios supuestamente tecnológicos son, al igual que los chulos del mercado de la prostitución, los que controlan el mercado de las altas tecnologías. Son los que añaden, para su propio beneficio, los altos márgenes con que se venden estos productos. Es un verdadero entramado burocrático, entretejido con el alto funcionariado y los bajos fondos que mueven los hilos políticos. Constituyen los enormes lobbys de presión política, que no dan la cara en los procesos electorales, pero que son decisivos en la mayor parte de gestiones y negociaciones que preceden a los actos formales de las votaciones parlamentarias. Todo ello con buenas formas, aparentemente legales, y con las sonrisas de un bamby.

No es cierto que la alternativa a la economía neoliberal sea la economía progre de los gobiernos de izquierdas hipotecados hasta las trancas con los «polancos» de turno de cada país y que canalizan para su provecho partidista, en el menos malo de los casos, y para el enriquecimiento corrupto individual en todos los casos, los descontentos que la economía capitalista produce en la sociedad. Existen miles y miles de fórmulas de economía autogestionaria que los pequeños podrían gestionar si se decidiesen a organizarse solidariamente desde el poder moral que les da el hecho de que ellos son los que generan más del noventa por ciento de la economía productiva.

El que esas otras economías son posibles es lo que estamos tratando de demostrar desde las empresas de Economía de Comunión, AIS (Asociación por un Interés solidario), Uno-Comunicación, Fundación Solitec (por la solidaridad tecnológica), Tecnosol S.L. (Tecnología solidaria), Solutec (Soluciones tecnológicas solidarias), Proyecmática S.L.,. … y queremos demostrarlo no sólo porque se pueda demostrar en los papeles de la contabilidad y la descripción académica de nuestra actividad económica sino por la realidad de unos productos de igual o mejor calidad que los de la economía lucrativa, unos puestos de trabajo más dignos que los de las multinacionales, y unos beneficios que no engordan chequeras particulares sino que financian el crecimiento de la red solidaria que nos sostiene.

Poco a poco estamos demostrando que esas muchas otras economías, a la medida de la dignidad de las personas, no sólo son posibles sino que ya no podemos entender nuestras vidas sin ellas… únete a nosotros… ven y verás.