Es posible encontrar a Dios en Internet y la Iglesia tiene el deber de anunciarlo

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Si es posible encontrar a Dios en Internet, entonces la Iglesia tiene la obligación de anunciarle en este areópago. Este es el silogismo que propone el arzobispo John P. Foley, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales.

ROMA, lunes, 6 junio 2005 (ZENIT.org).-

«Internet puede ser un nuevo camino hacia Dios, una llamada a la Iglesia para interrogarse sobre las oportunidades que ofrecen los nuevos medios para informar, educar, rezar y evangelizar, para llevar a todo lugar la Palabra de Dios, para llegar incluso a quien vive en la soledad y que quizá no abriría nunca la puerta de su casa», considera el prelado estadounidense.

Monseñor Foley ofreció estas reflexiones al intervenir este lunes en Roma en el encuentro sobre «Internet y la Iglesia católica en Europa», promovido por el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa.

«La Iglesia, en cuanto trasmisora de la Revelación de Dios, tiene la tarea de comunicar la Palabra y debe alentar el uso de Internet para el bien común, para el desarrollo de la paz y de la justicia, en el respeto de la dignidad personal y con espíritu de solidaridad», señaló

Por este motivo, consideró, la red es «el areópago de nuestro tiempo, el instrumento para difundir el mensaje cristiano, pero es necesario educar en su utilización, pues al igual que en toda realidad que nos rodea, el elemento positivo se contrapone al negativo, creando confusión y falsos valores».

«Sí, Dios puede encontrarse en la red –aseguró–. Y entre los millones de personas que todos los días navegan en Internet, muchos pueden encontrar palabras de esperanza, confrontarse con otras experiencias culturales y espirituales, abatiendo las barreras ideológicas, hasta descubrir nuevos horizontes».

Si «Dios sigue dialogando con la humanidad a través de la Iglesia», reconoció, entonces «la Iglesia debe asumir su propia responsabilidad ante los nuevos medios de comunicación».

Para ello, consideró que son necesarios «criterios precisos de discernimiento y con intención pedagógica, para que tanto los que operan en el sector como los que utilizan la red sepan escoger y con madurez en un contexto de información y desinformación cada vez más amplio y confuso».

La conclusión de monseñor Foley fue clara: «es imposible quedarse con los brazos cruzados a contemplar este mundo que cambia tan rápidamente y es necesario recordar que la voz de Dios puede elevarse por encima de otras muchas voces, pues desde siempre habla al hombre y trata de alcanzarle con todos los medios posibles, a veces inimaginables».