Benedicto XVI advirtió este viernes que una democracia sin valores puede degenerar fácilmente en un totalitarismo, «visible o encubierto».
CASTEL GANDOLFO, viernes, 26 agosto 2005 (ZENIT.org).-
La advertencia del Papa la escuchó el nuevo embajador de Paraguay ante la Santa Sede, Gerónimo Narváez Torres, diplomático de carrera, al entregar sus cartas credenciales al pontífice.
En su discurso, el Papa constató la oportunidad que se abre para el país latinoamericano tras restablecer «la legitimidad de la Suprema Magistratura del Estado», tras las últimas elecciones generales.
«Se han creado las bases que hacen esperar en una mayor estabilidad institucional», reconoció.
Por este motivo, pidió «el ejercicio de una verdadera democracia» que, «por la participación del pueblo, lleva a cabo el gobierno de una nación cuando se inspira en los valores supremos e inmutables y hace posible que el acervo cultural de las personas y el progresivo desarrollo de la sociedad responda a las exigencias de la dignidad humana».
Según el obispo de Roma «la paz es el primero y sumo bien de una sociedad; supone la justicia, la libertad, el orden y hace posible todo otro bien de la vida humana».
Citando a Juan Pablo II, advirtió asimismo que «una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia, puesto que, sin una verdad última que guíe y oriente la acción política, las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder».
Ante el representante de Asunción, el sucesor de Pedro confirmó que «la Iglesia proclama y defiende sin cesar los derechos fundamentales, por desgracia violados aún en diferentes partes de la tierra».
Asimismo, subrayó, «se esfuerza por lograr que se reconozcan los derechos de toda persona humana a la vida desde su concepción, a la alimentación, a una casa, al trabajo, a la asistencia sanitaria, a la protección de la familia y a la promoción del desarrollo social, en el pleno respeto de la dignidad del hombre y de la mujer, creados a imagen de Dios».
Benedicto XVI recordó a los gobernantes «no deben cesar, por muy grandes que pudieran ser las dificultades, en su empeño» de poner estos derechos en práctica. «Lo requiere cada persona que forma parte de su nación», exhortó.
De los más de 6,3 millones de habitantes de Paraguay, el 85% están bautizados en el seno de la Iglesia católica.