March, financiero de Franco, y Polanco, vidas paralelas y nada ejemplares

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Poco tiene que envidiar Jesús Polanco, dueño del grupo Prisa, al legendario Juan March Ordinas, ‘el pirata del Mediterráneo’. Como aquel, su poder ha llegado al Parlamento con todos los gobiernos de la democracia. La llegada de Zapatero, cual moneda de cambio, le ha servido para conseguir uno de sus últimos objetivos dinerarios, una televisión en abierto

Por Jesús Cacho

Francisco De Asís Cambó Batllé, Ministro de Fomento y de Hacienda con Maura entre 1918-1921, profirió años después un juicio severísimo sobre Juan March Ordinas, el pirata del Mediterráneo, al que había padecido en el ejercicio del cargo: «El asunto March ha sido el más escandaloso que ha habido en el mundo, porque durante 11 años, el señor March ha tenido a su disposición a los presidentes del Consejo y a los Ministros, y ha mandado en España. Destituía Gobiernos a su antojo y su influencia llegaba al Parlamento». Bueno, Jesús Polanco lleva ya cierta ventaja sobre el increíble March. Su reinado, edificado bajo los Gobiernos de Felipe González, dura ya casi tanto como el de Juan Carlos I, va para más de 20 años y promete durar algunos más. Tal vez sea un guiño de la Historia, o una broma del destino, que el nieto de aquel March, de nombre Carlos March Delgado, sea, además de socio, uno de los íntimos de Polanco, a quien distingue con especial afecto en las fiestas mallorquinas.

El periodista y escritor Frank Jellinek hizo en 1938 esta descripción del personaje: «Financiador de una guerra civil a gran escala, simplemente no reconocía las convenciones. Completamente cínico, sin ningún escrúpulo y completamente egoísta, él representa el moderno pirata que no infringe la ley sino que simplemente la ignora». La definición vale para muchos de nuestros grandes ricos patrios. Nuestros millonarios de siempre han renunciado a cambiar las cosas, a hacer posible una sociedad civil potente, a separar lo público de lo privado, a dar ejemplo de moralidad en el cumplimiento de la ley. No les merece la pena el esfuerzo. Ellos no creen en nada y les resulta más rentable utilizar al poder político en provecho propio. Al fin y al cabo los políticos tienen el BOE en sus manos, asunto muy a tener en cuenta por los amos del dinero, pero quienes lo manejan tienen que comer y preocuparse por su futuro y el de su prole para el día en que el voto de la masa aturdida les mande definitivamente a casa.

«Ahora se tiene la persuasión de que Juan March es un trapisondista, pero extremadamente hábil. Cien ojos están escudriñando su historia, y aún no le han probado ningún delito», decía Manuel Azaña en 1932, siendo ya presidente del Gobierno de la II República. No hay más ciego que el que no quiere ver. La habilidad de March residía en llevarse bien con derechas e izquierdas. Lo mismito que Jesús Polanco, vidas paralelas y nada ejemplares, ejemplo de esa ideología transversal que no se para en barras. El buque insignia de su flota editorial, el diario El País, es fiel reflejo de ese arte que consiste en compaginar la complicidad con el comunismo tercermundista de un Fidel Castro, o los afanes golpistas de un Chávez, con su acreditado acoplamiento al más rancio capitalismo español. Se trata de poner una vela a Carlos Marx y encender las hogueras de San Juan para Carlos March. ¿Elegir entre Don Carlos Marx y Carlitos March? Nunca jamás. En el magro magín ideológico de Polanco no existe problema en conjugar los extremos.Todo es cuestión de dinero. El negocio de la libertad. «La riqueza no se crea ni se destruye, solamente cambia de bolsillo», dijo el viejo March. El problema en España es que la riqueza casi siempre va a parar a los mismos bolsillos.

Jesús Polanco ahora, como antaño Juan March, tiene a su disposición a presidentes del Gobierno y no digamos ya a sus ministros. Su capacidad para cambiar Gobiernos quedó sobradamente demostrada en marzo de 2004. Tras la fenomenal exhibición de poderío que supuso entronizar en Moncloa a un hombre, José Luis Rodríguez Zapatero, falto de un hervor, el dueño de Prisa se hizo su propia cesta de la compra: quería una rebaja del IVA en los libros de texto; un cambio en la legislación que definitivamente le liberara de tener que cumplir la sentencia del antenicidio y, ya puestos, un cambio legal adicional que le permitiera emitir en abierto con su Canal Plus, que no es cuestión de ver a Antena 3 y Tele 5 forrarse con la publicidad sin poder participar en el festín. Es lo que tiene en España apellidarse March o Polanco: cuando quieren algo lo cogen y punto. Y si alguien se resiste viene Matías Cortés y suelta eso de «Jesús, suéltales el periódico…» Decía Eleanor Roosevelt que «un hombre rico es el que gana cien dólares más al año que su cuñado», pero la buena señora no conocía la avaricia de nuestros ricos. Quince meses después de la llegada de ZP al poder, las tropas de Jesús Polanco han alcanzado sus últimos objetivos dinerarios, aunque eso no quiere decir que el tycoon haya agotado su lista de pedidos.

Cuando los primeros ecos del nuevo pucherazo empezaron a llegar a los competidores de Polanco, un audaz italiano gestor de Tele 5, de nombre Paolo Vasile, tuvo los santos redaños de afirmar que «si el Gobierno cede y le da un canal en abierto a Polanco, sería como un golpe de Estado». El presidente acusó el golpe, y días después le reprendió recomendando «a ese ciudadano italiano que modere su lenguaje». Muchas almas cándidas elogiaron tan admirable despliegue de talante sin sospechar que, el señor presidente del Gobierno, en un ataque de soberbia propio de quienes caminan ya ahítos de poder, mandó a Roma al ex presidente Felipe González con la misión de pedir a Berlusconi (Grupo Mediaset, 50,1% de Tele 5) el cese fulminante de su hombre en Madrid. Dice Max Weber que «Poder es la posibilidad de imponer la propia voluntad al comportamiento de otras personas». Vasile sigue conservando su cabeza, pero las fuentes aseguran que «está de salida». Zapatero se saldrá con la suya. ¡Toma talante!

«Todo el mundo está esperando comprobar qué grado de libertad tiene Zapatero respecto de Polanco», aseguraba Vasile. «Es decir, si el presidente puede gobernar como cree que debe hacerlo o si, por el contrario, tiene que pagar deudas pendientes». Las tenía. Con el viento a favor del poder político, Jesús Polanco cierra el círculo de un formidable grupo multimedia compuesto por el periódico de mayor tirada, la cadena de radio de mayor audiencia, una televisión en abierto con la que reforzar aun más su cuenta de resultados, y el monopolio de la televisión digital de pago, regalo made in Gobierno Aznar, porque esa es una de las características del de Santillana: que tiene también atada en corto a la derecha española, masoquista ella, y si antes era Rato, amén del siempre evanescente Gallardón, los que se disputaban la comunicación directa con el editor, ahora es Rajoy quien le confiesa sus secretos y, si se tercia, le pide excusas.

Sólo le falta al cántabro (sobrado, por lo demás, de editoriales, cines, hoteles y demás iconos de la industria del entertainment) una productora audiovisual potente para cerrar el circuito, y ese parece ser el destino del 24% del Grupo Arbol (Globomedia) que Vocento vendió a los propios accionistas de la productora (Miguel Contreras), ahora inmersa en un proceso de fusión con MediaPro (Jaume Roures), gente elegante toda del socialismo burgués, amigos del Presidente, contertulios habituales suyos, quienes, utilizando al Grupo Zeta de mascarón de proa, se aprestan a adjudicarse el nuevo -y único- canal analógico que el ministro Montilla saca a subasta (es un decir). Lo cual está muy bien, porque así Miguel Barroso, secretario de Estado de Comunicación, no tendrá que irse a trabajar a Prisa cuando cese, como tuvo que hacer Miguel Gil, jefe de gabinete durante años de González.

Y es que Jesús Polanco les recoge a todos amorosamente en su seno cuando acaban sus trabajos en el Gobierno de la nación.El sello que «la organización Polanco» (en expresión de Alvarez Cascos) imprime a la realidad española es una de esas situaciones que deberían avergonzar a todo verdadero demócrata. En «El Negocio de la Libertad» escribí: «¿Realmente se trata de un simple acuerdo de socorros mutuos entre un Gobierno y un grupo empresarial privado, un do ut des centrado en la concesión de favores económicos a cambio de cobertura y apoyo informativo, o estamos ante algo mucho más serio y profundo? ¿Es el PSOE de Prisa o es Prisa del PSOE?» Es el gran misterio que nadie ha podido resolver, de momento.Una enmienda a la totalidad de nuestra sedicente democracia.