El Papa ora en enero por la acogida cristiana de los emigrantes

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Benedicto XVI rezará en especial este enero «para que los cristianos acojan con respeto y caridad a los emigrantes reconociendo en ellos la imagen de Dios».

Doscientos millones de personas en el mundo

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 1 enero 2006 (ZENIT.org)

Así lo anuncia la intención misionera del Apostolado de la Oración que el Santo Padre asume como propia para ofrecer sus oraciones y sacrificios junto a miles de laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos del mundo entero.

La oración del Papa tiene como preocupación directa más de 200 millones de personas «que viven y trabajan en la actualidad en un país distinto del que nacieron, un signo de los tiempos y un fenómeno que transforma países enteros».

Es cuanto apunta el arzobispo Silvano Tomasi C.S. –nuncio apostólico-observador permanente de la Santa Sede ante la ONU y Organizaciones Internacionales en Ginebra– en su comentario de la intención de oración, líneas que ha difundido la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos.

Medio año atrás se dirigía Benedicto XVI a estos emigrantes deseándoles que «encuentren siempre en su camino rostros amigos y corazones acogedores, que puedan sostenerlos en las dificultades de cada día», recuerda el prelado (Cf. Zenit, 5 junio 2005).

«En estas palabras el Papa acogía la tradición de amor de los santos de la Iglesia a los emigrantes (…) e indicaba el camino hacia el futuro: la acogida», siendo ésta «una característica del modo de ser de Jesús, de su relación con los otros», según describe el Evangelio, explica monseñor Tomasi.

De acuerdo con el observador de la Santa Sede ante la ONU, «la acogida cristiana no tiene límites ni prejuicios de raza, color, cultura; antes bien es un test para el día del juicio»: «Bendito y salvado es quien ha acogido, porque detrás de todo rostro necesitado estaba escondido el Hijo de Dios: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era extranjero y me acogisteis” (Mt 25,35)».

De hecho, «el amor, que debe ser la divisa del cristiano, exige una actitud de positiva apertura» que «deberá también concretarse en comportamientos de disponibilidad operativa frente al extranjero» que abandona su propia tierra en busca de un futuro mejor, exhorta el prelado.

En su opinión «expresión visible del amor» serán «políticas y leyes ecuánimes, estructuras dignas, procedimientos transparentes, apertura a la convivencia constructiva», entre otras actitudes.

«No hay pues –subraya monseñor Tomasi– lugar para la segregación territorial y social, elegida o impuesta, como enseña la Doctrina Social de la Iglesia, en particular en los documentos referentes a los emigrantes como ”Erga Migrantes Caritas Christi”».

«La buena acogida abre a la integración –constata– y hace de las migraciones (…) una fuerza para el desarrollo de los países de origen y de llegada».

Pero la acogida –que «supera la simple aceptación de la diversidad cultural»– «no es sólo un deber cristiano para el éxito económico y para una buena integración socio-política», sino que supone un momento de reflexión, de diálogo religioso y de misión, alerta.

«Está claro que las misiones nos han venido en las nuevas poblaciones llegadas de lejos que nos interpelan respecto al anuncio explícito del mensaje evangélico, el mayor acto de caridad que podemos ejercer con ellos», advierte el arzobispo Tomasi.

Por su parte, «los emigrantes católicos (…) pueden convertirse en testigos de vida cristiana en el entorno que les acoge», recuerda.

El Papa también reza todos los meses por una intención general, que en el mes de enero dice así: «Para que el esfuerzo por hacer realidad la plena comunión de los cristianos acrezca la reconciliación y la paz entre todos los pueblos de la tierra».