Me siento como un esquizofrénico, pensando de una manera y viviendo de otra

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Entrevista a Vicente Romero, reportero de 'Informe Semanal'.

Vicente Romero, el prestigioso reportero de TVE que ha recibido diversos premios, comenta:

«El premio más importante ha sido un dibujo de mi hija en el que escribió: «al mejor papá», igual de injusto que todos los demás.»

Vicente Romero ha dado la vuelta al mundo poniendo imagen y sonido a la realidad pura y dura de «un mundo injusto que el sistema quiere ocultar y mucha gente no quiere ver». Lo que le ha acarreado algunos disgustos, porque no corren tiempos para la lírica. Perplejidad.

Pregunta: Después de tantas correrías por todo el mundo mundial, ¿qué conclusiones vas sacando?

Respuesta: Mi único estado de lucidez posible ante lo que veo es la perplejidad. Me siento incapaz de entender, y menos aún de aceptar, la situación actual del mundo, y me sorprende la ceguera con la que la contempla el mundo al que nosotros pertenecemos.

P: ¿Cuál es el país que más te llama la atención?

R: EE.UU., sin duda. Dentro de la terrible pobreza que sufren tantos países, me parece EE.UU. es el más pobre, mental y espiritualmente, y digno de compasión. Es el más desinformado y empeñado en la sin razón, no por culpa de los propios estadounidenses, sino de los que realmente gobiernan el país, los que imponen el orden mundial, que más bien habría que llamarlo desorden mundial, como son las grandes corporaciones económicas internacionales.

La mirada crítica

P: ¿Con qué mirada contemplas los países adonde vas a grabar tus reportajes?

R: La mirada de una persona que trata de ver las cosas por sí mismo y no como algunos se empeñan en contárnoslas, a veces falsificadas. De pequeño me decían que siempre hubo pobres y ricos, pero nunca los pobres fueron tan pobres y los ricos tan ricos como ahora. Y parece que esa tendencia va a continuar.


Hay países en los que todo lo que tiramos aquí, ese pedazo de pan o de filete que irá al cubo de la basura, es una riqueza codiciada por mucha gente. Y, sin embargo, ves que esa pobre gente tiene mucha más naturalidad, cordialidad y confianza que nosotros y te sorprende su sonrisa. A veces sientes que te miran como a un tipo raro, como un habitante de otro planeta, y no obstante, te acogen y te ofrecen lo poco que tienen. Recuerdo haber pinchado la rueda del coche en medio de una riada de refugiados que huían de Ruanda, gentes famélicas, desorientadas y asustadas, y se detuvieron para levantarnos el coche a pulso porque no teníamos gato, mientras cambiábamos la rueda. Un puñado de pobres ayudando a salir del apuro a un puñado de ricos. Un gesto tan sorprendente como ejemplar.

Autómatas y personas

P: ¿Qué nos pueden enseñar los pobres?

R: Todo lo que nos han hecho olvidar a base de inyectarnos televisión en vena y hacernos creer que valemos por lo que tenemos. No es tanto una cuestión de pobres y ricos cuanto una cuestión de autómatas y personas. Estamos en una sociedad de autómatas cuyos únicos valores indiscutibles son los valores bursátiles.

P: ¿Ves salida al túnel?

R: Sinceramente, no. Pero hay que seguir actuando como si tuviera salida. Las esperanzas en un cambio del actual orden mundial, desorden mundial mejor dicho, son muy pocas porque los políticos de nuestro sistema han aceptado el papel de limitarse a discutir cómo regular los semáforos del tráfico, los económicos y los sociales. Discuten la ordenación del sistema, pero el sistema en sí no lo quiere cambiar nadie. Se ponen fronteras estéticas, como es dar el 0,7 por ciento, que no cambian la raíz del problema.

Tráfico de armas

P: ¿Y qué nos dices del tráfico de armas?

R: Que es un secreto a voces. Hay una ley de secretos oficiales pactada por todos los partidos políticos que impide conocer a quienes vendemos armas, a qué precio y en qué condiciones. Pero no sólo les vendemos armas, sino que les compramos sus diamantes y su oro sin pedir un certificado de origen que garantice que no vienen de países en guerra. Compramos productos elaborados en el Tercer Mundo sin exigir una certificación de que no ha habido trabajo infantil, explotación de mano de obra… Habría que hacer un «código de calidad ética» igual que existen códigos de calidad material de los productos exigiendo garantías. La única etiqueta que parece que nos preocupa es la del precio.

La culpa no es de los periodistas

P: ¿Por dónde empezamos el tema de la comunicación en la era de las comunicaciones?

R: La verdadera comunicación empieza en casa. A los padres les resulta mucho más fácil echarnos la culpa a los periodistas que sentarse a hablar con sus hijos todos los días, desde que son pequeñitos. Sería una comunicación estupenda discutir también los telediarios y ver los programas infantiles con nuestros hijos. La educación empieza en casa. Sucede como en la alimentación. Si tenemos una generación de niños gordos, no se puede culpar a los McDonals, hay que culpar a los padres que enseñan a los niños a entrar en los McDonals.

P: ¿Qué nos dices de la telebasura?

R: No hay que superpro- teger a los hijos. Tienen derecho a equivocarse. Yo he discutido con mi hijo lo que es la telebasura, pero no le he prohibido que vea Gran Hermano. He comprobado que lo veía alguna vez. Afortunadamente no le ha gustado Gran Hermano, ni la Isla de los Famosos, ni Crónicas Marcianas…, pero me parece bien que alguna vez los vea para que tenga su propia opinión sobre ellos.

Su programa favorito

P: ¿Qué programas recomendarías?

R: Hay un programa maravilloso que lo ve poca gente, quizá porque cuando compra el televisor no le informan.

El programa consiste en tener el televisor apagado. Parece que la gente entiende que cuando compra un televisor es para tenerlo todo el tiempo encendido. La televisión no puede estar todo el día encendida como no lo está la cocina de gas o el microondas, sino sólo cuando vas a cocinar algo. Lo mismo hay que hacer con la televisión. El mejor programa es el televisor apagado y un buen rato de charla o lectura y hasta una buena bronca familiar aclaradora de cosas… Nada sustituye a una conversación. Yo veo poca televisión. Veo más video que televisión porque elijo lo que quiero ver y no tengo que soportar la terrible agresión de la publicidad.

Nada de la vida nos es ajeno

P: ¿Qué valores habría que inculcar a los jóvenes?


R: El de la supervivencia. Que consigan ser ellos mismos. Que tengan su propia opinión. Que sepan controlar su propio destino. Enseñarles que la felicidad puede ser una sonrisa y no un vehículo todo terreno. Enseñarles a mirar a su alrededor para que comprendan que nada de la vida tiene que serles ajeno y, por tanto, no van a ser felices en un mundo basado en la injusticia, a no ser que sean estúpidos y carezcan de información y sensibilidad. Enseñarles a ser solidarios.