Julián Besteiro. La dignidad de un socialista

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Pocos hombres de nuestro siglo han dejado una impronta de honradez, un marchamo de seriedad, un fin de vida tan digno como Julián Besteiro en la política nacional.

Julián Besteiro, de ascendencia gallega, nace en Madrid el 21 de septiembre de 1870. Con él, nacía una de las figuras más importantes del socialismo español. Aunque por formación no fue obrero, su vida fue la constante de un hombre honrado, de los que llamaban intelectuales, por comprender, por amar y por compartir la lucha de los pobres, hasta las consecuencia finales como así lo demostró con su muerte.

Su juventud estuvo dedicada a los libros. Cursó la carrera de Filosofía y Letras, y posteriormente continuó estudios en Berlín, Munich y Leipzig. Pronto se consagraría como un intelectual brillante, consiguiendo en 1912, por unanimidad, la cátedra de Lógica de la Universidad Central de Madrid.

En 1913 contrae matrimonio con Dolores Cebrián, profesora de Ciencias Físicas y Naturales, con la que compartirá el resto de su vida.

Su militancia política la comenzó en la Unión Republicana, llegando a ser elegido concejal por Toledo, cargo al que renunciará tras abrazar el ideal socialista. En 1910 tras una conferencia en la Casa del Pueblo de Madrid fue encarcelado en la Modelo. En 1912 ingresaría definitivamente en la agrupación socialista madrileña, a la que se entregaría desempeñando múltiples responsabilidades hasta el final de sus días: Concejal por Madrid de 1913 hasta 1939, miembro del Comité Nacional de la UGT y del PSOE, diputado a Cortes de 1918 a 1936 (con la interrupción de la dictadura de Primo de Rivera)…

En 1917, junto con Andrés Saborit, Francisco Largo Caballero, y Daniel Anguiano por la UGT y Salvador Seguí y Ángel Pestaña por la CNT, tendrá un papel destacadísimo en una de las huelgas más importantes del movimiento obrero español. Besteiro será el encargado de redactar el manifiesto y las instrucciones para la Huelga. Por ello fue juzgado, condenado y encarcelado en Cartagena por un consejo de guerra.

Tras la muerte de Pablo Iglesias, por su fama de honestidad, pasó a ocupar la presidencia del PSOE y la UGT.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, continuará con su labor política, profundizando y madurando su idea de socialismo. Idea que girará entre la honradez insobornable, la defensa a ultranza de los trabajadores y el entendimiento y la moderación política. Esto le llevará a amargos enfrentamientos con sus compañeros de partido, y posteriormente incluso a ser repudiado por los elementos más sectarios del PSOE.

Tras proclamarse la II República, Besteiro fue nombrado presidente de las Cortes, función que encajaba admirablemente en su personalidad imparcial y honesta, y que, a pesar de la dura época, desempeñó con ejemplar escrupulosidad. Mantuvo su prestigio entre el socialismo y en todo el movimiento obrero, pero su influencia cada vez era menor. Ya con la salud quebrantada, veía cómo el Partido se le iba de las manos, siendo inútiles sus intentos por evitar la deriva extremista, contemplando cómo el socialismo español se dividía a muerte entre prietistas y caballeristas. Rechazó la revolución del 34, y al estallar la Guerra Civil, íntimamente decepcionado con su partido, concentró sus energías en su tarea de concejal del Ayuntamiento de Madrid, quedándose en la capital con los obreros, mientras todo el Gobierno de la Republica huía a Valencia. En estos terribles años de violencia fraticida, frente a la vorágine de traición, demagogia y disolución que invadió el PSOE, Julián Besteiro con su silenciamiento público, su estoica espera, y su fidelidad al pueblo sufriente, representó la integridad y la conducta moral del verdadero socialismo.

Fracasados los intentos de terminar la Guerra, y horrorizado por los manejos oscuros de los comunistas, apoyó sin vacilación el golpe anticomunista preparado por el coronel Casado y la CNT madrileña. Besteiro no quiso salir de España. Ese mismo hombre, capaz de enfrentarse al todopoderoso Negrín y al PCE, fue el que no quiso dejar a los madrileños abandonados a su suerte, y supo compartirla, con dignidad extraordinaria, hasta el final. Para la Historia, con mayúscula, queda su imagen, en un sótano del Ministerio de Hacienda convertido en improvisado estudio radiofónico, dirigiéndose a los españoles para pedirles el final de tanta sangre. Estaba tan enfermo que se pasaba el día acostado en el camastro de un cuartucho vecino. El anarquista Mera, el coronel Casado y algunos socialistas como Wenceslao Carrillo, el padre repudiado de Santiago, rodeaban a aquel hombre consumido y angustiado. Franco fue mezquino con él.

El Tribunal Militar lo condenó a reclusión perpetua. Pero en un horrible peregrinar cautivo, lo mandaron al penal de Carmona, donde no se daban las mínimas condiciones para que su quebrantada salud resistiera el cautiverio. Consiguió ver a su mujer y hasta darle ánimo, mientras su cuerpo se iba consumiendo hasta fallecer el 27 de agosto de 1940. Si defectos tuvo, si errores cometió, si no logró nunca su objetivo político, no cabe reprochárselo sino lamentarlo. Pocos hombres de nuestro siglo han dejado una impronta de honradez, un marchamo de seriedad, un fin de vida tan digno como Julián Besteiro en la política nacional. Su mujer, depositaria de este testimonio, años más tarde ofrecería a la editorial ZYX, formada por militantes cristianos, los papeles de su marido para ser publicados. No quiso un solo céntimo.

*Nota: Las Ediciones Voz de los Sin Voz  agradecen a la viuda de J. Besteiro la donación de su libro «Marxismo y Antimarxismo», libro de su ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.

«Si el gobierno tratase de ejercer coacciones contra los obreros, empleando para ello la fuerza pública y aun la fuerza del ejército, los trabajadores no iniciarán actos de hostilidad, tratando de dar a la fuerza armada la sensación de que también está integrada por elementos trabajadores que sufren la consecuencias de la desastrosa conducta del régimen imperante. A tal efecto, las masas harán oír los gritos ¡Vivan los soldados! ¡Viva el pueblo! (…) Teniendo en cuenta que deben evitarse actos inútiles de violencia, que no encajan en los propósitos ni se armonizan con la elevación ideal de las masas proletarias.»

Manifiesto de la huelga de 1917 elaborado por Julián Besteiro