LA VACUNA CONTRA EL VIRUS DEL PAPILOMA HUMANO

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Las vacunas son un tesoro sanitario, lo que más ha hecho por la salud de la población tras la educación general obligatoria y el suministro y depuración del agua potable. Las primeras tenían una eficacia y efectividad asombrosa.

Una de las primeras medidas adoptadas, con prisa, por el actual ministro de Sanidad ha sido autorizar la comercialización de la vacuna contra el papiloma virus (que la gente ya identifica falsamente como «una vacuna contra el cancer») y, dentro de nada, su inclusión en el calendario vacunal oficial. Todo ello con el acuerdo explícito de consejeros de salud de todo color y adscripción.


Por su interés reproducimos un extracto de la ponencia de Juan Gervás, médico


            La vacuna contra el virus del papiloma humano es la primera que se refiere a una conducta personal sexual. No sabemos en qué forma afectará a la percepción del riesgo en ambos sexos y en las distintas formas de sexualidad humana. Asombra el entusiasmo y el apoyo a favor de la vacuna de las organizaciones políticas (el PP en España, y los grupos que le apoyan, siendo banderín la Comunidad de Madrid, cuyo entonces consejero de sanidad, Lamela, ya anunció en marzo de 2007 que se incluiría la vacuna en el calendario cuando se aprobase). También sorprende el interés de grupos políticos no relacionados con la salud, que han promovido la comercialización y aplicación de la vacuna. Por ejemplo, la Comisión Mixta Congreso-Senado sobre Derechos de la Mujer e Igualdad de Oportunidades, que al inicio de 2007 instó por unanimidad al Gobierno a favor de la vacuna y de su comercialización.


En EEUU ha sido muy comentado el caso del gobernador del estado de Tejas, republicano, que ordenó la vacunación obligatoria. Se demostró posteriormente su conflicto de interés con la industria farmacéutica productora de la misma. Esa misma industria financia un grupo de legisladoras de todos los estados estadounidenses, Women in Government.


En España sobre estas cuestiones no sabemos nada.


Las vacunas son un tesoro sanitario, lo que más ha hecho por la salud de la población tras la educación general obligatoria y el suministro y depuración del agua potable. Las primeras tenían una eficacia y efectividad asombrosa. Por ejemplo, ante la difteria, que podía matar a uno de cada cinco pacientes en las epidemias. O ante el sarampión, con sus cientos de miles de casos anuales, y una muerte por cada 2.500 pacientes, y una encefalitis cada 1.000.


La vacuna contra el virus del papiloma humano es bien distinta. Su bajo impacto en salud puede contribuir al desprestigio de las vacunas en general. Ya hay problemas reales con las vacunas como la de la gripe (Guillain Barré), la triple vírica (trombocitopenia), la anti-neumocócica (selección de nuevos serotipos agresivos) y la inyección de mercurio (por el uso de timerosal como conservante; hasta 37 microgramos con el calendario vacunal en conjunto). Y hay problemas «imaginarios», pero graves, como la asociación del autismo con la triple vírica, o la esclerosis múltiple con la de la hepatitis B, o la colitis ulcerosa con la vacuna contra el sarampión.


Conviene ser cautos y prudentes con las nuevas vacunas, para no perder «el tesoro» sanitario que representa el conjunto previo. Por otra parte, sorprende que una vacuna del siglo XXI se aplique mediante inyección, cuando las inyecciones han prácticamente desaparecido en atención primaria. Necesitamos nuevas vías de administración.Necesitamos calendarios vacunales más científicos, basados en la efectividad probada, y al menos «europeos» (una recomendación de la Unión Europea acerca de calendario, agrupación de vacunas y demás, basado en hechos, en conocimientos empíricos).


Necesitamos estudios de investigación de servicios para conocer el impacto de los calendarios vacunales en el trabajo y organización de la práctica clínica diaria. Sobre ello apenas sabemos nada.


Necesitamos un sistema de monitorización de la vacunación y de sus efectos adversos.


Es urgente mejorar la política global en torno a los problemas que conlleva la sexualidad (enfermedades asociadas, violencia, embarazos no deseados y abortos, por ejemplo).


Es muy imprudente hablar de «vacuna contra el cáncer», o «contra el cáncer de útero», o «contra el cáncer del cuello de útero», como se ha hecho. Es falso. Es la vacuna contra el virus del papiloma humano (contra una proteína de su cápsula, para ser exactos).


Si el Ministerio de Sanidad, las asociaciones científicas médicas y algunos profesionales abren la puerta a las «vacunas contra el cáncer» están abriendo las puertas a esas vacunas de charlatanes que se venden y difunden por Internet y otros medios alternativos, para enfermos terminales. De paso se desprestigia el verdadero esfuerzo contra el cáncer a través de vacunas, como es el caso en el melanoma.


El mercado vacunal ha pasado en apenas unos años del abandono, por su escaso rendimiento comercial (hemos llegado al desabastecimiento, tanto en España como en otros países), a una actividad febril, especialmente en torno al cáncer y a las vacunas personalizadas. En los seis primeros meses del 2007 Merck, la compañía fabricante de la primera vacuna (tetravalente) autorizada y aplicada ha tenido beneficios en este campo de 2.000 millones de dólares, equivalente al total de 2006, y casi el doble que en todo 2005.


Resultan científicamente inentendibles las decisiones del Ministerio de Sanidad, y las prisas de las distintas consejerías autonómicas. También resultan sorprendentes las declaraciones y «consensos» de asociaciones científicas médicas. Algunas veces son increíbles por su sobre-simplificación y banalización (por ejemplo, es de risa que siempre hablen de la incidencia mundial, más de medio millón de casos anuales, y de la mortalidad mundial, más de un cuarto de millón de casos anuales, como si nos quisieran asusta con «El Coco», pues se refieren a países pobres, donde reside la mayoría de la población mundial).


Para terminar, conviene que los profesionales de atención primaria «protejamos» a las niñas y adolescentes, hasta ahora sanas y no necesitadas de más cuidados que el verlas crecer. La medicalización anexa a su vacunación «contra el cáncer» puede dar pie a la implantación de «unidades de menarquia». Es un aviso para navegantes que ya di hace una década y que ahora sobrevuela como realidad cercana amenazante.









Conclusiones


No hay datos publicados que avalen la efectividad de la vacunación contra el virus del papiloma humano.


No hay razones científicas que avalen las prisas por vacunar.


No se han definido los objetivos de la vacunación.


Desconocemos mucho, y esencial, sobre la historia natural del cáncer de cuello de útero.


No sabemos el impacto sobre la percepción del riesgo de enfermedades de transmisión sexual.


Vamos de extrapolación en extrapolación (de grupos de edad en grupos de edad, de seroconversión a eficacia, de resultados intermedios a resultados finales, de duración probada del efecto a supuestos de por vida) y con ello se pierde en seguridad y en ciencia.


Conviene la prudencia.


Si las autoridades políticas introducen la vacunación, conviene que los profesionales y la población conozcan sus beneficios y riesgos. En último término, cabría plantear el consentimiento informado a las adolescentes.



Conflicto de intereses y otras cuestiones


He manejado la mejor información publicada y accesible del mundo, tanto en España como en EEUU, Canadá y otros países desarrollados. Pudiera haber algún error menor, pues soy médico general, no especialista en vacunas. Cualquier error estoy presto a corregirlo, pero puedo sostener y sostengo que no hay errores mayores.


En Buitrago del Lozoya (Madrid), España, a uno de septiembre de 2007.
Juan Gérvas, médico