Alemania, Rusia y el Gaseoducto Nord Stream 2. Entre la ostpolitik y la realpolitik

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La antigua política con respecto a los países del Este de la socialdemocracia alemana parece haber quedado anticuada, debido a la mano de hierro usada por el dirigente ruso contra las libertades fundamentales. El gaseoducto ruso hacia Alemania determina las decisiones de la canciller alemana. Empresas europeas participan en el proyecto con millones de euros en juego.

La Ostpolitik (en alemán Política del este) es un término que describe al proceso político llevado adelante por Willy Brandt, ministro de Relaciones exteriores y después cuarto Canciller de la República Federal de Alemania de 1969 a 1974, para normalizar las relaciones con las naciones de la Europa del Este, incluyendo la Alemania Oriental.

Hoy, la canciller alemana se encuentra ante un dilema. La confirmación por especialistas alemanes de que el líder opositor ruso Alexei Navalni fue envenenado con un agente nervioso solo en manos de agentes de Moscú ha desbaratado la habitual estrategia ambivalente de Angela Merkel con Vladímir Putin. Le obliga a tomar una postura: ¿se enfrentará al presidente ruso y le apretará donde duele, en lo económico, o buscará una solución tibia que deje puentes tendidos y contraríe a sus aliados?

Pronunciar frases contundentes suele resultar más sencillo que materializar su tránsito hacia actos concretos, y en ese incómodo escenario se encuentra Alemania desde que el miércoles su canciller, Angela Merkel, exigió al Gobierno ruso respuestas sobre el envenenamiento del opositor Alexéi Navalni, hospitalizado en Berlín. Ese día, el Ejecutivo notificó que un laboratorio militar alemán había hallado “pruebas inequívocas” de que Navalni fue envenenado con el agente neurotóxico Novichok. Merkel anunció que, con los socios de la UE y los aliados de la OTAN, su país buscaría una “respuesta común adecuada”.

En contraste con la dureza de esta iniciativa política de condena alemana a Rusia, en el mar Báltico se está ultimando la construcción del gran proyecto ruso-alemán Nord Stream 2, un gigantesco gasoducto que enviará más gas natural de Rusia a Alemania. En la localidad costera de Lubmin existe ya desde el 2012 una conexión gasística germano-rusa, el Nord Stream 1, y cuando el segundo gasoducto esté terminado, sumando ambos el gigante energético estatal ruso Gazprom podrá inyectar 110.000 millones de metros cúbicos de gas al año en el mercado europeo.

Otra cuestión es que lo que reclaman sea factible. “Toda la actual discusión política sobre el Nord Stream 2 no es realista si de lo que se habla es de pararlo, porque hay demasiadas empresas europeas en el consorcio y el gasoducto está casi terminado –sostiene Carlo Masala, catedrático de Política Internacional de la Universidad de la Bundeswehr (ejército) en Munich–. Pero no se puede descartar que haya una moratoria temporal”.

El proyecto Nord Stream 2 supone unos 8.400 millones de euros financiados por un consorcio liderado por Gazprom que incluye a cinco empresas europeas: las alemanas Uniper /E.ON y Wintershall (filial de BASF), la anglo-neerlandesa Shell, la austriaca OMV y la francesa Engie. Los rusos desembolsan la mitad de esta cantidad, y el resto a razón de unos 950 millones cada uno. Y en efecto, el nuevo gasoducto de doble tubería (también el Nord Stream 1 es doble) está casi acabado; quedan apenas 150 kilómetros de tuberías de acero recubierto de hormigón por colocar en el fondo marino. Cuando esté listo, serán en total 1.230 kilómetros de conexión bajo el agua entre la bahía de Narva, en el oblast de Leningrado, y Lubmin, en la costa alemana del Báltico.

Si el gasoducto genera división en la propia Alemania, en muchos países es visto hace tiempo como una muestra de cooperación selectiva con Rusia en aras del beneficio económico. Para más inri, preside el consejo de administración de Nord Stream –y de la petrolera rusa Rosneft– el excanciller socialdemócrata Gerhard Schröder, fichado para tal fin por el propio presidente ruso, Vladímir Putin, de quien el alemán se declara gran amigo.

Luego está el Nord Stream 2, el gasoducto para conectar directamente Rusia con Alemania a través del mar Báltico, para que la primera economía europea tenga un suministro garantizado de gas ruso. Hasta 55.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año. El proyecto sigue adelante —y está próximo a culminarse—, pese a las sanciones extraterritoriales de Estados Unidos, las críticas de los socios europeos (con Polonia y los países bálticos a la cabeza) y las señales de SOS de Ucrania, que teme perder unos 1.800 millones de euros al año en concepto de impuestos de paso por la caída del volumen de gas ruso que atraviesa su territorio camino de Europa occidental. Eso, por el acuerdo entre su agresor ruso y su principal valedor occidental.

Putin ha puesto a prueba la paciencia de Merkel en varias ocasiones. Y la canciller ha demostrado estar dispuesta a ceder hasta la frontera del dolor. Como cuando en 2016 medios prorrusos difundieron ‘fake news’ de forma consistente en Alemania con el caso de Lisa, una menor de ascendencia rusa que había sido violada por un refugiado árabe. El Gobierno ruso llegó a pedir explicaciones a Berlín cuando se sabía que todo era un montaje. O cuando meses antes un ciberataque logró penetrar en las redes del Bundestag (Cámara Baja alemana), incluso en los ordenadores de la oficina parlamentaria de Merkel, y los servicios secretos alemanes llegaron a la conclusión de que la operación partió del grupo Sofacy/APT 28, asociado a la Inteligencia rusa.

Sin olvidar la situación en Bielorusia y Ucrania, que con distintas situaciones sufren la influencia de la aureola de contacto rusa. Un reto para Europa.

En definitiva, estamos ante todo un dilema para la política alemana y europea, en medio de los azotes de las tensiones geopolíticas y comerciales con China, EEUU y a la espera de un Brexit «brusco».

Lo práctico primará sobre los principios, una vez más habrá ¿realpolitik?

 

Redacción solidaridadnet

Fuentes: El confidencial, La Vanguardia, El País

Realpolitik («política realista» en alemán) es la política o diplomacia basada principalmente en consideraciones de circunstancias y factores dados, en lugar de nociones ideológicas explícitas o premisas éticas y morales. A este respecto, comparte aspectos de su enfoque filosófico con los del realismo y el pragmatismo. A menudo se lo denomina simplemente «pragmatismo» en política, p. «siguiendo políticas pragmáticas».