A diario, miles de ghaneses se exponen a una muerte lenta para ganarse unos pocos centavos de dólar. Ellos trabajan en el relleno sanitario de Agbogbloshie, un lugar que alberga toneladas de desechos electrónicos procedentes de Europa.
Un sacerdote local evalúa la salud de las personas que habitan en las cercanías de este basurero.
Agbogbloshie es una babel de lenguas africanas donde Subash Chittilappilly (sacerdote) hace lo que puede, que es mucho para un solo hombre, al frente de un proyecto iniciado en el año 2002 por Arcadio Sicher, un cura italiano de la orden conventual de los franciscanos, que puso en marcha aquí un oasis que bautizó como City of God (la Ciudad de Dios). A su alrededor, se extiende el basurero que más contamina de África.
«Vienen desde las regiones del norte de Ghana, las zonas más pobres, y también desde los países del entorno, Togo, Burkina Faso, Costa de Marfil. Llegan pensando en ahorrar, pero quedan atrapados en esta Sodoma y Gomorra, como aquí es tristemente conocido el barrio de Agbogbloshie», dice el sacerdote Subash Chittilappilly, que llegó a este suburbio hace seis años. Un cura llegado de la India en el corazón de un caos de tráfico y contaminación. El lugar se pronuncia «Agoblochi». Estamos en Acra. Capital de Ghana.
Lo que para muchas personas resulta un problema, para otras termina siendo un estilo de vida. Es lo que ocurre Agbogbloshie un lugar ubicado a sólo 15 minutos del centro de Accra, capital de Ghana, que recibe toneladas de productos electrónicos inservibles para ser convertidos en chatarra.
Estos productos contienen una serie de metales que resultan valiosos para muchos en esa localidad de los suburbios de la urbe. Sin embargo, su extracción no se realiza de la mejor manera y ha traído consigo una alta carga contaminante en el lugar, que está poniendo en peligro la vida de muchos.
El aire se encuentra afectado por la suciedad y el plástico. Esto se produce por la quema constante de cables para extraer el cobre, por ejemplo. Esta situación ha venido deteriorando la salud de aquellos que, por su condición económica, se han visto obligados a vivir en los alrededores del lugar. Los problemas respiratorios se han vuelto frecuentes en los últimos años.
El padre Subash Chittila Opilly, es una de las pocas personas preocupadas por la salud de los habitantes. A pesar de contar con escasos recursos logró abrir una clínica que atiende a decenas de personas diariamente. En ella hay tres enfermeras que se turnan y un médico acude dos veces al mes.
Muy cerca de la zona, que ya ha sido considerada como una de las más contaminadas en el planeta por la presencia de metales que superan en 100 veces los límites permitidos internacionalmente, se encuentra uno de los mercados más importantes de la capital de Ghana. “Los animales pastorean en el basurero y muchos alimentos son afectados por el humo, eso perjudicará a varias personas”, advierte el padre.
Gobierno ghanés empieza a tomar en serio el problema
A pesar que esta es una situación que viene presentándose desde hace aproximadamente 20 años, no fue sino hasta el año 2016 cuando en el país se aprobó una ley que permite combatir la contaminación. Toda esta situación ha llevado a la Agencia de Protección Ambiental de Ghana a declarar como un problema nacional lo que allí sucede.
Sin embargo, cambiar el estilo de vida de estas personas no ha sido fácil pues son muchas las que dependen día a día de esta actividad. Es el caso de Awal, un trabajador del área que tiene un bebé de ocho meses y su familia reside en frente del vertedero. Ante las cámaras de France 24 ha declarado que no desea el mismo futuro para su hijo, su trabajo y esfuerzo lo dedica para sacar a su familia de allí. «Quiero que estudie, que sea alguien”, agrega.
Otro problema que enfrentan las autoridades de Ghana está relacionado con los traficantes ilegales de estos productos. A pesar que desde 1989 la Unión Europea prohibió el envío de chatarra electrónica a terceros países, unas 200.000 toneladas (de las 350.000 que salen ilegalmente de la UE), llegan a Ghana.
En el puerto de Tema los oficiales buscan evitar el ingreso de basura electrónica pero esta muchas veces llega camuflada como productos de segunda mano. “Hay que probar todos los equipos para saber si realmente es basura o un producto usado”, dijo un oficial ghanés.
No obstante, gracias al trabajo de organizaciones como la Agencia Alemana para la Cooperación Internacional, se están llevando a cabo labores para cambiar esa realidad. Por ahora, el establecimiento de talleres que permiten la reparación de muchos de los productos es un avance pequeño, pero uno que puede contribuir al cambio en el futuro.
France24 y elmundo.es