China: gigante productivo, comercial y geopolítico

3134

China arrebata el liderazgo comercial a Estados Unidos con un modelo económico basado en exportaciones y «dopaje» público

El gigante asiático gana peso geoestratégico financiando inversiones y con la compra de deuda pública de países pobres emergentes

El 11 de diciembre de 2001 fue un punto de inflexión en el orden económico mundial. Nadie discutía entonces el liderazgo de Estados Unidos a todos los niveles pero un nuevo gigante en ciernes estaba fraguándose. Un rodillo que iba a arrasar con todo y todos en pocos años hasta convertirse en el titán que es hoy. No es otro que China, con sus más de 1.300 millones de habitantes y un modelo que todo lo inunda. En aquella fecha entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC) para revolucionar el comercio y la inversión globales.

«El acceso a la OMC permite a China entrar a distribuir los productos bajo un marco tarifario homogéneo», dice Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Partners. Pero esos bienes y servicios no se vendían por sí solos, como si el producto chino fuera de los más valorados del mercado. Hicieron la «guerra» a través de productividad, competitividad, precios. «La competitividad de un país depende del coste laboral y la productividad. Y allí tienes una mano de obra relativamente disciplinada y especialmente barata», prosigue. Nada tiene que ver el sistema chino con el occidental; ni en salarios, ni en derechos, ni en condiciones. Basta solo con recordar las palabras de Jack Ma, hombre más rico del país asiático y fundador de Alibaba, respecto a la jornada laboral: respalda la «cultura 996», es decir, trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche, seis días por semana.

Su modelo de crecimiento se ha basado en las exportaciones y el «dopaje» público de empresas, infraestructuras… «No es una economía de mercado como la norteamericana. Tiene un componente muy importante de intervencionismo», sostiene Raymond Torres, director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas. Es un país de partido único, con una sola doctrina, y con las ideas muy claras. Se ganaron la etiqueta de «fábrica del mundo», lo que le ha llevado a ser el primer exportador a nivel mundial, bastante por encima de Estados Unidos. Concretamente, en 2018 colocó productos por valor de 2,48 billones de dólares en el mercado mundial. Eso supone 78.852 dólares por segundo en exportaciones. El único que le puede hacer sombra e incluso le supera es la Unión Europea en su conjunto, porque individualmente es tarea imposible.

La «fábrica» de mala calidad

Sin embargo, ese modelo también ha traído a China un estigma: el de la mala calidad. Fuentes empresariales presentes en el territorio, de hecho, reconocen que los propios chinos prefieren comprar marcas y ciertos productos en el extranjero porque no se fían de que lo que compran allí sea original y de calidad.

La sombra de las falsificaciones planea a diario. Pero nadie puede discutir que son los «dueños» comerciales del planeta. Como ejemplo, los dos mapas que acompañan esta información. Según datos de la OMC y el Fondo Monetario Internacional (FMI), el país asiático le ha dado la vuelta en dos décadas a todo el globo. En 2000, Estados Unidos era el primer exportador mundial y estaba por encima de China en la mayoría de países. Entonces, éste último solo «ganaba» a su rival norteamericano en regiones como Cuba, Paraguay, ciertos países africanos y el sudeste asiático. Ya entonces se estaba gestando su hegemonía pero no alcanzaba el nivel de 2019. Ahora, EE.UU. ha perdido toda África salvo dos países, también toda Asia, solo conserva Francia, Reino Unido, Canadá y México de entre grandes potencias y América Latina está en proceso de «conversión» hacia China. Los asiáticos han batido a Estados Unidos a golpe de exportación. Acoso y derribo para introducir sus productos baratos, subvencionados. Y también para atraer tejido empresarial a su país. La llamada deslocalización, es decir, que las compañías multinacionales se instalen en su región para fabricar más barato y en condiciones laborales inferiores a Occidente.

Pese a todo, ahora que ya tienen el control comercial de buena parte del mundo, están tratando de dejar atrás la mala fama respecto a la calidad. El país aspira a que se reconozca a China como un territorio en el que se aporta valor añadido. «Mucho capital internacional se trasladó a China por la deslocalización. Ahora está avanzando en la cadena de valor. Comparativamente, las exportaciones chinas tendrán cada vez mayor valor agregado y serán más sofisticadas. La economía China tiene capacidad de ocuparse de actividades más sofisticadas y avanzar en temas de I+D+i», destaca Mario Esteban, investigador principal de Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano. Quieren abandonar la producción de «todo a 100» y apostar por sectores de futuro como la inteligencia artificial, robótica, 5G, telecomunicaciones… «Encara el futuro de una manera distinta al resto de países», sostiene Torres.

«A partir de 2009, China se inventa un modelo nuevo; invertir en infraestructuras y vivienda, generando demasiada deuda. Y ahora fomenta el consumo interno, aunque no lo ha conseguido. Su economía es 40% inversiones, 40% consumo y 20% exportaciones. China ya empieza a tener una estrategia de no querer estar en productos de bajo valor añadido», sostiene De la Torre. Por ejemplo, eso se traduce en la cantidad de patentes. Pulveriza a los norteamericanos en este aspecto, pero este mismo experto recuerda que no es lo mismo tener una patente local que internacional. En el caso de China -afirma- el 90% son domésticas, mientras que las de Estados Unidos la mitad son internacionales. Calidad mejor que cantidad, y ahí tiene China una tarea pendiente, pese al esfuerzo de empresas como Huawei, ZTE o Xiaomi, por progresar a nivel mundial.

Poco a poco se ha ido expandiendo por todo el mundo y a nivel interno ansían virar hacia un modelo de más consumo dentro de su país. Precisamente en China se empieza ahora a fraguar una nueva clase media que antes no existía, aumentando los niveles de vida y reduciéndose la pobreza, lo cual tiene sus consecuencias «A medida que reduces el desempleo, llega un punto que los trabajadores empiezan a pedir más sueldos. Y allí llevan tiempo subiendo los salarios más que la productividad, lo que hace que pierdas competitividad. Ahora las empresas que se deslocalizaron allí se plantean alternativas como trasladar sus fábricas de China a Laos o Bangladesh. Incluso regresar muchas de ellas a Estados Unidos», sostiene De la Torre. Poco a poco deja de ser tan atractivo enviar las fábricas a este país asiático porque su modelo está cambiando. Lo que no quita que aún el territorio exporta 20 puntos de PIB en bienes, frente a los 12 de los norteamericanos.

Influencia inversora

La inversión que el gigante asiático puede hacer en el mundo es otro de los temas a debate por las grandes potencias. No tanto por el volumen ya que solo dedica al exterior el 0,7% de su PIB, sino por la manera en que invierte y dónde lo hace. «La preocupación no es que China invierta mucho en Europa. La sensibilidad viene porque lo hacen en sectores estratégicos tecnológicamente hablando. Y no invierten siguiendo criterios de mercado como otros países», dice Esteban.

La patronal europea, Business Europe, también da la voz de alarma para el Viejo Continente. «Europa necesita permanecer abierta a la inversión extranjera directa. Tenemos grandes desafíos por delante con la descarbonización y la digitalización. La inversión privada será fundamental en estos dos procesos, incluida la extranjera. China ha aumentado significativamente sus flujos de inversión en la UE de 700 millones de euros en 2008 a 17.300 millones en 2018, con un récord de 37.000 millones en 2016. Esto muestra claramente que las empresas chinas han aumentado significativamente su presencia en Europa y esto no es necesariamente malo», empieza diciendo Luisa Santos, directora de Relaciones Internacionales. Y prosigue: «Las empresas europeas se enfrentan cada vez más a la competencia desleal consecuencia de los subsidios estatales y una estrategia industrial dirigida que no tiene en cuenta las necesidades del mercado. Las distorsiones del mercado que está generando esta situación deberán mitigarse, ya sea mediante medidas unilaterales tomadas por la Unión Europea, como medidas antidumping o antisubvenciones, pero también deben abordarse mediante la creación de normas más efectivas que disciplinen los subsidios industriales y las empresas estatales».

Ahora que China ya tiene el control comercial de buena parte del mundo, está tratando de dejar atrás la mala fama respecto a la calidad

En otras palabras, que vigilemos dónde y cómo entra China en nuestras empresas. Para ello la UE ya ha elaborado un reglamento para poder analizar cada inversión extranjera, pensando especialmente en el país asiático. Alemania ya ha asumido en su legislación esa nueva norma y España está en proceso de hacerlo, lo cual culminará cuando se forme un gobierno. EE.UU. ya vigila estrechamente el capital chino y, de hecho, representantes americanos «enseñaron» al Gobierno español hace escasos meses cómo era su «modus operandi».

Y las fuentes consultadas también se quejan de que los extranjeros no pueden entrar en China con la misma facilidad que lo hacen ellos en el resto del mundo. No hay reciprocidad. Antonio Fagundo, CEO de Masaltos.com, una empresa española con vocación internacional, explica que no se ha encontrado más que trabas cada vez que quiere instalarse allí. «Es su economía. Son muy cerrados. No te implantas en China si no tienes un socio local con el que hacerlo. Es totalmente distinto a Europa o incluso Japón. Tienes que ir pagando peajes», dice. Se refiere a que la normativa china exige formar en muchos casos una asociación con una empresa local para poder vender allí.

Financiando con deuda pública

Más allá del aspecto comercial e inversor, China también es una potencia como «banco» del mundo. Una expresión que a menudo se le ha atribuido a causa de la deuda pública externa que tiene en su poder, pero las fuentes consultadas rechazan esa definición porque es imposible establecer comparaciones con lo que compran otros países ya que no hay datos suficientes. Lo que sí se sabe es que el país asiático cuenta con más de un billón de dólares en bonos norteamericanos y que está financiando a economías emergentes. En el caso de la deuda de EE.UU. los expertos reflejan varias razones de tener una masa tan elevada en su poder: por un lado, por la presión geopolítica que puede ejercer y, por otro, porque China necesita aglutinar esa inversión fuera del país para mantener el yuan estable, uno de los principales atractivos de la región. Es decir, que si la enorme cantidad de dinero que China tiene en EE.UU. la repatriara, su divisa sufriría y podría desestabilizar en parte su economía.

En el caso de los países emergentes la apuesta es simple y llanamente para tener influencia. No escoge los países sin pensarlo sino que sabe dónde tiene que poner los billetes. Venezuela es uno de esos casos, por el petróleo por ejemplo. China cuenta con un gran déficit en recursos naturales, tal como recuerda Raymond Torres. «Solo» dispone de las preciadas tierras raras, pero es muy pobre en todo lo demás. Por ello está entrando cada vez con más fuerza -a través de la deuda y de inversiones directas en empresas- en países de América Latina y especialmente de África. Se está asegurando el control del continente africano a base de dinero.

Pese a todo, la inversión no es unidireccional. El mundo también apuesta por China. Solo hay que ver las estadísticas de 2018 de inversión extranjera directa: al país llegaron 138.000 millones de dólares el año pasado, y salieron 143.000 millones. Los expertos, además, vaticinan que en 2019 y 2020 llegará más capital al país del que se va en forma de inversión. Así, comercio, deuda, inversión… el gigante asiático está presente en todo el mundo. «Es una economía que, con sus dimensiones e interconexiones, lo que pasa allí tiene un efecto en los mercados internacionales. Cuando uno de los actores internacionales se constipa, el resto estornuda», concluye Esteban. Dependencia mundial.

Fuente: ABC.ES Daniel Caballero