Comienza (otra) cuenta atrás en Congo

3278

Hoy igual que ayer (hace un año)

Por estas fechas hace un año, República Democrática de Congo estaba al borde de la guerra civil. Pasada la fecha límite para convocar las elecciones presidenciales en el plazo establecido, la oposición se organizaba para sacar a la gente a las calles y echar por la fuerza a Joseph Kabila, cuya nula predisposición para respetar el mandato constitucional de abandonar el poder en el plazo correspondiente estaba ya más que confirmada. El Gobierno reprimía con dureza la disidencia en las calles y se estaban produciendo asesinatos que anticipaban una más que probable masacre.

En este contexto, la Conferencia Episcopal de República Democrática de Congo participaba para conseguir un acuerdo pacífico que permitiera una salida pacífica del Gobierno y la convocatoria de elecciones. Finalmente, el Acuerdo de San Silvestre, auspiciado por la Iglesia congoleña y aceptado por una buena parte de la oposición y el Gobierno, logró calmar los ánimos en base a un plan de un año de transición en el que Kabila seguiría gobernando en paz pero comprometido a convocar nuevas elecciones sin presentarse como candidato. Pues bien, octubre llegó y el plazo de 90 días que marca la Constitución para convocar comicios antes del fin del término presidencial ha sido de nuevo quebrantado.

Con el acuerdo se consiguió evitar que la violencia latente –porque hablar de paz sería ingenuo– se generalizase, pero ya en el 2017 Kabila y los suyos dejaron claro que no tenían ninguna intención de respetar la palabra dada.

Para contar cómo está la situación y compartir la visión de la Iglesia, el jesuita congoleño Robert Minani ha mantenido un encuentro con varios medios, entre ellos Mundo Negro, en la sede de la Fundación Entreculturas. Minani coordina el sector social de los jesuitas en África, tiene un marcado perfil político y destaca por su trabajo diplomático de alto nivel con Gobiernos africanos. La Iglesia de Congo ha jugado un papel político muy relevante en la reciente historia del país.

«La última bala»

«El Acuerdo de San Silvestre fue muy difícil», explica Minani. Por un lado porque Kabila quería a toda costa mantenerse en el poder postergando indefinidamente las elecciones, para lo que alegaba problemas de censo, de seguridad, y todo tipo de excusas. Por su parte, la oposición ya no se creía nada y se mostraba reacia a ofrecer un solo resquicio para que el presidente se aferrara al poder. Sin embargo, estaba constatado que ambas partes se estaban armando y la prioridad era evitar los enfrentamientos. La implicación de la Iglesia para evitar el derramamiento de sangre llegó al más alto nivel e incluso el propio papa Francisco se entrevistó con Kabila para pedirle que convocara nuevas elecciones y dejara el poder. «La entrevista con Francisco era nuestra última bala y fue un encuentro muy tenso», describe el jesuita. Con el acuerdo se consiguió evitar que la violencia latente –porque hablar de paz sería ingenuo– se generalizase, pero ya en el 2017 Kabila y los suyos dejaron claro que no tenían ninguna intención de respetar la palabra dada.

Una cortina de humo

Este año, un nuevo conflicto ha aflorado en el centro del país. La región de Kasai, tradicionalmente una zona pacífica, entró en ebullición por los enfrentamientos en los que participaron el ejército y milicias que habrían provocado 3.000 muertos y 1,5 millones de desplazados. Lo que a menudo se explica como un conflicto de poder entre el Gobierno y los jefes tradicionales, confiriéndole un aspecto tribal, para Minani es una cortina de humo: «Ahora sabemos que las milicias fueron contra la población, que reaccionó. Ejército y grupos armados paralelos enviados por el Gobierno causaron la violencia». La Iglesia lo tiene claro, el culpable de este asunto es el Gobierno, que utiliza este nuevo conflicto para «crear confusión y justificarse»; así encuentra motivos para no avanzar en la convocatoria de elecciones. La Conferencia Episcopal Congoleña declaró que un pequeño grupo «había tomado como rehén a todos» y pidió compromiso a la gente para que se implicara. El propio nuncio apostólico viajó a Kasai y a su vuelta calificó al Estado como «depredador de su gente». El Vaticano ha respaldado a la Iglesia local de una manera que, en palabras de Minani, «no suele hacer con tanta contundencia». El conflicto en la región tuvo una mayor repercusión fuera de sus fronteras por el asesinato de dos expertos de Naciones Unidas, cuya muerte fue grabada y difundida por internet. La Iglesia señala directamente a gente conectada con el Gobierno.

Toda esta implicación no ha salido gratis. En los últimos tiempos han proliferado los ataques a gente de la Iglesia y sus instalaciones, lo que no era habitual en Congo, donde es una institución bastante respetada. A pesar de que su mediación ha despertado recelos y enfado por parte de determinados grupos que creen que le ha hecho el juego a Kabila, la Iglesia local ha recopilado testimonios que le han permitido saber que la mayoría de los ataques fueron de jóvenes pagados por el Gobierno. Minani afirma que estas acusaciones tan frontales no se hacen a la ligera. «Tenemos muchos datos detrás», afirma.

Octubre, octubre

Si el Gobierno hubiera tenido interés en respetar su palabra habría convocado ya las elecciones. La Iglesia abandona la mediación porque si el Gobierno no cumple, y está claro que no cumple, no es un interlocutor válido. «Tiene que hacerlo la sociedad civil», dice Minani. «Nuestra tarea ahora es orientar a la gente para que tenga claras las es: que se respete la Constitución, acabar con el Gobierno de Kabila y convocar nuevas elecciones», explica. La Iglesia local también está participando en foros internacionales tratando de buscar la implicación de otros países para que presionen al presidente. En este sentido, Minani reconoce que han tenido buena acogida por parte de varios de ellos, pero desliza que los representantes españoles no han destacado por su iniciativa. Podría ser, por otro lado, que la disputa por los contratos en relación con el macroproyecto de la presa Inga III explicara en gran medida la actitud de aquellos Gobiernos cuyas empresas están en liza.

A principios de año, el opositor Étienne Tshisekedi, uno de los pilares de los acuerdos del pasado año, falleció en Bruselas. Desde entonces, su cuerpo espera una repatriación asombrosamente dilatada. La oposición, uno de cuyos líderes es el propio hijo del histórico líder, junto a buena parte de las sociedad civil, confiaban en que la entrada del cuerpo de Éttiene Tshisekedi en el país para ser enterrado marcaría un punto de inflexión. Lo cierto es que el Gobierno está poniendo todo tipo de trabas a la celebración de un sepelio en casa. Se le teme más muerto que vivo. «Tshisekedi ha sido una gran pérdida porque era uno de los pocos líderes con capacidad para ser seguido por la gente», dice Minani. Cabe recordar que en 2011, en las últimas elecciones presidenciales celebradas en el país, Kabila se impuso a Tshisekedi entre sospechas que incluyeron la acusación de fraude por parte de la Comisión Electoral. Étienne Tshisekedi nunca aceptó los resultados.

Así las cosas, la oposición se está reorganizando. Moise Katumbi, un rico empresario que fue gobernador de Katanga, aguarda en el exilio tras unas acusaciones de delito «políticamente motivadas», según él. Sus encuentros con Félix Tshisekedi en busca de la unidad de la oposición y del llamamiento a la gente de Congo para que se manifieste pacíficamente son cada vez más frecuentes. «Katumbi tiene un fuerte liderazgo y se está uniendo a Tshisekedi, la Iglesia está educando a la gente sobre las peticiones fundamentales, la sociedad está experimentando una movilización creciente como con el “manifiesto del citoyene(ciudadano) congolés” que ha reunido en París más de 20.000 firmas para lograr una transición sin Kabila, la reacción de la comunidad internacional es esperanzadora… Se están moviendo cosas», opina Rigobert Minani, para el que ya no puede haber elecciones sin conseguir que Kabila salga del Gobierno. «Es necesario un presidente de transición», añade.

La historia reciente demuestra que no va a ser nada fácil, pero escuchando a Minani se vislumbran ciertas esperanzas. Hay salidas para solucionar esto de manera no violenta

Autor: Gonzalo Gómez y Javier Sánchez Salcedo