CULTURA MILITANTE DE EMPOBRECIDOS Y EVANGELIO

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Presencia del Evangelio en el Movimiento Obrero: Esta riqueza de experiencias solidarias son posibles gracias a una matriz de cultura cristiana que se vivía en Europa. La tradición de un cristianismo primitivo abandonado por los dirigentes de la Iglesia había permanecido viva y brotaba en rebeliones de pobres a lo largo de los siglos: cataros italianos, albigenses franceses, campesinos alemanes, comuneros castellanos, morabos, metodistas, cuáqueros… Mientras la burguesía adoptaba formas de vida individualistas y materialistas, el espíritu cristiano del sacrificio, la subordinación de los intereses particulares a la causa general, la fraternidad universal, el sentido de redención de las opresiones y las miserias, el valor del trabajo, el advenimiento de un mundo más justo,… como valores evangélicos más auténticos son cultivados en el Movimiento Obrero. ¿Quién los ha inculcado ahí? Estaban en el ambiente cultural evidentemente cristiano.


Por Padre José Ramón Peláez
Sacerdote diocesano de Valladolid y máster en Doctrina Social de la Iglesia.

Publicado el 23/10/2003

El Proletariado nace en la Industrialización, no evoluciona del Antiguo Régimen sino que el proceso industrial la aglutina en las ciudades en torno a las fábricas. Sufren las agresiones de la burguesía que los explota: salarios de hambre, jornadas de 16 horas, trabajo de niños y mujeres, sin ningún día festivo… Y las lacras de su propia degradación (no todo era conciencia militante): alcoholismo, juego de naipes, esquiroles y chivatos, más tarde divisiones ideológicas y nacionalistas.

Con la toma de conciencia sobre esta situación surge una CULTURA PROPIAMENTE PROLETARIA Instituciones como las sociedades de correspondencia, ateneos culturales, escuelas obreras, sociedades de ayuda mutua y cooperativas. Fruto de la conciencia de SOLIDARIDAD basada en un sentimiento de igualdad. Aquí esta precisamente su novedad. No es una ayuda «de arriba a bajo», no es el paternalismo sino la ayuda mutua entre quienes careciendo igualmente de lo más necesario comparten para remediar las necesidades comunes y las de aquellos todavía más débiles.

Para Maritain esta conciencia de su condición común, previa a la idea marxista de la lucha de clases, «aparece como un progreso histórico considerable. Es la adquisición histórica capital de nuestro tiempo; toma de conciencia de la dignidad humana ofendida y humillada y toma de conciencia de una misión histórica. (…) Significa la ascensión hacia la libertad y la personalidad, tomadas en su realidad interior y en su ex presión social, de una comunidad de personas (…) la comunidad del trabajo manual». Es conciencia de la dignidad del trabajo frente a las clases opulentas que viven sin trabajar y sólo ven en él un medio para producir y acumular. Lo mismo afirma Juan Pablo II en Laborem Exercens (nº 8).

El primer medio de lucha es la promoción cultural. Proliferan los mitines, conferencias, la edición de periódicos y folletos, en una sociedad donde el analfabetismo no es obstáculo para querer cultivar la conciencia. La reivindicación de las 8 horas pretende permitir 8 horas de cultura diarias. El populacho se va convirtiendo en una clase disciplinada y los medios pacíficos de lucha le dan gran autoridad moral. Se llegan a editar periódicos como L’Atelier y cientos en todo el mundo escritos y publicados integramente por ellos.

Su fuerza la encuentran en su unión. Asociación o muerte. Prohibidos los gremios por las leyes liberales comienzan a formar sociedades clandestinas, primero culturales, después de socorros mutuos. Más tarde sindicatos. Una aspiración constante es la solidaridad internacional. La experiencia de la AIT, Primera Internacional, nace ya con las divisiones ideológicas en su seno entre autoritarios y libertarios Las manipulaciones ideológicas, capitaneadas generalmente por líderes venidos de fuera de la clase obrera, y los intereses patrióticos van a ser siempre su mayor dificultad.

Los obreros protagonizan todo este proceso conscientes y orgullosos de su dignidad de personas y de su condición de trabajadores. De su capacidad y responsabilidad profesional en la especialidad de cada uno. Poseen una cultura distinta de la libresca e intelectual que les viene de la observación de la propia vida. Los valores éticos se cultivan constantemente: sacrificio, amistad, solidaridad, destino común compartido, ascetismo, pureza moral, amor al prójimo, afán de auto-superación, trabajo no-remunerado en favor de la causa, universalidad y fraternidad

Tiene en ello un papel destacado la familia, aunque la izquierda actual lo niegue. En medio de la degradación por la explotación económica, el alcoholismo y los malos tratos, la prostitución. Los hogares obreros son el primer lugar donde se vive la solidaridad: se educa a los hijos, se acoge a los hijos de familias más necesitadas, se comparte el salario con la asociación, se esconde a los perseguidos, se valora la cultura y la educación. Destaca la solidaridad de la mujer, relegada de la vida pública en este momento histórico (salvo excepciones), fue maestra de solidaridad por su sacrificio, sosteniendo la lucha del militante desde el hogar. Descubren que el amor a la familia es también un amor político más allá del intimista de la familia burguesa.

Presencia del Evangelio en el Movimiento Obrero.

Esta riqueza de experiencias solidarias son posibles gracias a una matriz de cultura cristiana que se vivía en Europa. La tradición de un cristianismo primitivo abandonado por los dirigentes de la Iglesia había permanecido viva y brotaba en rebeliones de pobres a lo largo de los siglos: cataros italianos, albigenses franceses, campesinos alemanes, comuneros castellanos, morabos, metodistas, cuáqueros… Mientras la burguesía adoptaba formas de vida individualistas y materialistas, el espíritu cristiano del sacrificio, la subordinación de los intereses particulares a la causa general, la fraternidad universal, el sentido de redención de las opresiones y las miserias, el valor del trabajo, el advenimiento de un mundo más justo,… como valores evangélicos más auténticos son cultivados en el Movimiento Obrero. ¿Quién los ha inculcado ahí? Estaban en el ambiente cultural evidentemente cristiano.

A.Pestaña, un ateo, lo dice de sí mismo: «Después de conocerlos por sus periódicos entré en relación con anarquistas, hablaban del anarquismo con tal unción,… había en sus palabras tanto amor y tanta generosidad para los hombres y para las cosas, era tan amable para disculpar los errores ajenos y tan severos para los propios que sin más averiguaciones adquirí la convicción de que un ideal que elevaba así a los hombres era el ideal de la perfección humana (…) En mi formación mental dos cosas me interesaban: no hacer daño a los demás y, en cambio, procurarles todo el bien que pueda. ¿Es esto espíritu cristiano? No lo sé pero cuando un enemigo que largo tiempo me injuriaba estuvo en grave necesidad me puse inmediatamente al servicio de aquel hombre» (Pestaña 51).

Entre los primeros socialistas era común la presencia de cristianos, o, al menos, la referencia a los valores cristianos en sus planteamientos. Thomas Spence, y Thomas Evans, del socialismo agrario que pedía el reparto al pueblo de las tierras que la Revolución quitaba a la nobleza. Owen inicia el camino del cooperativismo, su movimiento pretende una «religión racional» y en él hay cristianos como el Dr. W. King. En el socialismo cristiano, J. M. Forbes Ludlow, el reverendo Denison Maurice y Charles Kingsley. Se revelan contra el espíritu anti-cristiano del sistema industrial, quieren la implantación del Reino en la tierra. En Francia Sain-Simon, desea la unidad de la cultura occidental en torno al saber científico, y su última obra llama a esto el «Nuevo Cristianismo». Entre sus discípulos Buchez, católico convencido. En Alemania el sastre Weiling iniciador de la Liga de los Justos y defensor de comunismo y el internacionalis-mo.

El problema religioso en el Movimiento Obrero.

Pese a esto, también es verdad que las ideologías que han dominado el M.O. han sido marcadamente ateas y la postura cristiana en este campo ha dejado mucho que desear durante décadas. Primero reseñar que el espíritu anti-eclesial primero y anti religioso después procede históricamente de la burguesía. En el plano del pensamiento de la Ilustración. Y en el político de la lucha contra los privilegios del Antiguo Régimen. Se ve en la influencia que en el M. O. tienen intelectuales venidos de la burguesía y convertidos en líderes. Marx, Engels, Bakunin, Proudhon, Lenin… aportan su visión racionalista de la historia y de la vida de claro origen burgués.

Segundo, la alianza que a partir de la 2ª mitad del XIX la burguesía hace con los valores tradicionales y la religiosidad, justificando la injusticia como querida por Dios que hace a los hombres diferentes por naturaleza. Predicando a los pobres la resignación y el consuelo en el más allá. Justificando sus atrocidades con la beneficencia que ocultan sus fallos en la de justicia con los obreros. Se puede afirmar que esta religión espiritualista es el opio del pueblo. Esta causalidad entre religión burguesa y ateísmo obrero la reconoce la DSI y curiosamente va a ser en la encíclica en que Pío XI condena «el comunismo ateo» donde se hace la denuncia más explícita (DR 51).

Quizá el sentimiento que estaba arraigado en el pueblo y que facilitó su paso al ateísmo fue el anticlericalismo. La buena vida que denotaban la gran cantidad de edificios suntuosos en las ciudades: conventos, Iglesias. Las grandes posesiones del clero acarreaban las antipatías de los pobres. Las coplas y dichos populares dan muestra de ello. Esto se ve acentuado por la connivencia con las clases opresoras. También el retraso histórico de la misma Iglesia. Ya que el acoso a la Iglesia, uno de los pilares del Antiguo Régimen, la llevó a atrincherarse en la condena indiscriminada de la modernidad en el Sillabus.

Todos estos factores trajeron como consecuencia que la Iglesia perdiera el paso en la Evangelización de la Clase Obrera hasta entrado el s. XX El P. Chenu afirma que más que una apostasía de la clase obrera se puede hablar de un nacimiento de ésta al margen de la Iglesia que, superadas las estructuras gremiales, no dio pasos para su evangelización. En artículos sucesivos veremos como se tendieron los puentes misioneros para el diálogo entre ambas.