Curso Norte-Sur: «Frente a un mundo de esclavos: ¡¡Solidaridad!!»

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La República de Filipinas, situada en el sureste asiático, bañada por el océano Pacífico y por el mar de la China Meridional, es un archipiélago formado por más de siete mil islas. Su capital es Manila.

Geográficamente se encuentra próxima a China y Taiwán por el norte, a la península de Indochina por el este y a Malasia e Indonesia por el sur.

Cuenta con unos 94 millones de habitantes, el 44% de ellos menores de 20 años. Once millones viven fuera de su país tras verse obligados a emigrar. El 80% de los filipinos se considera católico por lo que, tras Brasil y México, es el tercer país en número de fieles a nivel mundial. Entre el cinco y el diez por ciento de la población es musulmana, viviendo la mayoría al sur del país, particularmente en la isla de Mindanao.

Filipinas está considerada en la Iglesia como la puerta de la evangelización de Asia. Miles de laicos y religiosos misioneros están presentes a lo largo del continente. Uno de los tres participantes en el Mensaje final del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, en octubre pasado, fue precisamente el arzobispo de Manila, Luis Antonio «Chito» Tagle, que, un mes después, el 24 de Noviembre, fue nombrado sorpresivamente cardenal por Benedicto XVI, junto con otros cinco, ninguno de ellos europeo. El Santo Padre Benedicto lo explicó así: «La Iglesia es de todos los pueblos, habla en todas las lenguas, es Iglesia de Pentecostés, no Iglesia de un continente, sino Iglesia Universal».

Pero también Filipinas es la puerta hacia Asia y Australia, por ejemplo, del comercio exterior español. Así lo considera una circular del Ministerio de Industria, Turismo y Transporte. Allí han establecido sus tentáculos un gran número de empresas transnacionales del petróleo, de la electrónica, de la energía eléctrica o de la alimentación. Y es que este país –país tropical- cuenta con abundantes recursos naturales (oro, cobre, níquel, petróleo, zinc), una rica agricultura (fruta, caña de azúcar, coco y sus derivados) y una biodiversidad de las más exuberantes del planeta.

Riquezas naturales que, en combinación con empresas transnacionales, organismos internacionales al servicio del imperialismo, gobiernos corruptos, historia colonial e incluso ocupación por parte de otros países, traen como consecuencia que más de un 30% de los filipinos sean empobrecidos, y de ellos, casi la mitad, jóvenes y niños. Una gran parte de la Iglesia filipina es pobre.

En la historia reciente del país la Iglesia Católica ha tenido un papel significativo. Ha protagonizado numerosas acciones de lucha no violenta contra la injusticia, teniendo como resultado incluso cambios de gobierno.

Ya en el año 1979 la Conferencia Episcopal Filipina criticaba duramente la dictadura de Ferdinand Marcos. En 1983 le acusó de violación sistemática de los derechos humanos, de corrupción y de pésima gestión económica. Religiosos y laicos fueron detenidos e intimidados por su lucha por la justicia.

Tras el fraude en las elecciones de 1986 por parte de Marcos, los obispos urgieron al pueblo filipino a corregir esta injusticia «por medio pacíficos no violentos, a la manera de Cristo». Fue una de las varias «revoluciones de los rosarios» que se han producido a lo largo del país, cuando el pueblo salió a la calle y detuvo a los tanques del dictador. Junto con los laicos y los religiosos tuvo un papel fundamental el cardenal Jaime Sin, amigo de Juan Pablo II.

Hoy esa lucha no violenta continúa por parte de la Iglesia: contra el hambre, el desempleo, la esclavitud infantil, la esclavitud sexual, la corrupción política, la agresión a los indígenas y sus territorios, contra las transnacionales mineras, a favor de una reforma agraria justa, apoyando ayunos y marchas, como la de los campesinos de Sumilao, que en 2007 recorrieron a pie 1.700 kilómetros hasta la capital reclamando una reforma agraria justa, acogiendo a los boat people laosianos, vietnamitas o camboyanos que con sus pateras atraviesan el mar hasta llegar a sus costas.

El pasado mes de Octubre la Organización de las Naciones Unidas -ONU- presentó el documento El Trabajo Sexual y la Ley en Asia y el Pacífico en el que se recomendaba la legalización de la prostitución en algunos países asiáticos, incluyendo a Filipinas. Broderick S. Pabillo, obispo auxiliar de Manila, contestó públicamente a la ONU calificando la propuesta como moralmente inaceptable: «Dad a las mujeres derechos auténticos y empleos decentes, no prostitución.»

Todo esto tiene un precio: la persecución. Persecución de organizaciones de trabajadores, de comunidades campesinas, de laicos, de catequistas, de religiosos, de obispos, llegando incluso al asesinato. El más reciente, en la diócesis de Kalibo, el pasado 22 de Febrero. Dexter Cortez, joven laico de 26 años, fue ejecutado con ocho disparos por defender los derechos del pueblo indígena Atí frente a las grandes empresas constructoras. Él es testigo de la violencia que sufre el pueblo filipino. Según algunas fuentes, más de ciento veinte mil muertos en los últimos cuarenta años en la isla de Mindanao, causadas por la corrupción política y por las acciones de grupos maoístas e islamistas. La iglesia de Filipinas es una Iglesia perseguida.

El próximo mes de Agosto, entre los días 19 y 23, y dentro de los cursos del XXVIII Aula Malagón-Rovirosa, que tendrá lugar en la Casa Emaús (Torremocha de Jarama – Madrid), contaremos con la presencia de monseñor Broderick S. Pabillo, obispo auxiliar de Manila y responsable de la Comisión de Acción Social, Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Filipinas (CBCP). Compartirá con todos los asistentes la situación de la Iglesia en Asia, sus retos y esperanzas, en el curso «Fe y Cultura» y la situación sociopolítica filipina en el curso «Norte-Sur».

Autor: Fernando Cuesta