Don Tomás Malagón: Un gran educador de militantes cristianos

2906

Don Elías Yanes, Arzobispo de Zaragoza, habla de su amistad con D.Tomás Malagón. En un encuentro organizado por el Movimiento Cultural Cristiano en Burgos pronunció estas entrañables palabras: «Le tocó la cruz propia de los que abren caminos nuevos, cuya orientación casi nadie comprende y pocos comparten entre quienes estaban más obligados a compartirlos y comprenderlos».

Por Don Elías Yanes Arzobispo de Zaragoza

Conocí a Don Tomás Malagón hace ya más de veinte años. Mis primeros encuentros con él fueron en Cursillos Apostólicos de la HOAC y en Semanas-Impacto de Mujeres de A.C. Después conviví con él en cursillos diversos -algunos de un mes de duración- en los que él exponía la teología y pedagogía subyacente en el “Plan Cíclico”, su concepción del apostolado seglar, etc. Desde los primeros años de la década que comienza en 1960 tuve con él una relación de amistad y confianza mutua que creció en muchas horas de conversación y múltiples trabajos de colaboración hasta fechas recientes. Quiero recordar de modo especial su participación con charlas sobre formación cristiana de adultos en cursillos de verano sobre catequesis, organizados por el Secretariado Nacional de Catequesis. Por invitación mía accedió un año a dirigir los Ejercicios Espirituales a los Obispos. Ahora no me es posible consultar apuntes para señalar con precisión fechas y lugares. Pero quiero expresar mi convicción de que Don Tomás es uno de los sacerdotes a quien debe mucho la Iglesia en la España del siglo XX.

Ha sido uno de los hombres que más han hecho en España por acercar la Iglesia al mundo obrero y el mundo obrero a la Iglesia, dentro de la plena fidelidad al Evangelio y a los valores auténticos de la cultura obrera. Fue sacerdote de cuerpo entero, profundamente amante de la Iglesia, y por ello mismo fiel a los hombres con una fidelidad perseverante, hasta el fin. Todavía recuerdo la sencillez con que él contaba cómo se sintió llamado a orientar su vida sacerdotal en esta dirección con ocasión de un sermón suyo sobre Santo Tomás de Villanueva, sus primeros pasos en el trabajo pastoral con la Hermandad de Ferroviarios de Ciudad Real, sus primeros contactos con Rovirosa, su recuerdo de la figura de Don Eugenio Merino. ¡Con qué fuerza recordaba aquellas palabras de D. Eugenio Merino que a juicio de D. Tomás constituyen la síntesis de la mística de la HOAC!: “Lo que no es honrado no es cristiano hágalo quien lo haga”. Sin pretenderlo reflejaba en esta frase su propia personalidad.

FORMADOR DE FORMADORES

Fue Don Tomás un gran educador de militantes cristianos en el mundo obrero, un gran promotor de militantes seglares; fue, sobre todo, un formador de formadores. Oyéndole, tratándole, discutiendo con él, se aprendía siempre. Delicado, muy respetuoso con todos, sencillo, tímido, prudente y decidido al mismo tiempo, sostenido por una fuerza contenida, que daba paz y animaba siempre. Tenía una visión muy amplia y sólidamente articulada de lo que tendría que ser el apostolado seglar y sobre todo los movimientos apostólicos seglares en la Iglesia y en la sociedad. La apoyaba en una reflexión teológica y pedagógica largamente madurada. Tenía una sólida preparación teológica, siempre actualizada. Pero más que un hombre de erudición era sobre todo un hombre de reflexión personal. una reflexión en la que la cristología y eclesiología desembocaban en planteamientos pastorales y pedagógicos de largo alcance. Quiénes le hemos tratado hemos podido comprobar su sentido de anticipación; en sus conversaciones y charlas dejaba caer ideas o líneas de reflexión que años más tarde leíamos como novedades traducidas de libros franceses o alemanes.

Fue un gran conocedor del pensamiento marxista ya desde los años en que acerca del mismo apenas había alguna vaga noción en ambientes eclesiásticos españoles; conoció sobre todo el marxismo en el que se formaban los militantes de los movimientos sindicales y políticos afiliados a aquella ideología; estuvo atento a la evolución y ramificaciones posteriores de los diversos marxismos; más tarde se interesó por el estructuralismo, por la filosofía implícita en los nuevos positivismos. No sé si sobre estos temas deja obra escrita. Era poco aficionado a escribir. Ni sé cuál será el juicio que su postura merecerá de los expertos en estas cuestiones. Lo que sí puedo atestiguar, en lo que yo le traté, es que la suya fue una actitud de discernimiento crítico, desde la fe, en plena comunión con la fe de la Iglesia, sin ambigüedades, sin concesiones a izquierdismos de moda ni a conservadurismos recelosos, distinguiendo lúcidamente entre exigencias de fe y reflexión teológica.

NUEVOS HORIZONTES

Su reflexión estuvo siempre a! servicio de la pastoral y más concretamente de la promoción de militantes cristianos. Era admirable su extraordinaria capacidad para la exposición clara, ordenada, rigurosa y al mismo tiempo popular, del pensamiento teológico; era el suyo un pensamiento. que no se detenía en la complacencia del juego de las ideas sino que tenía un enorme poder para situar al oyente de manera activa ante nuevos horizontes insospechados, para hacer pensar y ayudar a descubrir la necesidad de compromisos personales que surgían no de impulsos meramente emocionales sino del vigor de los razonamientos. A su juicio el auténtico militante cristiano tenía que ser una persona de profundas convicciones, con capacidad para observar la realidad de la vida de los hombres en la sociedad y para interpretarla a la luz de una fe consciente y actuar en consecuencia. Despertar y hacer madurar la conciencia cristiana de los militantes en relación con la situación concreta de la sociedad, era uno de los objetivos de la pedagogía activa en la formación de militantes cristianos a través del método de encuesta, tal como él la concebía.

Otra de las vertientes de la personalidad de D. Tomás como formador era la atención que prestaba a la espiritualidad. Al mismo tiempo que explanaba con amplitud todas las exigencias de una espiritualidad cristiana seglar comprometida en la transformación de la sociedad, en lucha contra las injusticias sociales de toda índole, afirmaba con la misma profundidad y firmeza, y siempre dentro de una visión teológica coherente, la necesidad de la vida de fe, esperanza y caridad alimentadas por la oración. los sacramentos y la palabra divina. En períodos en que descuidaban este aspecto quienes se ocupaban de la pastoral obrera o se interesaban de forma unilateral por los aspectos sociales del mensaje cristiano, D. Tomás no cesaba de insistir en la necesidad de la ascética y de la vida de oración. No hay que decir que un elemento esencial y característico de la espiritualidad cristiana tal como la presentaba D. Tomás era la pobreza evangélica, una pobreza unida a la humildad, la disponibilidad para el diálogo, el mandamiento nuevo. Soy testigo de su práctica personal de la pobreza acorde con lo que enseñaba.

CÁLIZ AMARGO

A D. Tomás le tocó probar el cáliz amargo de los sufrimientos y sinsabores inherentes al ministerio sacerdotal en una etapa de la vida de la Iglesia en España sacudida por fuertes tensiones. Le tocó la cruz propia de los que abren caminos nuevos, cuya orientación casi nadie comprende y pocos comparten entre quienes estaban más obligados a compartirlos y comprenderlos. Primero fue la promoción de la HOAC con unos supuestos teológicos y metodológicos que contrastaban con los planteamientos paternalistas o demagógicos con que otros se habían acercado al mundo obrero. A esto se añadían las peculiares dificultades de la situación política de España y el tipo de relaciones Iglesia-Estado con el cúmulo de ambigüedades , que daban lugar. No era nada fácil mantener la identidad y autenticidad de la HOAC ante la clase obrera como movimiento de Iglesia y ante las tendencias políticas o sindicales tanto oficiales como subterráneas durante tantos años. Hubo de sufrir en propia carne las múltiples tensiones surgidas en la Iglesia y en la sociedad española en el período post-conciliar, en la etapa de la transición política, e incluso en las fases más recientes de implantación de la democracia. Unas veces las incomprensiones vinieron de la jerarquía eclesiástica, otras veces de sus amigos, de grupos y sectores cuya militancia cristiana él había despertado y promovido.

En cada una de estas etapas. pude tratarle de cerca. A veces eran más elocuentes sus silencios que sus palabras. Le encontré siempre plenamente arraigado en su misión de Iglesia, siempre fiel a la causa de los pobres, siempre independiente y disconforme con todos los “ismos”, de la derecha, del centro o de la izquierda, lamentando con pena las ocasiones perdidas, las divisiones, las desviaciones, siempre crítico y siempre abierto hacia una auténtica renovación eclesial. Más aún, siempre dispuesto a hacer algo, con ilusión juvenil, incluso cuando ya los años le pesaban o cuando las circunstancias eran adversas, para impulsar una acción pastoral y una promoción militante del laicado que permitiera a la Iglesia ser en verdad fermento evangélico de la sociedad.

Con estas líneas no he pretendido enjuiciar la obra de D. Tomás. Sólo he querido rendirle un testimonio de profunda gratitud y sentida admiración.

Por Don Elías Yanes