Dorothy Day, profeta del pacifismo para la Iglesia Católica

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Dorothy Day y El Trabajador Católico entraron en aguas desconocidas en el catolicismo de E.U. con una dedicación pública al pacifismo del Evangelio y las específicas posturas tomadas contra guerra. Si no usamos las armas del espíritu, negándonos a nosotros mismos, y tomamos nuestra cruz y seguimos a Jesús, muriendo con El y resucitando con El, los hombres seguirán peleando, y frecuentemente de los más altos motivos, creyendo que están peleando guerras defensivas por justicia y en defensa propia contra presentes o futuras agresiones.

Uno de los obsequios más grandes de Dorothy Day a la Iglesia Católica y a los Estados Unidos fue su reunión de recursos bíblicos y teológicos católicos para establecer el pacifismo y objeción de conciencia contra guerra como una legítima postura para católicos y para los Estados Unidos.

Hoy esta no es solamente una enseñanza de Dorothy Day. Los Obispos Católicos de E.U.
afirmaron el pacifismo y objeción o protesta de conciencia como una expresión legítima de fe católica en su pastoral de paz de 1983, El Reto de Paz, dando crédito a Dorothy Day. El Concilio del Vaticano II insistío que la objeción de conciencia era una opción para católicos en el documento Gaudium et Spes (79:3) y el mismo documento condenaba el bombardeo de ciudades y civiles (80:3). Estas citaciones estaban también incluídas en el Catecismo de la Iglesia Católica en Números 2311 y 2314. Declaraciones papales recientes han fortalecido esta enseñanza.

Un nuevo libro editado por Anne Klejment y Nancy L. Roberts, Pacifismo católico en los Estados Unidos: la influencia de Dorothy Day y el movimiento del Trabajador Católico (Praeger, 1996), explora el desarrollo del pacifismo de Dorothy y sus sostenes teólogicos y establece su influencia significante en la historia del catolicismo estaoudinense. El libro documenta como la teología moral de pacifismo desarrollada dentro del movimiento del Trabajador Católico socorrió a católicos que buscaban una base en su fe para su pacifismo, y actualmente llevó a una renovación radical del catolicismo mismo.

El reconocimiento de los orígenes llevada a cabo por Dorothy Day y Peter Maurin, junto con los sacerdotes-teólogos que los ayudaban, hizo disponible enseñanzas de los Padres de la Iglesia, teología de otros tiempos de historia católica, historias de santos que practicaban la no-violencia, y reflexión y explicaciones bíblicas apoyando la posición de que el seguir el Sermón de la Montaña no es una imposibilidad romántica, sino una verdadera opción para católicos en el mundo de hoy.

Experiencia en la I Guerra Mundial

Antes de su conversión al catolicismo, Dorothy Day era en gran parte participante del movimiento socialista anti-Guerra Mundial I. Ella participaba en demostraciones contra el envolvimiento de E.U. organizado por socialistas, y ella fue golpeada, aunque accidentalmente, por la policía. El periódico socialista, The Masses, donde Dorothy era una reportera, tomó una posición pacifista. Anne Klejment reporta que este periódico fue cerrado por el jefe de correo local, quien se rehusó a «mandar cualquer cosa por correo que el considerara traicionera.»

Dorothy, desde esta temprana fecha, no confiaba ni en métodos de educación ni legislación para atraer al mundo a trabajar por la paz y justicia, observando que el sentar la propia energía en política, «llena con pactos secretos» suprimió un cambio genuíno. Ella prefería confiar en la acción directa de la gente común.

Durante y después de la II Guerra Mundial muchos progresivos y activistas se convirtieron en activistas políticos; Dorothy no se unió a ellos, sino que estaba buscando un camino más profundo para su vida.

Empieza el Trabajador Católico

Cinco años después de que Dorothy Day se convirtió en católica, ella aun estaba buscando una manera de reunir su catolicismo y sus preocupaciones sociales, incluyendo el pacifismo, el cual había sido una gran parte de su vida. En Washington, D.C., el 8 de diciembre de 1932, cubriendo una marcha de hambre para la revista Commonweal, ella fue a la cripta de la aun no terminada Basílica de la Inmaculada Concepción y rezó para que ella pudiera encontrar una manera de usar sus talentos dentro de la Iglesia para servir a los pobres y ayudar a los trabajadores.

Cuando ella regresó a su departamento en Nueva York, Dorothy encontró a Peter Maurin esperándola. Peter había leído sus artículos en Commonweal y América, y estaba convencida de que ella era la persona que podría implementar su programa de un periódico, casas de hospitalidad, aclaración de pensamiento y universades agrónomas, todas basadas en la doctrina social de la Iglesia y personalismo cristiano. Peter tenía una vista radical de crear una orden social justa usando la «dinamita» del catolicismo tradicional.

El pacifismo del Trabajador Católico empieza

Peter Maurin apoyaba el compromiso básico pacifista de Dorothy como una católica y era el ingeniero del reconocimiento de los orígenes. Arthur Sheehan nos dice en su libro, Peter Maurin: alegre creyente (Hanover House, 1959) que Peter había dejado Francia para ir a Canadá por la interrupción constante de su vida por la requerida participación en las reservas después de servicio militar. Al irse a Canadá él era parte de la tradición después continuada durante la Guerra de Vietnam.

El movimiento del Trabajador Católico y el periódico El Trabajador Católico empezaron en 1933. Poco después, Dorothy anunció en el periódico que delegados del Trabajador Católico asistirían al congreso de los Estados Unidos contra la guerra y que representarían el «pacifismo católico.» Con este anuncio, por primera vez tuvimos pacifismo católico en los Estados Unidos.

Los autores del Pacifismo Católico en los Estados Unidos describen como Dorothy incorporó ideas de la enseñanza católica en su posición pacifista. Ella recordaba frases del Catecismo de Baltimore (tan recientemente estudiado para su conversión), tales como «todos los seres humanos que comparten la gracia de Dios son templos del Espíritu Santo.» El Trabajador Católico presentaba artículos durante los años treinta por el Papa Pio XI, quien vigorosamente atacaba el nacionalismo como una fuente de guerra. Uno podía comprender como el Trabajador Católico y sus trabajadores se entristecieron por su muerte y publicaron encabezamientos grandes acerca de la muerte de su amado Papa.

Klejment y Roberts denotan como después Dorothy encontró inspiración en la encíclica Mystici Corporis (1943) del Papa Pio XII con sus hermosas enseñanzas acerca de los lazos de unidad entre los miembros, actuales y potenciales, del Cuerpo Místico de Cristo, sobre quien no se deben arrojar bombas.

Los autores nos dicen que ella «distinguía en el Trabajador Católico entre falso y verdadero pacifismo, el primero usando armas espirituales tradicionales como oración y recepción de los sacramentos para resistir activamente el mal.» Dorothy llegó hasta decir, «Si no vamos a usar nuestras armas espirituales, armémonos y preparémonos, por todos medios. Editoriales en el Trabajador Católico de 1939 exhortaron a todas las casas del Trabajador a rezar el rosario diario por la paz–no por victoria. Los Trabajadores Católicos iban a Misa diario y oraban los Vía Crucis en las iglesias parroquiales por la paz.

Varios autores describen la calidad penitencial del pacifismo del Trabajador Católico, que enfatizaba «el principio espiritual que la penitencia y sufrimiento voluntario que hicieran los individuos, y ofrecieran por el bien de otros, podría efectuar cambios más allá de la vida del individuo haciendo la penitencia.»

Los autores siempre enfatizan que Dorothy situó su pacifismo dentro de la visión del personalismo cristiano de Maurin, «donde la decisión es responsabilidad del individuo y no era dependiente de circunstancias históricas» y la profunda creencia que existía un poder más allá de la historia–Jesucristo. La visión de fe dio a Dorothy fuerza y esperanza para una larga dedicación. Los editores de este libro recuerdan al lector que «Como una joven radical secular, Day estaba abrumada por que la Izquierda no hacía ninguna diferencia. Pero como una católica radical, los muchos dones espirituales que ella recibía de su fe renovada incitaba perseverancia y fortaleza en su oposición a la guerra.»

Dorothy Day y El Trabajador Católico entraron en aguas desconocidas en el catolicismo de E.U. con una dedicación pública al pacifismo del Evangelio y las específicas posturas tomadas contra guerra. Dado a la historia de anti-catolicismo en los Estados Unidos y la acusación de que lealtad al Papa era tracionero, había sido difícil para muchos católicos, muchos de los cuales eran inmigrantes, el estar contra la opinión de la mayoría en su país, aun esto significara ir a la guerra. Este deseo de ser aceptados había creado un casi superpatriotismo en los católicos de E.U. para probar su lealtad a los Estados Unidos.

Dorothy tomó posturas nada populares en un testimonio profético que causó una servera pérdida en el movimiento del Trabajador Católico, donde oposición dentro del movimiento causó el cierre de la mayoría de las casas. Ella basaba su pacifismo y su postura contra la conscripción en artículos sobre el Sermón de la Montaña, llamándolo «El manifiesto cristiano.» Ella incitaba a individuos que acogieran el evangelio de paz, en oposición al estado cuando lo requería la conciencia, y aun pedía a los trabajadores que no trabajaran en la industria de armamento (Vean la foto del Obispo Matthiesen en esta edición) o en cualquier trabajo que no reforzara el bien común. Con sus fuertes raíces espirituales y teológicas, Dorothy, a través de El Trabajador Católico facilitaba la formación de conciencias de mucha gente tocante a la guerra y la paz.

La guerra civil española

Junto con conocidos escritores como Jacques Maritain, George Bernanos y Emmanuel Mounier, Dorothy tomó una posición neutral tocante a la guerra civil española. Porque las fuerzas anti-Franco indiscriminadamente mataron tantos sacerdotes y hermanas, hubo una tremenda protesta entre los católicos de E.U. contra las fuerzas republicanas.

Dorothy publicó el comentario de Emmanuel Mounier tocante a la guerra en 1936 para ayudar a la gente a entender su posición. «La revolución por el orden es una que los verdaderos cristianos deben hacer, pero no será una simple revuelta, ni explosión de violencia desenfrenada. Empezará solamente desde el momento en que un número de cristianos se presentarán a vivir su cristianismo socialmente por una manera de re-conversión. Que lejano está este ideal de la actual tragedia en España donde muchos católicos comprometen a la Iglesia al atarla a una causa política que no le pertenece, mientras en venganza furiosa las hordas roban, queman y matan todo lo que ante su ojos representa religión.»

II Guerra Mundial

La II Guerra Mundial se luchaba como la guerra para terminar todas las guerras. La guerra no era popular, hasta el bombardeo de Pearl Harbor en Hawaii. Entonces muchos que habían estado contra la guerra cambiaron; ellos encontraron la oposición de Dorothy a la II Guerra Mundial no solo incomprensible, sino inperdonable.

Durante la Segunda Guerra Mundial, como después con la Guerra de Vietnam, ella abrió las páginas de El Trabajador Católico, no solamente a los pacifistas, sino también a los teólogos que usaban la doctrina de guerra justa para llegar a conclusiones pacifistas.

Las condiciones para una guerra justa elaborada por teólogos como San Agustín y Sto. Tomás de Aquino eran: La guerra debe ser declarada por una autoridad competente. Debe haber una causa justa para hacer guerra; es decir, algo mal que debe ser corregido o que estaría bien defender. El Papa Pio XII agregó que dado a la creciente destrucción de armas nucleares, la guerra no se podría hacer moralmente, excepto como un acto de defensa propia. El uso de armas no debe producir males y desórdenes más graves que el mal que se tiene que eliminar. La guerra se debe llevar a cabo solo como un último medio después de que todos los medios de paz se hallan eliminado. Una guerra se puede hacer legítimamente solamente si su propósito es obtener un final justo.

En lugar de abandonar la teoría de guerra justa, Dorothy la usó para condenar todas las guerras modernas a la luz de la tecnología de destrucción masiva.

Padre John Hugo le dijo a Dorothy Day que obtuviera una teología de no-violencia. El le escribió a ella, «Sin duda el pacifismo es bien claro para tí; pero luego tú no has tratado de expresarlo doctrinalmente. Si no superias teología, probablemente sería más simple hacer una solución. Sin embargo la decisión debe estar basada en doctrina. El pacifismo debe ser precedido de la verdad, o no puede existir para nada.» El Trabajador Católico publicó muchos artículos por el Padre Hugo y otro teólogos, como Mons. Barry O`Toole de la Universidad Católica de América.

El Trabajador Católico y el FBI

J. Edgar Hoover, antes el jefe de la FBI, no tenía dudas acerca de Dorothy Day. Aun antes de la II Gueraa Mundial él insistía que la colocaran en detención custodial (carcel) en el evento de una emergencia nacional.

Esa orden nunca se llevó a cabo. Solamente podemos hacer conjeturas de los oficiales del FBI, que eran frecuentemente católicos irlandeses y aun ex-seminaristas, no podían detener a alguien que se oponía a la guerra porque ella comulgaba diariamente.

Uno se puede imaginar la confusión de los agentes del FBI al escuchar a Dorothy y Peter hablar de ser pacifistas por su catolicismo–o no podían resistir el dar contribuciones para los pobres que venían al Trabajador Católico. El libro de Arthur Sheehan documenta conversaciones como estas en las casas de hospitalidad del Trabajador Católico de Nueva York.

Dorothy tenía la protección del Cardenal Spellman, quien nunca se opuso o la condenó. El sabía mejor que condenar a una santa.

El impacto de Dorothy Day en el pacifismo católico se aclaró para los autores como jóvenes después de la II Guerra Mundial cuando conocieron a Jim Clark, un antiguo capitán del departamento de bomberos de Nueva York, que se había convertido en un pacifista debido a la influencia de Dorothy Day.

Cuando los autores visitaron a Martha Miller en el Trabajador Católico de Nueva York décadas después, se sorprendieron de encontrar al Padre Jim Clark celebrando allí la Misa semanal.

La explicación por la II Guerra Mundial

Los Trabajadores no consideraban la II Guerra Mundial como una aberración o simplemente una reacción al mal del Nazismo, sino una parte de una realidad histórica que incluía lo que pasaba en Alemania después de la I Guerra Mundial, al igual como capitalistas «deseosos de obtener una ganancia del negocio de armamentos.» Los autores citan el editorial de Dorothy en 1939, «Nosotros tenemos la culpa de la nueva guerra en Europa,» donde se ponía la culpa sobre los hombros de todos, por «su materialismo, su avaricia, su nacionalismo idólatra… por su subjeción despiadada de otro país.» Los autores denotan que esto no es un simple «apaciguamiento envuelto en teología católica», sino un llamado por una transformación fundamental del mundo económico y orden social.

El argumento de que la II Guerra Mundial se peleó para salvar a los judios y por eso era una guerra buena no satisfacía a Dorothy Day, que simplemente respondió que no salvó a los judios, como está claro por los números de judios incinerados.

Durante la guerra los Estados Unidos se rehusó a aceptar aun aqeullos judios que eran refugiados legales (90% de las cuotas no se llenaron) por miedo de sobrecargar el mercado de la mano de obra.

Uno se pregunta porque Rolf Hochhuth (que escribió «El Diputado») nunca escribió un drama acerca del Presidente Roosevelt y el Congreso de E.E.U.U., presentándolos como apretándose las manos preocupándose por los judios que escapaban los campos de muerte y vinieran a los Estados Unidos a sobrecargar el mercado de trabajo. Es un poco extraño que Hochhuth, que escribió otros libros considerados como tonterías totales (e.g., que Winston Churchill ordenó la muerte del General Siborski de Polonia) y desde ese tiempo nunca más ha sido considerado seriamente como un historiador, podía escribir calumnias contra Pio XII que siguen siendo citadas hasta ahora. Dorothy defendió a Pio XII y frecuentemente lo citaba en el nombre de la paz y pacifismo.

El fin de la II Guerra Mundial, presentada como una guerra para acabar con todas las guerras, produjo, no la paz que se esperaba, sino la guerra fría y una constante amenaza de guerra con armas nucleares.

A través de su valiente postura durante la II Guerra Mundial y guerras después, Dorothy dio a los hombres y mujeres católicos una opción de paz que ellos antes no habían tenido. En el futuro jóvenes católicos no podrán ser presionados a dar sus vidas en guerras para «hacer paz.» Ellos están apoyados por la Iglesia en tomar una postura contra guerra.

El Trabajador Católico, Gandhi, y no-violencia activa

Las grandes ideas de Gandhi sobre la no-violencia activa y su atractivo a las masas grandes de gente oprimida ofrecieron mucho en términos de atención al mundo por pacifistas. Sin embargo, no era automaticamente claro exactamente que significaba esto para diferentes grupos que adoptaban la idea y que tan compatibles serían todas estas interpretaciones con el movimiento del Trabajador Católico y su perspectiva ética y religiosa.

Pacifismo católico en los Estados Unidos demuestra como los Trabajadores Católicos evaluaron acciones por otros grupos con los que ellos consideraban reunir sus fuerzas en la luz de la enseñanza católica. El Trabajador Católico declaró que aun algunos de los que abogaban por la no-violencia activa tomaban sus posiciones de un individualismo que podrá equivocarse en poner la libertad completa como su fin definitivo.

Esta búsqueda de la libertad sin límites era «contrario a una comprensión propiamente católica de moralidad objetiva y el propósito de la libertad humana.»

Los Trabajadores Católicos sí adoptaron la no-violencia de Gandhi en su resistencia activa e la incorporaron en su desarrollo de la teología de pacifismo católico, aun sugeriendo que ella podría aplicarse a la teoría de guerra juesta como uno de los métodos pacíficos que se deben atentar antes de declarar la guerra.

Guerra de Vietnam

La influencia del Trabajador católico durante la Guerra de Vietnam se explora en detalle en Pacifismo Catolico en los Estados Unidos, igual que se impactó en lo que vino a ser llamado ultra-resistencia, con Daniel y Philip Berrigan y después los activistas Plowshares (rejas del arado).

Dorothy Day objetaba a la Guerra e Vietnam mucho antes de que fuera popular (1954) hacerlo. Ella citaba los santos como Theodore Venard, un mártir misionero en Indochina que objetaba como un hombre francés al imperialismo francés, cuyo sucesor ella veía en E.E.U.U.

Después de la Guerra de Vietnam algunos Trabajadores Católicos estaban tan preocupados acerca de los asuntos de guerra y paz y la amenaza nuclear que ellos limitaron su enfoque a las actividades antiguerra. Klejment y Roberts recuerdan a los lectores que a pesar de su dedicación por su vida entera al pacifismo y la no-violencia, esto no era así para Dorothy Day: «Aun la duración larga de la Guerra de Vietnam y la escalación de militancia del movimiento antiguerra no transformaron al Trabajador Católico en un grupo por una sola causa.

Profundo escepticismo del Evangelio, Juan Pablo II

El Papa Juan Pablo II ha podido llevar la discusión teológica de guerra y paz más allá de un desacuerdo entre la doctrina de pacifismo y guerra justa. William Portier nos dice, «Mientras deja la puerta abierta un poco para la seria posibilidad de «intervención humanitaria,» el Papa parece estar poseído al mismo tiempo de un profundo escepticismo que viene del Evangelio tocante usar la fuerza como un medio de obtener justicia. Este escepticismo es evidente en su oposición a la Guerra del Golfo y su extrema incertidumbre de urgir intervención internacional militar en Bosnia.» (Washington, D.C.: Communio, Primavera 1996.

En la encíclica El Evangelio de la Vida, el Papa Juan Pablo meciona sus dudas acerca de la guerra igual que lo hizo acerca de la pena de muerte y denota Portier que él sienta entre las señas de esperanza a muchos niveles de opinión pública que existe una nueva sensibilidad aun más opuesta a la guerra.

El Papa Juan Pablo, hablando sobre guerra y usando el simbolismo de Isaías de el león y el cordero, razonó que los mandamientos y las bienaventuranzas deben existir juntas. Esto resulta en un correspondiente realismo evangélico, «lo cual nos reta a que recemos sinceramente cuando pidamos ser librados de la guerra, o cuando digamos que Jesús está sufriendo entre la gente en Bosnia o que, porque El ha venido al mundo, la guerra no es inevitable.»

En la víspera de la Guerra del Golfo en muy publicadas cartas al President Bush y Hussein, el Santo Padre les rogó a ellos que reconocieran la inutilidad de recurrir a la guerra. Entre el 2 de agosto de 1990 y marzo 1991, el Papa condenó la guerra 56 veces.

Portier nota que junto con Gaudium et Spes y el Catecismo de la Iglesia Católica, si el Papa no está diciendo, «Guerra no mas,» ha llegado muy cerca de eso.

El Reto

Nunca ha habido tanta conversación acerca de paz y justicia que en el mundo católico de hoy en día en todos los niveles. Pero no hay paz y no hay justicia.

En 1965 a Dorothy Day se le pidió un católico pacifista que escribiera un manifiesto pacifista claro, teorético, y lógico, notando que ninguna hasta la fecha había aparecido de su mano. Ella respondió en palabras que aun hoy son tan apropiadas como lo eran cuando ella las escribió:

«Yo no puedo escribir otra cosa que no sea esta: Si no usamos las armas del espíritu, negándonos a nosotros mismos, y tomamos nuestra cruz y seguimos a Jesús, muriendo con El y resucitando con El, los hombres seguirán peleando, y frecuentemente de los más altos motivos, creyendo que están peleando guerras defensivas por justicia y en defensa propia contra presentes o futuras agresiones.»

Con la esperanza de que cuando haya más literatura disponible acerca de Dorothy, más gente se una a ella en su peregrinación.

Que el número de gente sea una multitud.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XVII, No. 7, diciembre 1997