EL COUNCIL ON FOREIGN RELATIONS (CFR): La CARA OCULTA del PODER GLOBALIZADO

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Como funciona el gobierno mundial invisible … El Council on Foreign Relations (CFR) conforma una organización discreta, de muy bajo perfil público, y de alta efectividad, integrada por unos 3.600 miembros del más alto nivel, prestigio e influencia en sus respectivas disciplinas y ámbitos de poder, tanto en EEUU como en Europa. Reúne a los más altos directivos de instituciones financieras, colosos industriales y medios de comunicación social, investigadores, académicos, oficiales militares de máxima graduación, políticos, funcionarios públicos, decanos de universidades y centros de estudios. Un verdadero gobierno mundial invisible.

Por Adrian Salbuchi
10/06/03/

LA VERDADERA ESTRUCTURA DEL PODER MUNDIAL

El Council on Foreign Relations (CFR) es una organización poco conocida pero muy influyente en los asuntos internacionales que ha ido creciendo en poder, prestigio y amplitud de ámbitos de acción, hasta tal punto que ya en nuestros días podemos decir que conforma el auténtico «cerebro del mundo» que direcciona el rumbo complejo e incierto hacia el que se empuja y arrastra al planeta entero.

No existe pueblo, región o segmento económico, social, o político que pueda extraerse a su influencia y es, precisamente, el hecho de haber logrado permanecer «detrás del telón» lo que le otorga al CFR su inusitada fuerza e influencia. Hoy, el CFR conforma una organización discreta de muy bajo perfil público y de alta efectividad, integrada por unos 3.600 miembros del más alto calibre, prestigio e influencia en sus respectivas disciplinas y ámbitos de poder.

De esta manera, reúne a altos directivos de instituciones financieras, colosos industriales y medios de comunicación social; a investigadores y académicos; a oficiales militares de máxima jerarquía; y a políticos, funcionarios públicos y decanos de universidades, facultades y centros de estudios.

Sus objetivos fundamentales consisten en identificar y evaluar amplios conjuntos de factores políticos, económicos, financieros, sociales, culturales y militares que abarcan a toda faceta imaginable de la vida pública y privada de los Estados Unidos, de sus Aliados y del resto del mundo.

Hoy, gracias al enorme poder de Estados Unidos, el ámbito de análisis del CFR abarca al planeta entero. En rigor de verdad, el CFR conforma un poderoso centro de análisis y planeamiento geopolítico y estratégico.

Sus investigaciones y evaluaciones son realizadas por distintos investigadores y grupos de trabajo conformados dentro del seno del CFR, que se dedican a identificar amenazas y oportunidades del entorno mundial, evaluar las fuerzas y debilidades de los intereses agrupados dentro del CFR, y realizar amplios planes estratégicos, tácticos y operativos en todos los ámbitos a los que nos hemos referido.

Aunque estas intensas, profundas y efectivísimas tareas se realizan dentro del ámbito del CFR, la clave para comprender su accionar radica en el hecho de que el CFR jamás opera por sí misma, sino que son sus miembros individuales los que lo hacen.

Y ello siempre desde sus ámbitos formales de acción y poder, que son las empresas multi y transnacionales, los bancos internacionales, las instituciones multilaterales internacionales, los gobiernos, las universidades, las fuerzas armadas y los medios de comunicación social. Esos mismbros del CFR jamás invocan o siquiera aluden a su pertenencia dentro de la institución, ni mucho menos la invocan.

Los ámbitos naturales de poder de cada uno de sus miembros a los que nos referimos son, por demás, muy poderosos ya que hoy encontramos que son miembros del CFR buena parte de los presidentes, gerentes y accionistas de las empresas Fortune 500[1] que en su conjunto manejan casi el 80% de la economía estadounidense, emplean a más de 25 millones de personas, y en su conjunto tienen un valor de mercado que equivale a dos veces y media el PBI de los Estados Unidos.

Pero también son miembros del CFR los máximos directivos de los grandes bancos como el Chase Manhattan de la familia Rockefeller que acaba de fusionarse con el banco J P Morgan, el Bank of America y el actual número, CitiGroup, cuya capitalización hoy excede los 250.000 millones de dólares; los directivos y formadores de opinión de los ocho monopolios multimedia mundiales; los rectores y decanos de las grandes universidades y facutades como Harvard, MIT Massachussets Institute of Technology, Columbia, Johns Hopkins, Princeton, Yale, Stanford, y Chicago; y – factor clave en esta verdadera rueda de poder planetario -, los 150 puestos clave del gobierno estadounidense incluyendo los cargos más relevantes en sus fuerzas armadas.

MIEMBROS ENCUMBRADOS DEL CFR

En otra obra hemos brindado amplia información al respecto[2]; aquí mencionamos a tan sólo unos pocos encumbrados y podersosos miembros del CFR como David Rockefeller, Henry Kissinger, Bill Clinton, Zbigniew Brzezinski, George H.W. Bush, la ex-secretaria de estado Madeleine Albright, el especulador internacional George Soros, el juez de la corte suprema Stephen Breyer, Laurence A. Tisch (presidente de la cadena Lowes/CBS), el secretario de estado Gral. L. Colin Powell, Jack Welsh (presidente de General Electric Company), W. Thomas Johnson (presidente de CNN y hoy director de Aol/Time-Warner), Katherine Graham (recientemente fallecida presidenta del grupo Washington Post / Newsweek / International Herald Tribune); Richard Cheney (vicepresidente de EE. UU., ex-secretario de defensa de George Bush (padre), y ex-presidente de la petrolera Halliburton), Samuel «Sandy» Berger (asesor del presidente Clinton en seguridad nacional), John M. Deutch (ex-director de la CIA del presidente Clinton), Alan Greenspan (gobernador del Banco de la Reserva Federal), Stanley Fischer (ex-director gerente del Fondo Monetario Internacional y actual director del CitiGroup), Anne Krueger (actual vicedirectora del FMI), James D. Wolfensohn (presidente del Banco Mundial), Paul Volcker (presidente del CS First Boston Bank y ex-gobernador de la Reserva Federal), John Reed (director y ex-presidente de CitiGroup); los economistas Jeffrey Sachs, Lester Thurow, Martin Feldman y Richard N Cooper; el ex-secretario del Tesoro, ex-presidente de Goldman Sachs y actual co-Chairman de CitiGroup, Robert E. Rubin, el ex-secretario de estado del presidente Reagan y «mediador» en el conflicto de Malvinas, Gral. Alexander Haig, el «mediador» en el conflicto de los Balcanes, Richard Holbrooke, el presidente de IBM, Louis V. Gerstner, el senador demócrata por el estado de Maine, George J. Mitchell, el diputado republicano, Newt Gingrich, y la asesora del presidente Bush en seguridad nacional, Condoleeza Rice, el representante comercial de Bush Robert Zoellick, Elliot Abrams, William Perry, Mark Falcoff, Paul Wolfowitz, Richard N. Perle, y Richard Armitage, entre muchos otros.

Aquí, entonces, hallamos la clave de la alta efectividad del CFR, por cuanto aquellas decisiones y planificaciones que se realizan y acuerdan durante sus reuniones, conferencias, y grupos de trabajo a puertas cerradas, son luego ejecutadas por sus diversos miembros desde sus ámbitos formales de poder. ¡Y qué ámbitos de poder que son éstos!

Resulta lógico inferir que si dentro del CFR se diseña un conjunto de planes respecto de, digamos, la globalización de la economía y las finanzas, o cuales regiones del planeta tendrán paz y prosperidad, y cuales se hundirán en sangrientos conflictos, y se las decide llevar a cabo, entonces ¿que duda puede haber que la acción coordinada de personalidades como el presidente de la nación, sus secretarios de estado, defensa, comercio y tesoro, de los principales banqueros y financistas, capitanes de industria, directivos de medios de difusión, militares y académicos, habrá de conducir a resultados concretos, efectivos y, por cierto, irresistibles?

En verdad, para comprender cómo funciona realmente el mundo actual, resulta preciso diferenciar el poder formal del poder real.
Lo que los medios de difusión nos transmiten con altísimo perfil público a diario en los noticieros de televisión y en los periódicos no es otra cosa que los resultados visibles y concretos de las acciones de las estructuras del poder formal: especialmente los gobiernos nacionales y la reacción de los mercados ante las decisiones sualmente unilaterales de la estructura tecnocrática y supranacional de las finanzas y las empresas.

Pero el poder real es aquél que de manera menos visible, planifica y decide qué va a ocurrir cuándo, dónde, y quienes lo ejecutarán.

EL ROL ESPECIAL DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA

Dado que Estados Unidos es hoy la única superpotencia del planeta, resulta razonable suponer que la estructura de poder mundial – pues de ello se trata – que administra el gobierno mundial, lo hace transitoriamente desde el propio territorio y estructura política y económica de los Estados Unidos.

Ello no implica que el pueblo estadounidense necesariamente forme parte de este esquema, sino más bien que lo conforman sus elites y clase dirigente; el así llamado Establishment. Se trata, entonces, de poderes que operan dentro de Estados Unidos (como también lo hacen dentro del Reino Unido, Francia, Alemania, Japón, España, Argentina, Brasil y Corea), pero no necesariamente pertenecen a los Estados Unidos (como sus contrapartidas en otras naciones tampoco representan a esos pueblos, ni obedecen necesariamente a sus intereses).

Para comprender como funciona realmente Estados Unidos, conviene recordar que sus políticas – especialmente su política exterior – se administran desde Washington DC (ellos mismos se refieren a su gobierno como «The Administration») que es la sede del poder formal.

Sin embargo, el verdadero gobierno estadounidense impera desde Nueva York, sede del poder real.
Ello es comprensible puesto que el poder real requiere de una sólida e ininterrumpida continuidad y consistencia para poder llevar a cabo complejas estrategias en el espacio y el tiempo que abarcan a todo planeta y se proyectan a través de décadas enteras.

Estos centros de poder rápidamente comprendieron hace ya muchas décadas que no hay nada más ineficiente e ineficaz para la continuidad y consistencia en el diseño y ejecución de estrategias políticas, económicas, financieras y sociales, que el sistema democrático que con su alto perfil público y periódicos recambios obliga a dirigentes a dar permanentes explicaciones al demos a cada paso.

Cuánto mejor resulta operar discretamente, desde lo que formalmente es un mero gentlemen’s club[3] como el CFR, del que hombres poderosos e influyentes son miembros, directivos o incluso presidentes durante décadas enteras sin tener que rendirle cuentas a absolutamente nadie, fuera de sus pares dentro de la propia organización.

Así, 3.600 poderosas personas pueden ejercer una influencia gigantesca sobre incontables miles de millones de seres humanos en todo el planeta.

Se trata, en rigor de verdad, del eje central de una verdadera red de hombres y mujeres poderosos, ya que el CFR es complementado por otras organizaciones análogas tanto estadounidenses como internacionales especializadas en el estudio de asuntos geopolíticos internacionales y promover el actual modelo global:
The Hudson Institute, The RAND Corporation[4], The Brookings Institution, The Trilateral Commission[5], The World Economic Forum, Aspen Institute, American Enterprise Institute, Deutsche Gesellschaft für Auswärtigen Politik, Bilderberg Group, Cato Institute, Tavestock institute, y el Carnegie Endowment for International Peace, entre otros.

Todos estos think tanks o bancos de cerebros como se los denomina en el país del norte, reúnen a los mejores hombres en sus respectivos campos a condición de que estén claramente alineados con las premisas básicas de los objetivos políticos de los globalizadores:
la creación de un gobierno mundial privado, la erosión sistemática de las estructuras de todos los estados-nación soberanos (aunque no de todos de la misma manera ni al mismo tiempo, se entiende), la estandarización sociocultural, la imposición de un sistema financiero globalizado especulativo-usurario, el alineamiento de la opinión pública mundial a través de una poderosa acción psicológica a nivel planetaria, y la administración de un sistema de guerra global que mantenga la cohesión de las masas a través del permanente azuzamiento contra algún «enemigo», sea éste real o imaginario.[6]

LOS PRIMEROS TIEMPOS

Corría el mes de Mayo del año 1919, cuando un grupo compacto de influyentes banqueros, abogados, políticos y académicos – todos ellos participantes de las conversaciones entre los Aliados vencedores y las Potencias Centrales derrotadas en los campos de batalla europeos -, reunidos en el Hotel Majestic de París tomaron una decisión trascendental: formar dos «bancos de cerebros» o logias para defender los intereses mundiales anglonorteamericanos.

Desde estas instituciones que hoy han crecido hasta formar el centro de planeamiento geopolítico y geoeconómico más importante del planeta, se ha venido diseñando a lo largo de ochenta años un nuevo orden mundial que se acomoda a los intereses colonialistas anglo-norteamericanos y de sus aliados de entonces y de hoy.

La estrategia consistía en fundar dos entidades: uno en Londres que habría de denominarse el Royal Institute of International Affairs (RIIA – Instituto Real de Relaciones Internacionales), y otro en los Estados Unidos que tomaría el nombre de Council on Foreign Relations (CFR), con sede en la ciudad de Nueva York.

Ambas organizaciones portaban el claro sello ideológico del socialismo gradual como eje de control colectivo que ya hacia fines del siglo XIX fuera propugnado por la Sociedad Fabiana financiada por el Round Table Group del magnate sudafricano, Cecil Rhodes y la familia de financistas cosmopolitas Rothschild. Al CFR también le darían su apoyo y financiación las más pudientes y poderosas familias estadounidenses como Rockefeller, Morgan, Mellon, Harriman, Aldrich, Schiff, Kahn, Warburg, Lamont, Ford y Carnegie (ésta última, particularmente a través de una organización precursora del CFR, la Carnegie Endowment for International Peace).

Desde su creación, el CFR contó con un importante vocero que, aún hoy, sigue siendo la publicación más prestigiosa e influyente de los Estados Unidos en materia de análisis geopolítico: Foreign Affairs, del que se dice que «lo que hoy se publica en «Foreign Affairs» se transforma mañana en la política exterior oficial de los Estados Unidos».

Entre los fundadores y primeros directivos del CFR, hallamos a hombres de la talla de Allan Welsh Dulles, uno de los mayores exponentes de la comunidad de planeamiento, inteligencia y espionaje estadounidense que consolidaría la estructura de la CIA, central de inteligencia estadounidense; al periodista Walter Lippmann director-fundador del semanario The New Republic y agudo estratega en acción psicológica; a los banqueros Otto H. Kahn, y Paul Moritz Warburg,[7] éste último nacido en Alemania y emigrado a los Estados Unidos dónde en 1913 diseñó y promovió la legislación que desembocaría en la creación del Federal Reserve Bank, el banco central privado estadounidense que hasta nuestros días ejerce el control sobre toda la estructura financiera de esa nación.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y como parte del «nuevo orden mundial» de la posguerra, el Banco de la Reserva Federal se vería complementado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, también creaciones de miembros del CFR.

Estas tres instituciones en su conjunto controlan el sistema financiero globalizado actual. Conviene aquí señalar que la única verdadera globalización que hoy se aprecia en el mundo es la del sistema financiero que ha escapado a todo control nacional, pues los sistemas económico y político hoy siguen transitoriamente centrados en torno al ámbito nacional.[8]

Entre los fundadores del CFR, hallamos por ejemplo al geógrafo y presidente de la American Geographical Society, Isaiah Bowman, quien tendría a su cargo el equipo angloestadounidense que redibujaría el mapa de Europa tras la Primera Guerra Mundial y que – Tratado de Versalles mediante -, tantos trastornos habría de traer en las décadas subsiguientes. Fueron dos economistas del CFR, Owen D. Young y Charles Dawes, quienes durante los años veinte diseñarían e impulsarían los planes de «refinanciación» de la deuda de guerra impuesta a Alemania por ese mismo Tratado.

Fueron miembros del CFR quienes como altos directivos del Banco de la Reserva Federal generarían las distorsiones y astringencias monetarias que ayudaron a desatar la crisis financiera de 1929.
Fueron miembros del CFR quienes presionarían sobre la opinión pública – a través de los poderosos medios de difusión bajo su control como las cadenas radiales NBC y CBS y los periódicos Washington Post y New York Times, para quebrar la neutralidad estadounidense ante la nueva guerra desatada en Europa a partir de 1939.

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Durante esta contienda en la que Estados Unidos recién participaría formalmente hacia fines de 1941, miembros de alto rango dentro del CFR conformaron el War & Peace Studies Project que se integró lisa y llanamente al Departamento de Estado norteamericano[9] diseñando sus políticas hacia el Japón y Alemania, y luego preparó otro «nuevo orden mundial» para después de la previsible victoria Aliada.

De esta manera, el CFR diseñó y promovió la creación a partir de 1945 de la Organización de las Naciones Unidas como instancia de administración política mundial y algunas de sus agencias económicas clave como el FMI y el Banco Mundial, a través de sus miembros Alger Hiss[10], John J. McCloy[11], W. Averell Harriman, Harry Dexter White[12], James Lovett[13], Dean Acheson[14], George Kennan[15], Charles Bohlen[16] y otros, como así también a través de las conferencias de Dumbarton Oaks (para crear la ONU), Bretton Woods (para crear el FMI, Banco Mundial y el GATT/OMC), Teherán y Yalta (conferencias en las que se acordó la división del mundo en esferas de dominio entre Estados Unidos y la URSS).

Terminada aquella contienda, el Presidente Harry S. Truman instauraría la conocida «Doctrina Truman» de seguridad nacional que toma como punto de partida la doctrina del containment – contención del expansionismo soviético – propuesta por otro miembro del CFR a la sazón embajador en Moscú: George Kennan, en un conocido artículo aparecido en las páginas de Foreign Affairs y firmado «X», como así también la directiva NSC68 del National Security Council redactado por Paul Nitze, del CFR. Otro tanto fue el caso del así-llamado «Plan Marshall» diseñado por un grupo de trabajo del CFR y ejecutado por W. Averell Harriman entre otros.

De manera que para comprender al mundo contemporáneo, bien vale la pena evaluar y analizar lo que hace, dice y propaga el CFR, pues muchas de sus actividades no son secretas sino meramente discretas.

Cualquier persona que visite su sede en la residencial Park Avenue esquina calle 68 de la ciudad de Nueva York, como lo ha hecho el autor de la presente nota, podrá obtener un ejemplar de su Memoria y Balance en el que figuran descripciones oficiales de sus actividades y la nómina de sus más de 3.600 miembros.

De manera que la información está disponible para quien quiera tomarse el trabajo de pedirla y luego procesarla, analizarla y tomarse el trabajo de correlacionarla con otros datos relacionadas con esas mismas personas.

Preciso es investigar la manera en que a lo largo de este siglo el CFR – sólo o en coordinación con otras organizaciones hermanadas – ha ejercido determinante influencia sobre la más amplia gama de corrientes ideológicas, eventos políticos, guerras, fenómenos de acción psicológica, crisis económicas y financieras, encumbramientos y defenestraciones de personalidades de alto relieve y otros hechos impactantes – muchos claramente inconfesables – que han marcado el rumbo de la humanidad a lo largo del tumultuoso siglo que acaba de terminar.

Es que pareciera que nos tienen a todos demasiado ocupados y fascinados como espectadores pasivos de los vertiginosos eventos y hechos que a diario se suceden en todo el mundo, como forma de asegurarse que a nadie – o al menos a pocos -, se les ocurra fijar la atención en otro lado, para identificar ya no tanto los efectos y resultados impactantes de muchas decisiones y acciones encubiertas, sino más bien los orígenes reales y concretos de esas mismas decisiones y acciones.

Para el éxito de este gigantesco fenómeno de acción psicológica colectiva – pues de ello se trata –, los medios masivos de comunicación social cumplen un rol vital y esencial. Pues son ellos los instrumentos cuyo objetivo consiste en propiciar la anulación de la capacidad de pensamiento independiente y creativo entre los pueblos.

Para ese fin parecieran estar CNN, CBS, NBC, The New York Times, The Daily Telegraph, Le Figaró, The Economist, The Wall Street Journal, Le Monde, The Washington Post, Time, Newsweek, US News & World Report, Business Week, RTVE, todos dirigidos por personeros del CFR y/o de sus organizaciones hermanas en otras naciones.
Luego la información y opiniones que propagan son repetidas ad nauseam por todos los medios «serios» en todos los países del mundo.

En verdad, estos medios, la industria del entretenimiento y las estructuras educacionales conforman una suerte de continuum que contiene implícitamente un conjunto de ejes de acción psicológica colectiva.
Podríamos decir que, en términos generales, una de las estrategias más importantes de dicha acción psicológica se centra en ocultar o al menos soslayar y disimular, tres realidades fundamentales que para las fuerzas globalizadoras resultan muy poco conveniente que sean debidamente conocidas y comprendidas por la opinión pública mundial y en cada país.

Cómo funciona realmente el mundo. La opinión pública ha de pensar que el mundo funciona según lo que indican los medios de difusión; ha de creer que los gobernantes realmente gobiernan y que son elegidos por la voluntad soberana del pueblo. La realidad es muy diferente.

Que la situación de las distintas naciones puede que sea difícil pero que todo se terminará resolviendo a medida que el proceso de la globalización se enraíce. Ello conlleva implícita la idea de que la felicidad de las naciones se halla íntimamente ligada al nivel de alineamiento a las pautas y exigencias del proceso globalizador.

En el caso de la Argentina, se pretende hacernos creer que las cosas están mal pero que van a mejorar; que es sólo cuestión de renegociar (¡una vez más!) los pagos de la deuda externa, que es sólo cuestión de flexibilizar alguna legislación, privatizar más empresas y reformar el Estado para que todo se resuelva como por arte de magia.
La realidad es muy diferente.En el caso de la Argentina, estamos ante la probable desaparición lisa y llana de la Argentina dentro del Leviatán globalizador.

Que, nos guste o no, no existen opciones a la globalización; que la misma es irresistible, indetenible; que su poder es invulnerable y sus exigencias inapelables. Pero aquí también la realidad resulta ser muy diferente. La globalización no es tan poderosa e invulnerable como se nos la presenta. Tiene importantes contradicciones internas algunas de las cuales abordaremos en el presente ensayo y – lo más importante –, existen opciones y alternativas al modelo rígido y único que ofrece al mundo

¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN, ENTONCES?

Llegados a esta instancia, se plantea una pregunta esencial que es definir qué es la globalización a la luz de esta realidad que observamos. Aventuramos una definición en el sentido de que el proceso de la globalización conforma una ideología que tiene claros objetivos e intereses políticos y económicos.

El vocablo «globalización», no es más que un eufemismo que encubre una realidad más profunda que los propios mentores del sistema han definido desde hace casi un siglo como «nuevo orden mundial»: así denominaron el mundo tras la primer guerra mundial, lo hicieron nuevamente tras la segunda guerra mundial y, más recientemente, tras el colapso del imperio soviético, según lo definió el entonces presidente George Bush, padre del actual presidente electo.

La característica principal del fenómeno de la globalización es que aunque sustenta su poder sobre lo económico y especialmente lo financiero, en el planeamiento de sus intereses globales, conforma un proceso auténticamente político.
Como nos enseña el politólo germano Carl Schmitt, el ámbito natural de la política distingue entre amigos y enemigos, siendo la definición que da de enemigo la clásica: no tanto un inimicus, el enemigo personal de cada uno de nosotros sino más bien en el sentido de hostis, que es el enemigo de la comunidad, del grupo, de la institución, o de la nación.

Así, deviene en hostis todo grupo, nación, ideología, credo, empresa, gobierno, ejército u otra organización o fuerza que activa o pasivamente se oponga a los objetivos e intereses del proceso de globalización.

Dentro de este marco conceptual, el principal hostis que los planificadores de la globalización han identificado desde hace ya muchas décadas es el concepto de lo nacional y el Estado-nación soberano como su instrumento ejecutor. En pocas palabras, para defender y promover sus intereses planetarios que prevé un modelo reingenierizado del mundo, los promotores de la globalización no tienen otra opción que combatir las raíces de lo nacional en todo el mundo y a todos los Estado-nación soberanos; cada uno según sus características, historia, fuerza relativa y permeabilidad a alinearse al modelo globalizador.

En las elocuentes palabras de Richard Gardner, uno de los pensadores del CFR, «….En pocas palabras, la ‘casa del orden mundial’ tendrá que ser construida desde abajo para arriba…..impulsando una carrera final alrededor de la soberanía nacional, erosionándola pedazo a pedazo, con lo que se logrará mucho mas que con el anticuado método del asalto frontal» (el resaltado es nuestro). [17]

El modelo planetario propugnado por el CFR podríamos describirlo como la conformación de una suerte de «fábrica» planetaria creadora de bienes y servicios, con su contrapartida de un «supermercado» planetario de consumo de esos bienes y servicios. En ese modelo, la «góndola» que le toca a la Argentina es la de mera exportadora de commodities y los servicios de apoyo táctico asociados con ellos. Es un modelo de una Argentina de no más de 12 a 15 millones de personas….

En ese modelo planetario, no hay lugar para el Estado-nación soberano, por cuanto es un modelo sustentado eminentemente sobre conceptos económicos y financieros; es un proyecto ideado y alineado con un conjunto de poderosísimos intereses privados.

En rigor de verdad, hoy podríamos decir que la gran privatización que se ha dado en el mundo y por cierto en la Argentina no se limita a tal o cual empresa de servicios públicos o a un determinado segmento del mercado. La gran privatización que se está produciendo en el mundo y que se ha producido en la Argentina es la privatización del poder.

Ello se refleja elocuentemente en la última Memoria y Balance del CFR correspondiente al año 1999, en la que el vicepresidente del CFR, Maurice Greenberg[18] nos anuncia que en el mundo actual ya no se trata de diseñar tan solo una geopolítica sino que el eje de poder hoy conforma una auténtica «geoeconomía», que no es más que el blanqueo de esta realidad que es la privatización del poder.

Según Greenberg, «En política exterior ha llegado el momento de cambiar nuestro principio organizador central de la geopolítica a la geoeconomía; de las preocupaciones tradicionales del equilibrio de poder a los conceptos económicos y de seguridad…..En mi opinión, la mayor amenaza para la seguridad estadounidense provendría de un colapso económico mundial.»[19]


[1] Las «Fortune 500» son las 500 mayores empresas de los Estados Unidos según el ranking que anualmente publica la revista «Fortune».

[2] Ver el ensayo El Cerebro del Mundo: la cara oculta de la Globalización (Ediciones del Copista, Córdoba, 1999, 404 págs.)

[3] Así se refiere al CFR el historiador Peter Grose en su breve obra sobre los orígenes del CFR, «Continuing The Inquiry» (Council on Foreign Relations publications, Nueva York, 1996). Grose es él mismo miembro del CFR.

[4] Banco de cerebros de la Fuerza Aerea estadounidense, y creadora de la Internet, formado a poco de finalizar la segunda guerra mundial entre la Fuerza Aérea estadounidense y el Douglas Aircraft Company (hoy Boeing Airplane Co.).

[5] Fundada en 1973 por David Rockefeller. La Trilateral agrupa a intereses de Estados Unidos/Canadá, Europa Occidental y Japón. Su ideólogo es Zbigniew Brzezinski, profesor de Georgeton University y Columbia University y ex asesor de seguridad nacional del Presidente James Carter (también CFR y Trilateral),

[6] Entre los «enemigos» de las últimas décadas podemos señalar al fascismo, el nazismo, los japoneses, el comunismo, la contaminacion ambiental, el terrorismo, Saddam Hussein, Slobodan Milosevich, el fundamentalismo musulmán, el militarismo, el antisemitismo, la narcoguerrilla (a pesar del reciente abrazo del presidente de la Bolsa de Nueva York Richard Grasso con el jefe de finanzas de las FARC colombianas, Ricardo Reyes)entre muchos otros.

[7] Warburg era una prestigiosa y poderosa familia de banqueros judeo-alemanes, íntimamente ligada a los Rothschild y a los Schiff de la casa Kühn Loeb & Co. de Nueva York, de la que Paul Warburg era socio y director. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, circunstancias elocuentes hicieron que un Warburg – Paul – estuviera en la mesa negociadora de Versalles del lado de los Aliados vencedores, mientras que otro Warburgo, – su hermano Max – estaba del lado de los alemanes vencidos. Ya Jakob Schiff, socio de Paul Warburg, había financiado a los japoneses en 1905 contra el Imperio Ruso y habría de brindarle generosa financiación a los revolucionarios que preparaban la Revolución Bolchevique.

[8] Prueba de ello lo conforma el hecho de que el comercio internacional conforma tan solo entre un 12 y un 15 por ciento del Producto Bruto acumulado de todas las naciones del planeta. O sea, el 85% de la actividad económica mundial aún se centra en las economías internas de los países. No así las finanzas que se hallán globalizadas como sistema. Es más, podría decirse que si el sistema financiero se halla globalizado gracias a las tecnologías de la informática y las telecomunicaciones y se corresponde, por así decirlo, al paradigma del siglo XXI, hallamos entonces que el sistema económico mundial hoy se centra en torno al ámbito de las naciones, o sea al paradigma nacional del siglo XX. Por último, el sistema político por el que hoy se rigen los estados proviene del paradigma liberal democrático del siglo XVIII y XIX. En estas asimetrías hemos de hallar buena parte de los graves conflictos del mundo actual y futuro: un sistema financiero del siglo XXI; un sistema económico del siglo XX; y un sistema político del siglo XIX.

[9] Lo harían a partir de mediados de septiembre de 1939.

[10] Destacado miembro del equipo que diseñó la estructura de la Organización de las Naciones Unidas, presidente de la Conferencia de San Francisco que inauguró la ONU, luego condenado en los Estados Unidos como espía soviético.

[11] Presidente del Chase Manhattan Bank a partir de 1953, Alto Comisionado en Alemania.

[12] Destacado miembro del equipo que diseñó la estructura de la Organización de las Naciones Unidas

[13] Secretario de Estado Adjunto y luego Secretario de Defensa del presidente Harry S. Truman

[14] Secretario de Estado del presidente Truman

[15] Embajador en la Unión Soviética del presidente Truman.

[16] Asesor del departamento de Estado

[17] Richard Gardner, «The Hard Road to World Order», artículo publicado en «Foreign Affairs», abril 1974, pág. 558. Gardner es miembro del CFR y de la Trilateral Commission.

·Hasta fines de los años noventa fue embajador estadounidense en España;

·fue embajador en Italia (durante la administración de Jimmy Carter 1977-81);

·fue subsecretario de estado para asuntos de organización internacional (bajo los presidentes

Kennedy y Johnson, 1961-65);

·es profesor de Leyes y Organización Internacional de la Universidad Columbia de Nueva York.

[18] Maurice Greenberg, presidente de American International Group, el mayor grupo asegurador de los Estados Unidos (Fortune 500: ranking Nª 17), director del Federal Reserve Bank of New York, director de la Asia Society, director de The Starr Fondation.

[19] Annual Report 1999, Council on Foreign Relations, págs. 8 y 9.