Los dirigentes Chinos de P. Comunista sienten que los valores aportados por la dimensión religiosa de la persona humana, y su traducción social y política, son un peligro para su férreo estatus de capitalismo de estado. El cristianismo crece en China a pesar de la persecución.
El Gobierno de Xi Jinping, que ha hecho hincapié en la cultura tradicional china y los valores socialistas, ve con suspicacia una religión que considera “extranjera”.
La posibilidad de que un número sustancial de ciudadanos pueda organizarse en torno a una ideología diferente preocupa al régimen, que no deja de tener en cuenta el papel que jugó la Iglesia católica en la caída del comunismo en Europa del Este.
En la práctica, el Partido Comunista mantiene un estricto control sobre los diferentes cultos, que dirige a través de organizaciones estatales como el Consejo Cristiano de China, que cuenta con 20 millones de protestantes, y la Asociación Católica Patriótica, con 12 millones de miembros.
Pero su número podría ser mucho mayor, de hasta 60 millones de fieles que profesan su fe en la iglesia clandestina…
Incluyendo a los católicos, China podría tener más de 247 millones de fieles en 2030, superando así a México, Brasil y EE.UU. y coronándose como el país con más cristianos del mundo a pesar de los recelos del régimen.
Una serie de ejemplos muestran la forma característica de regular la religión del PCCh:
- Solo se reconocen oficialmente cinco religiones, budismo, taoísmo, islam, y cristianismo protestante y católico. El resto de las religiones, entre ellas el judaísmo y el cristianismo ortodoxo, se consideran ilegales.
- El derecho a la expresión religiosa no pertenece al individuo, sino que lo otorga el Estado y sólo lo pueden expresar las personas registradas y en los lugares registrados por la Administración Estatal de Asuntos Religiosos (AEAR). Cualquier tipo de expresión religiosa que se salga de estas restricciones se considera delictiva. En la práctica, todos los grupos religiosos de China cuentan con la sección “oficial” y la “no oficial”.
- El Gobierno se arroga a sí mismo el derecho a controlar las relaciones entre los fieles de una religión determinada dentro de China y los de fuera del país, y al mismo tiempo exige adhesión a los principios de “autodeterminación” e “independencia” respecto a las autoridades religiosas internacionales de dicha religión, por ejemplo, el dalai lama de los budistas tibetanos o el papa de los católicos.
La elección del papa Francisco y, casi al mismo tiempo, el ascenso al poder del presidente Xi Jinping, considerado moderado, infundió esperanzas de cambio en el clima de la libertad religiosa. Hubo manifestaciones de aprobación respecto al papa Francisco y al nuevo secretario de Estado vaticano, incluso por parte de personalidades del Gobierno. Pero en la práctica la situación se ha mantenido sin el menor cambio.
La ciudad de Wenzhou, en el este de China y apodada por algunos como la Jerusalén del Este, por su gran número de iglesias y su alto porcentaje de población cristiana, aproximadamente un millón de los nueve millones de vecinos. En 2014 fueron demolidas algunas iglesias y derribadas las cruces de muchas otras, católicas y protestantes. “Aunque las autoridades centrales no han hecho ninguna declaración pública en torno a esto, el que la campaña haya durado tanto indica que muy probablemente los funcionarios locales han recibido permiso o ánimo de las más altas autoridades”, dice.
En Zhejiang, la provincia donde se encuentra Wenzhou, el Partido Comunista ha anunciado que reforzará los controles para impedir la admisión de nuevos miembros que tengan creencias religiosas.
Los miembros ya existentes que hayan participado en prácticas religiosas o tengan creencias de este tipo tendrán que “rectificar” sus opiniones.