El final de Star Wars: la corrupción vino por la falta de amor

2561

La República cayó porque faltó un padre amoroso para Anakin; el Imperio cayó cuando Anakin encontró un hijo amoroso.

Pablo J. Ginés
FormLibertas

Ya se ha estrenado La venganza de los Sith. Allí estaban los aficionados anoche, varones en un 80%, que se han repasado las películas clásicas en DVD estos últimos meses. Suena la fanfarria de entrada y aparecen las letras amarillas sobre el negro estrellado: la atención del público es reverente. Es un momento único y no volverá a repetirse: es la última película de la saga. La gente salta en los momentos de acción, ríe en los puntos cómicos (concentrados al inicio de la película), se emociona al ver aparecer alusiones a las películas clásicas (el wookie Chewbacca, los peinados “a lo Leia” de Padme, los modelos de naves) y va quedando atrapada en el proceso de corrupción de Anakin Skywalker.

Esta película es la historia de corrupción de un hombre de gran poder, que va en paralelo a la caída del sistema político de la República. Lucas no acaba de reflejar bien las claves de la transformación en los diálogos, porque tampoco acaba de quedar clara cuál es el alma de la República, de los Jedi o de la Fuerza misma. Pero puede seguirse en la trama de las películas. De las seis.

Un Anakin confuso lleva a un Anakin corrupto

El personaje de Anakin resulta convincente en su confusión al ser presionado tanto por los Jedi como por el Canciller Palpatine, pero cuando llega el momento en que acepta ser aprendiz del siniestro Darth Sidious da la impresión de estar dominado por algún tipo de hipnosis. ¿O es que ha decidido dejar de pensar por sí mismo, entregarse ciega y rabiosamente a su nuevo maestro con el deseo de aprender el Lado Oscuro de la Fuerza y el secreto de crear vida en cuerpos moribundos? La actuación del Anakin caído se parece mucho a la de una persona captada por una secta, anulada su voluntad, pero combinado con explosiones de rabia, miedo, odio y autoconmiseración acumuladas en las películas anteriores.

La mejor forma de defender la psicología enferma de Anakin puede ser compararlo con su hijo Luke, que será quien le salve y redima al final. A Anakin le ha estado negado el amor y la familia de muchas formas. No ha tenido un padre que le amase gratuitamente, ha sido un niño esclavo en Tatooine; ha ansiado poder para liberar a su madre, a la que estaba fuertemente apegado, y ese poder no le sirvió para salvarla de ser asesinada. Tiene la necesidad de ser admirado por sus maestros y se queja de que éstos no reconocen su valía. También queda enganchado al amor de Padme, a pesar de que el credo Jedi pide a sus caballeros desapego con respecto a las personas. Y cuando ésta queda embarazada, es para él el día más feliz de su vida: por fin algo suyo, algo nuevo, algo gratuito, algo dado…

Devoradora ansia de ser amado y admirado

Pero nada basta para el ansia de amor de Anakin: muy sensible a los halagos, Palpatine le sabe tantear mientras los Jedi le tratan con dureza. Padme no sabe responder con sabiduría a la lucha interna de su amado: a ella, que era guerrera y luchadora, esta película le convierte en una embarazada preocupada y paralizada. Y los sueños premonitorios en los que Anakin ve morir a su esposa secreta en el parto despiertan el profundo pozo de miedo que hay en su interior, el miedo a la soledad, el miedo -y la rabia – de perder a quienes le aman. Está dispuesto a impedirlo como sea, incluso aceptando el Lado Oscuro.

La caída tiene varias fases: mata a Dooku cuando ya no es más que un enemigo desarmado y quejoso, ayuda a Palpatine a que venza al maestro Jedi Windu, lo acepta como maestro, asalta el Templo Jedi dirigiendo las tropas clon controladas por el Canciller, y allí mata a los niños y aprendices en una escena estremecedora que arranca comentarios de los sobrecogidos espectadores. Ante Padme hace un discurso para justificar lo que hace: por el Senado, la República, la Justicia, el Orden… “Y puedo ser más fuerte que Palpatine y tú y yo podríamos gobernar la galaxia, Padme”. Y ella entiende que el ansia de poder se ha enseñoreado de su esposo.

Cuando Anakin ve cómo ella rechaza aquello en lo que él se ha convertido, cuando siente que pierde su única fuente de amor, se siente traicionado, una vez más. Proyecta esa rabia sobre Padme y en el duelo contra su antiguo maestro, Obi Wan, en un planeta de lava y llamas. Derrotado, su cuerpo es devorado por un fuego infernal, en el que se quema todo lo que quedaba de Anakin. Sólo la tecnología del Imperio le proporcionará un nuevo cuerpo, casi todo él robótico, y la necesidad de una máscara negra, y esa respiración fría e inhumana que todos conocemos. Ya es Darth Vader y su transformación final es la cumbre de la película.

Luke tendrá lo que su padre no tuvo

Todo está orientado para que el espectador quede entristecido y quiera más, es decir, quiera revisar las películas clásicas. Todos los Jedi han sido asesinados por sorpresa por las tropas clon, sin honor ni posibilidad de defenderse. Sólo Yoda y Obi Wan quedan vivos. Padme muere en el parto, pero no por razones médicas sino espirituales: “ya no quiere vivir” dice el robot médico.

Pero el bebé Luke, al contrario que su padre Anakin, crecerá libre, no esclavo, y tendrá en sus tíos campesinos de Tatooine un padre y madre adoptivos, nutricios, sencillos, amorosos. Luke sabe aceptar la muerte de sus padres adoptivos. Él no será devorado por la necesidad de ser amado, de ser admirado; sentirá afecto por Leia, y luego descubrirá que esa afecto es la de un hermano. Luke amará incondicionalmente a su padre, verá que bajo la máscara de Darth Vader, bajo el Lado Oscuro de la Fuerza, pese al pesimismo de Yoda o de Obi Wan, aún hay un hombre. Creerá en él y sufrirá y se entregará por él, y eso romperá la dependencia esclavizante de Darth Vader, enraizada en su miedo y autoodio, se sentirá amado por su hijo, y así volverá a ser Anakin, se producirá El Retorno del Jedi. De hecho, en toda la película final, Darth Vader no hará ya nada realmente maligno, en toda ella hay ya un proceso de sanación en marcha. El amor del hijo -un hijo que Anakin amó desde que se le anunció su concepción- sana al padre.

La Guerra de las Galaxias tiene muchos enfoques y lecturas, pero quizá la más evidente y clara es cómo la falta de amor en una familia, la falta de un padre y una madre, el dolor por su pérdida, la necesidad de ser amados, crean personas inmaduras, dañadas, fácilmente corruptibles por un sistema de control basado en el poder, y no en el servicio amoroso propio de la familia.

La República cayó porque faltó un padre amoroso para Anakin; el Imperio cayó cuando Anakin encontró un hijo amoroso. Buen tema para pensar en nuestra época de padres ausentes, de familias rotas y sin hombres, de amores sustituidos por cosas, de desórdenes emocionales consagrados por ley. Y es que la ley puede crear sociedades injustas y contra la familia: en el Tatooine natal de Anakin, la esclavitud era legal, y separar a las familias de esclavos también.