Una crisis que se ha puesto de manifiesto en COVID-19
En muchas residencias de ancianos de España, los mayores han sido contagiados por el personal cuidador que no estaba debidamente protegido; muchos han sido confinados a su habitación durante días y días con el fin de protegerles, o de aislarles para que no contagiaran a otros.
Las plantillas de cuidadores excesivamente recortadas, ya antes de la crisis, y las bajas que han sufrido durante la epidemia, han causado graves deterioros en la atención de los residentes. Los familiares, a veces no han sido avisados a tiempo de la gravedad de su familiar, y no se han podido despedir de él. Algunos han estado días esperando ser enterrados, sin que se supiera dónde estaba el cuerpo. Los contagiados han tenido entierros acompañados por uno o dos familiares.
Los servicios de urgencia han aplicado categorización para decidir quienes reciben determinados tratamientos o utilizan determinados recursos. Se ha denunciado la vulneración de la Constitución española, de derechos humanos y principios de bioética, que supone tener en cuenta criterios de edad o situaciones de dependencia, lo que puede dejar sin atención a las personas más vulnerables.
En nuestro país conviven casi 400.000 mayores en las residencias, un recurso social que no ha tenido el reconocimiento social, político y cultural que merece. Sus profesionales, algunos sin formación suficiente, con precarios salarios y jornadas extenuantes, realizan en su mayoría esfuerzos para proporcionar una atención de calidad. A ello podemos añadir, que nuestro Sistema Nacional de Salud había delegado la atención de las necesidades básicas de estos residentes a médicos y enfermeras contratados por las residencias que se coordinaban con los médicos de Atención Primaria.
Se ha puesto en evidencia la discriminación por razón de la edad en el uso de las prestaciones sanitarias a las que, de manera universal y gratuita, todos deberíamos tener acceso. Para paliar esta situación desde algunos centros privados se contratan profesionales de la medicina, la enfermería o fisioterapia, desarrollando un sistema paralelo de atención sanitaria que cuestiona el principio ético de justicia y criterios como la eficacia y la eficiencia.
La Presidenta de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal, Pilar Rodríguez, dice que han empezado a trabajar en un cambio de modelo en la atención de servicios sociales, tanto domiciliarios como en residencias, que ponga en el centro a las personas que requieren cuidados de larga duración, brindándoles de manera integrada los apoyos que precisan para reforzar su capacidad funcional y que puedan así, continuar controlando sus vidas y desarrollando las actividades que son importantes para ellas.
Habrá en su momento que hacer el balance preciso de cómo ha sido la gestión de esta epidemia en el caso de los mayores. Pero debemos empezar a pensar ya, cómo queremos que sean el futuro de su cuidado, también de nuestro cuidado.
El futuro de aquellas personas que han contribuido al crecimiento y desarrollo de este país, que son nuestra memoria viva, memoria cercana, concreta, con historias de sufrimiento, historias de solidaridad a sus espaldas que no debemos dejar perder, porque nadie las va a escribir.
Podemos empezar a pensar ya en cómo hacer que las residencias se conviertan en espacios hogareños en los que, además de recibir atención bio-psico-social-espiritual, las personas puedan, con los apoyos profesionales precisos, vivir con dignidad y continuar desarrollando sus proyectos de vida.
¿Por qué todos queremos vivir muchos años, pero nadie quiere ser viejo? Simone de Beauvoir decía que no sabemos quiénes somos si ignoramos lo que seremos, y si no integramos en nuestra vida la consideración de nuestra vejez: “Reconócete en ese viejo, en esa vieja”.
Pensemos juntos desde un “nosotros” solidario como queremos que sea ese mañana.
Pensemos también en tantas personas de este mundo que no sólo carecen de unos alimentos básicos o de agua potable, sino también de una atención de salud básica. De lo que conozco viene a mi mente y a mi corazón, los pobres de Venezuela; cómo sucede que muchos ni siquiera llegan a viejos. Otros han visto agudizada su pobreza por el éxodo de sus hijos a Colombia, Perú, Ecuador, Guyana, Brasil, Argentina o España. A veces, asumiendo el cuidado de nietos hasta que la familia se pueda reagrupar.
La tarea de construir un mundo mejor nos llama, nos urge. La esperanza de poder contribuir a ello es sostenida desde la Cruz y la Resurrección. Cada uno desde donde estemos. Cada uno según su vocación. Comencemos ya a pensar juntos “Mañana, después de Covid-19”
Berta García Puente
Médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Atención Primaria.