Id y Evangelizad 141 «Evangelización de América»

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La fecundidad de la evangelización de América

El judeocristianismo es la fuerza transformadora más benefactora que se ha dado en la historia. Y lo es en todos los ámbitos: teológico-salvífico, cultural, social, científico, artístico… Si nos centramos en los dos últimos milenios, el cristianismo ha tenido tres momentos estelares de especial fecundidad renovadora: sus inicios, cuando transforma el vasto Imperio romano; la Edad Media, cuando forja la civilización cristiana que dura unos mil años y –finalmente– la evangelización integral de los pueblos americanos desde finales del siglo XV. Estas afirmaciones la hacemos poniendo los ojos en el trigo, no en la cizaña: sabemos que crecen juntos y solo al Señor corresponde el juicio final; mientras, los historiadores están en su derecho –y deber– de desentrañar, en lo posible, sine ira et studio, leyendas negras y leyendas rosas; pero los católicos estamos en el nuestro de mostrar los frutos del Espíritu Santo, sobre todo por lo que toca a los empobrecidos: de ello nos ocupamos en este número.

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En pocas generaciones se evangeliza y se transforma un territorio mucho más grande que el que contenía –hasta entonces– la fe de Cristo. Y se hace, en la mayoría de los casos, pacíficamente y de forma natural. Abarca una variedad de etnias, culturas e idiomas tan diferentes que exigió una versatilidad y voluntad de encarnación increíbles: ahí están los santos y los mártires para testificarlo. No fue una evangelización de élites, fue, fundamentalmente, la evangelización de los sencillos.

Los resultados son difíciles de contradecir: en las tierras que van desde Alaska hasta la Tierra del Fuego hubo paz interior hasta el siglo XIX, siglo en el que comienzan todo tipo de guerras intestinas, precisamente cuando se injerta artificialmente (a través de las élites   burguesas afines a la francmasonería y a la mentalidad capitalista anglosajona) otra cultura opuesta a la cristiana católica.

Esa paz católica se tradujo en un verdadero progreso: las primeras universidades fuera de Europa se dan en estas tierras americanas, así como los mejores sistemas de salud (en Lima en el s. XVII había una cama de hospital por cada 100 habitantes), de educación y de comunicación. La mentalidad católica imprimió su sello en aspectos esenciales: la convicción de que los americanos tenían la misma dignidad que los españoles y que –por tanto– eran iguales ante la ley; esto llevó a normalizar el mestizaje desde el primer momento. Las tierras americanas eran tan parte de la Corona como lo eran las de Castilla, con los mismos derechos y deberes.

La evangelización verdaderamente católica –de nuevo el trigo y la cizaña– acoge todo lo bueno que hay en otras culturas, partiendo de su idiosincrasia, lengua y costumbres para elevarlas y mejorarlas. Una muestra: fueron frailes dominicos quienes elaboraron la primera gramática quechua 20 años antes de que el idioma inglés tuviera la suya. La evangelización se hizo en las lenguas nativas.

El mestizaje permitió una evangelización desde y por la familia, que es la manera más pacífica y perdurable para realizar la conversión, ya que la fe se transmite de forma natural en el hogar a la siguiente generación. Además, los evangelizadores españoles estaban apoyados y sostenidos por reyes sincera y devotamente católicos que –en colaboración con el papado– impulsaron leyes de defensa del indígena con clarísima inspiración cristiana. En este sentido, fue determinante la reforma del clero, especialmente de los obispos, promovida tanto por importantes grupos católicos como por la propia Isabel la católica, apoyada por el cardenal Cisneros; a ello ayudaron decisivamente dos instituciones señeras: la Universidad de Salamanca y la de Alcalá de Henares.

Tampoco olvidemos la raíz mariana del catolicismo, pues la Virgen María es el mejor reflejo de la Misericordia divina entre nosotros y –como hizo en la Iglesia primitiva– ella convocó a todos los pueblos de América en la unidad para recibir el Espíritu Santo. Así lo entendieron los pobres que la siguen venerando con genuina devoción.