Desde hace unos meses, Mauritania está tomando el triste protagonismo de ser el país elegido para viajar de África a Europa de manera clandestina. Las costas canarias son el objetivo pero el mar se está cobrando en vidas los sueños y esperanzas de muchos de estos emigrantes.
Desde hace unos meses, Mauritania está tomando el triste protagonismo de ser el país elegido para viajar de África a Europa de manera clandestina. Las costas canarias son el objetivo pero el mar se está cobrando en vidas los sueños y esperanzas de muchos de estos emigrantes.
La pasada semana, Ahmedu Uld Haye, representante de la Media Luna Roja mauritana, informaba de que en los últimos seis meses, entre 1.200 y 1.300 personas habrían perdido la vida en el trayecto entre las costas de este país y Canarias. La muerte de 45 emigrantes fue el detonante mediático, pero las informaciones y las apresuradas soluciones adoptadas por la Unión Europea (UE), siguen el guión establecido de que la inmigración es un problema policial, y no social.
Tras los acontecimientos del pasado verano en las fronteras de Ceuta y Melilla, el gobierno de Marruecos se vio forzado por la UE a endurecer su política de control sobre la población inmigrante de paso o asentada en su territorio. En su indigno papel de gendarme fronterizo, llegó a abandonar a decenas de personas en pleno desierto, lo cual fue sólo una muestra del concepto que sobre los derechos humanos tienen las autoridades marroquíes y sus socios europeos.
Ahora se pretende que el nuevo y pro-occidental gobierno mauritano se preste al mismo juego, y para ello la UE va a consignar partidas presupuestarias para la formación de la policía en estas tareas y el 'blindaje' de sus fronteras.
Riqueza, pero no para todos
Mauritania, uno de los países con mayores desigualdades de África, se enfrenta ahora a la creciente llegada de personas dispuestas a emprender desde su territorio la aventura europea. Un país rico, pero con una injusta distribución de la renta, que ha visto crecer su PIB un 40% en la última década, pero sin que haya afectado a sus ciudadanos que continúan pobres, con una tasa de analfabetismo del 59%, una esperanza de vida de 51 años y donde aún persisten casos de esclavitud, pese a que ésta fue abolida legalmente en 1980.
A los enormes ingresos procedentes de la extracción de mineral (hierro principalmente) y de la pesca, ahora se vienen a sumar los nuevos e importantes yacimientos petrolíferos (unos de los más importantes del continente) que ya empiezan a dar sus frutos. Pero ello parece no ser suficiente para que sus 2,5 millones de habitantes puedan alcanzar un nivel de vida digno.
Ely Ould Mohamed Vall es, desde agosto, el nuevo presidente de Mauritania. Un militar que, al igual que los anteriores presidentes-militares, llegó al poder tras un golpe de estado incruento. De modo que, pese al cambio de gobierno, el ejército sigue controlando todos los resortes del poder incluyendo, por supuesto, los económicos. Algunos analistas políticos aseguran que, aun con elecciones, los militares continuarán como hasta ahora. La ausencia de mecanismos de control económico y la corrupción imperante en Mauritania son el acicate de las multinacionales para hacer negocios con la cúpula dirigente. Occidente pretende dar legitimidad al actual gobierno a cambio de concesiones en múltiples campos, y el de la inmigración es uno de los importantes. Y si todo marcha de acuerdo a lo previsto, la UE y EE.UU. seguirán mirando hacia otra parte.
La inmigración en aumento
Aunque los movimientos migratorios hacia Mauritania han ido en aumento durante los últimos años, varios factores han provocado que esta presión se haya hecho incontenible. A las guerras civiles existentes en el continente africano, la inestabilidad política y la insoportable situación económica, se suma la nueva actitud del gobierno marroquí. Además, la reciente inauguración de la carretera que une la capital -Nouakchott- con Nouadhibou, en el extremo norte del país, no ha hecho sino concentrar en esta ciudad un mayor flujo de inmigrantes.
Nouadhibou, capital económica de Mauritania, ha duplicado su población en sólo una década. De los 160 mil habitantes actuales, se calcula que una cuarta parte son extranjeros. La ciudad ha ido creciendo de manera incontrolada. No existe red de alcantarillado, ni servicio de recogida de basuras que merezca tal nombre. Los asentamientos ilegales de chabolas y barracas proliferan en medio de una falta absoluta de servicios públicos básicos como la sanidad o la educación.
La población migrante proviene principalmente de Senegal, Mali y Guinea Bissau. Pero también de multitud de países africanos e incluso asiáticos. Según la Asociación para la Protección del Medio Ambiente y Acción Humanitaria (APEAH), con sede en Nouadhibou, el 70% de estas personas son emigrantes económicos, mientras que el 30% restante podrían ser calificados como refugiados al ser originarios de zonas en conflicto. En su informe «Migración y Empleo», esta ONG aporta otros datos sobre esta población: un 60% son analfabetos y 2 de cada 3 estarían a la espera de poder continuar su itinerario hacia Europa.
Un punto de paso para los recién llegados a Nouadhibou es la Misión Católica. Ahí reciben asistencia y alojamiento durante unos días, hasta que se les pone en contacto con sus compatriotas que tratan de buscarles trabajo y alojamiento. El Padre Jerome, uno de los responsables de la institución religiosa, asegura atender a más de 50 personas al día pese a no contar con los medios necesarios para esta labor. La mayoría de ellos buscan reunir dinero y seguir hacia su incierto destino, otros esperan la llamada de algún pariente residente en el extranjero para poder formalizar legalmente su salida.
«Nadie desvela su intención de salir ilegalmente -asegura el misionero-, pero el 80% guarda en su cabeza esa posibilidad. Muy pocos consiguen llegar con vida, y de estos algunos se ponen en contacto con nosotros para decirnos dónde se encuentran y para que lo comuniquemos a sus familias».
Según estas informaciones, entre 25 y 30 mil personas se encontrarían en esta ciudad a la espectativa de poder continuar su viaje. Algo más bajas son las cifras que barajan las autoridades españolas. Quienes, basándose en un informe policial, creen que serían de 15 a 20 mil aunque «es muy difícil de contabilizar con exactitud».
Madou M. Keita, abogado y presidente de OCEAN (una organización de Mali que trabaja con inmigrantes), señala también el efecto pernicioso de la televisión que muestra Occidente como el paraiso donde se cumple cualquier sueño. Keita, afincado temporalmente en Nouadhibou, intenta disuadir a los inmigrantes: «les explico cuáles son los peligros de la travesía y qué van a encontrar cuando lleguen. Muchos de ellos no han visto jamás un mapa y se imaginan que a pocos kilómetros se encuentra Las Palmas, Madrid o Barcelona». Sin embargo, sus resultados son más bien modestos y tras 800 entrevistas personales sólo 9 compatriotas han mostrado su disposición a regresar a sus hogares, otros 82 están casados y han rehecho su vida en Mauritania, y el resto siguen esperando su oportunidad para marchar.
No existen cifras fiables, pero probablemente la mitad de quienes se lanzan a la aventura pagan con su vida el desesperado sueño de llegar a Europa, «tenemos el banco de pesca mejor alimentado del mundo» cuenta con sarcasmo un habitante de Nouadhibou. Existe un flujo casi diario de pateras con destino a Canarias. Las embarcaciones usadas son grandes piraguas de pesca (cayucos), dotadas con dos motores, y que pueden albergar entre 30 y 40 personas a bordo. El pasaje oscila entre los 500 y 1.000 euros.
Tradicionalmente estas piraguas navegaban dirección norte, siguiendo la línea de la costa, hasta alcanzar los puntos más cercanos a las playas de Fuerteventura. Sin embargo, desde hace aproximadamente un año se viene observando el aumento de embarcaciones dotadas con GPS, que se lanzan al mar abierto para hacer travesías de más de 1.000 kilómetros -3 ó 4 días de navegación- intentando arrivar a Gran Canaria e incluso a Tenerife. Nadie da nombres, pero todos conocen la complicidad entre armadores, capitanes de barcos y policías locales en estas redes clandestinas. APEAH asegura que «las patrullas de policía saben donde se negocian las actividades nocturnas, donde se preparan y se discuten los asuntos delictivos».
La UE comienza a mostrar su preocupación, pero una vez más su política de contención y represión parece dirigirse únicamente hacia el aumento del control y la presión policial. Incluso algún funcionario español habla en privado de la «repatriación preventiva» de los potenciales inmigrantes a sus países de origen. En estos tiempos de vulneración sistemática del derecho internacional, no sorprenden propuestas que violen la soberanía de terceros países.
José Daniel Fierro
Rebelión