EL PODER MANIPULADOR DE LA TELEVISIÓN

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La televisión es uno de los fenómenos culturales más impresionantes de la historia de la humanidad. Es el mayor instrumento de socialización que ha existido jamás. Ningún otro medio de comunicación en la historia había ocupado tantas horas de la vida cotidiana de los ciudadanos y tanto poder de fascinación.
En todos los hogares, hasta en las chabolas, se ha entronizado el televisor colocándolo en un lugar privilegiado. Sobre todo en aquellos lugares donde hay más falta de cultura, ha adquirido un carácter mágico, cuasisagrado, al que se escucha con reverencia todo el clan familiar que se reúne entorno a él, impidiendo todo diálogo, los niños no leen lo que deben, porque se pasan las horas muertas hipnotizadas frente al televisor. El televisor se ha convertido en un miembro omnipresente de la familia del que no se puede prescindir sin que deja un gran vacío. ¿Quién no lo ha experimentado cuando ha tenido que esperar a que se lo arreglen?

Los españoles vemos cada vez más televisión y la tendencia es a la alza. Nuestros hábitos de tendencia televisiva son de los mayores de la Unión Europea. Si en en 1989 la audiencia pasaba como media 2 horas 50 minutos delante del televisor, en 1991 ascendió a tres horas y media.

El diario «El Mundo» informaba el 20 de Marzo de 2000 que el consumo de televisión entre los mayores de 65 años experimentó el año pasado un notable incremento: pasó de 304 a 314 minutos de media por día. Esta cifra supone que estas personas dedican un promedio de 5 horas y cuarto cada jornada a estar frente a la caja tonta. El conjunto de la población española consume 213 minutos diarios. Los niños llegan a 160 minutos y las amas de casa 266 minutos. Si trabajan o estudian las mujeres la media es 237 minutos, los hombres 203 minutos.Los niños entre semana entre 6 y 7 horas. Uno de cada tres niños entre 10 y 14 años ya tiene TV en su cuarto. Ven casi un 70% de programación adulta.

En lectura de periódicos los españoles y portugueses ocupamos de los últimos lugares de la U.E. El 90% de los españoles son adictos a la televisión en las distintas cadenas. Amas de casa y quinceañeros los más consumistas. Un niño pasa en clase 900 horas al año, frente a las 973 que viendo la televisión. Los padres utilizan la televisión como una niñera electrónica, abdicando de su deber principal de educadores . El 63% de los adultos españoles no compara un libro al año y el 42% de los mayores de 18 años no lee nunca.

Afirma el Dr. Luis Mª. Gonzalo, catedrático de Anatomía de la Universidad de Navarra, que ver la TV más de 3 horas al día produce atrofia intelectual. Cuando la gente no quiere pensar en sus problemas enciende la televisión. El papel pasivo que tiene el espectador ante la «caja tonta» se ve acentuado doblemente en los niños que reciben constantemente mensajes de agresividad y competitividad , incluso a través de los dibujos animados, de manera incontrolada por ellos, sin participar en nada y terminando por anular su capacidad de respuesta.

«Creen los educadores vanidosos que son ellos los que educan los jóvenes». Así se despachaba el economista Galbraith con el papel que juegan los educadores para a continuación añadir que no hay actividad económica en la que se invierta más dinero que en la que hacernos consumir.

La tele esta sirviendo realmente, teóricamente sería posible para otras cosas, para hacer a la «persona» consumista que necesita nuestro sistema económico.

La información reiterada y machacona. Se presenta deforma aparentemente neutra e inofensiva; pero la repetición de sus consignas acaba por ganar la pasiva voluntad del espectador, que, poco a poco, va cediendo parcelas de su libertad para irse transformando, en parte de la masa impersonal, capaz de juzgar por criterios personales.

El responsable de investigación de publicidad de la General Electric, sostiene que el poder de la publicidad radica en el hecho de que no prestamos a los anuncios mucha atención. En consecuencia, estamos desprevenidos; no utilizamos nuestras defensas normales. Podemos no darnos cuenta de nada, pero los mensajes son recibidos y almacenados, dispuestos para su entrada en acción en el momento preciso, y añade: « Los efectos de la publicidad sobre el individuo son modestos pero su eficacia resulta enorme si se analiza a nivel de masas y en el tiempo. Como la erosión causada por el movimiento de las mareas, la observación en un momento dado sólo revela cambios insignificantes, pero los efectos a largo plazo son profundos.»

Cuenta Eduardo García Matilla, en su libro «Subliminal, hipnotizados frente al televisor» que en una encuesta realizada en 1980 a chicos de preescolar para estudiar el nivel de comprensibilidad de las palabras y los conceptos en esas edades, más del 65% respondieron que un tulipán era «una margarina» o «una cosa para untar el pan». No nos debe resultar extraño, dice, porque seguro que aquellas criaturas habían visto, a su tierna edad, muchos mas spots de televisión que flores en el campo.

El acoso emocional, mediante la fuerte agresividad de atrevidas y violentas imágenes que se imprimen en el inconsciente del presentador «como una especie de tatuaje emocional». Con tan eficaz «aprendizaje social» los niños pueden aprender las conductas violentas de forma atrayente y como triunfadores indiscutibles, gracias a los medios violentos empleados. Lo mismo sucede con las conducta sexuales con las que de manera obsesiva se estimulan los comportamientos más aberrante, incitando a la homosexulidad, lesbianismo, con pretexto de «liberar»,» desinhibir» o «educar».

Las estadísticas nos dicen que de los 7 millones de niños de 4 a 14 años, entre 3 y 4 millones ven programación adulta, siendo sus preferencias las series y los dibujos animados de carácter más violento, y su horario preferido a partir de las 11 de la noche. Millones de asesinatos. Un estudio hecho en seis cadenas de televisión francesas durante una semana ha dado el siguiente resultado: 670 homicidios, 15 secuestros, 848 peleas, 419 tiroteos, 14 secuestros de menores, 11 robos, 8 suicidios, 32 casos de captura de rehenes, 27 casos de tortura, 18 imágenes sobre la droga, 13 intentos de estrangulamiento, 11 episodios bélicos, 11 striptease y 20 escenas de sexo atrevidas.

El poder de la «niñera electrónica», a la que muchos padres confían el cuidado y la educación de sus hijos, es indudable. En 1975 se realizó una encuesta en Gran Bretaña a niños entre 4 y 7 años. Se le pregunto directamente a quien preferían, si a su madre o al televisor. El 67% de estos infantes eligieron la ternura, la adnegación y el cariño de… su televisor, por supuesto.

La inducción al consumo, que reduce el valor de la persona a su capacidad adquisitiva, poniendo el tener sobre el ser, más el bienestar que la honestidad. Modelando un tipo de hombre hedonista e individualista incapaz de cualquier compromiso a favor de la justicia o la solidaridad. ¿No hemos visto cómo un partido de fútbol o una serie como Cristal paralizan parcialmente el movimiento de las calles? La atracción que la televisión ejerce no sólo sobre los niños y adolescentes, sino también sobre los adultos es tan fuerte, que podemos hablar de una teleadicción generalizada.

El presidente de la mayor productora de telenovelas Televisa decía en 1988: «Vendemos sueños. De ninguna manera pretendemos reflejar la realidad» Se tiende a pensar que los telespectadores son influidos fundamentalmente desde la razón, cuando en realidad son influidos fundamentalmente desde las emociones. Los efectos fundamentales de la televisión son inconscientes, inadvertidos. La influencia de la televisión más profunda no viene tanto de su incidencia sobre la razón como de su apelación a la emotividad, la seducción nada consciente.

El mito de la libertad humana: No puede hablarse de libertad cuando se le permite a uno hacer lo que desea pero se le lleva a desear lo que interesa que desee. En esto consiste, en buena medida, la coacción psicológica que ejerce la televisión: en incidir sobre la voluntad mediante la modificación o la canalización interesada de las emociones, de los sentimientos, de los deseos, de los temores.
Adolfo Hitler se dio cuenta de que la debilidad de espíritu era tan evidente en sus seguidores que dijo: «Me valgo de la emoción para la mayoría, y reservo la razón para la minoría» y afirmaba» Por medio de hábiles mentiras, repetidas hasta la saciedad, es posible hacer creer a la gente que el cielo es el infierno… y el infierno el cielo …Cuanto más grande es la mentira, más la creen.»

Afortunadamente Hitler no tuvo un arma tan poderosa para la propaganda como es hoy la TV. Más adelante analizaremos cómo juegan los comunicadores televisivos, especialmente los políticos y los publicitarios, con los deseos y temores, con la ambición y los sentimientos de culpa de los ciudadanos, canalizando su potencial energético en dirección a la satisfacción de sus propios intereses.

Tendemos a creer aquello que despierta nuestros deseos, nuestros miedos y nuestras emociones, rara vez son el resultado del razonamiento. Los hombres se rigen más por el capricho que por la razón, decía Pascal, luego lógicamente, se darán falsas razones que justifiquen la decisión y tengan apariencia de racionalidad.
Es el autoengaño que permite justificar nuestra conducta.

La televisión es precisamente el reino de las emociones y de las apariencias. Hay una anécdota, clásica entre los antropólogos, cuenta Joan Ferrés en su libro

Televisión subliminal, que ilustra la irraccionalidad del comportamiento humano y, por otra la necesidad de justificarlo a posteriori con argumentos que le confieran apariencia de racionalidad: «Un hombre de ciencia intentaba explicar a un caníbal que su sociedad y su cultura eran muy superiores porque no se practicaba en ellas el canibalismo. El indígena, que había oído hablar mucho sobre las sociedades occidentales, acepto lo negativo del canibalismo, pero le dijo: ¿Qué hacen los blancos con tanta carne humana como queda disponible después de cada guerra?. Cuando el hombre de ciencia intentó explicarle que mataban a la gente pero no se la comían después, el caníbal se sintió confundido y, pese a las explicaciones del blanco, no consiguió comprender lo absurdo de este comportamiento».

Podemos añadir al relato que aquel indígena sumergido bajo la influencia de la televisión terminaría viendo razonable el comportamiento occidental de la necesidad de las guerras. En muchos ámbitos de la vida humana la racionalidad no es más que una ilusión. Lo que prima es la emoción y la justificación a posteriori.
En definitiva desde el punto de vista de la manipulación es en el ámbito de las emociones donde se ponen en crisis los mitos de la libertad y racionalidad. Incidir sobre las emociones de los demás permite llevarlos a modificar sus deseos, de manera que, creyendo hacer lo que desean, hagan lo que uno desea. Las emociones se mantienen frecuentemente en el ámbito de lo inconsciente. Esto es fundamental para estudiar los efectos de la televisión y la publicidad en manipulación de la conciencia.
En 1991 la prensa informaba sobre el hecho de que miles de mujeres japonesas se operaban de los ojos para parecerse a las mujeres blancas occidentales1 . «Japón está muy influido por la cultura de occidente. No podemos negar que tenemos cierto complejo respecto a la raza blanca y a la civilización europea, declaraba un director de un hospital de cirugía estética. ¿Que tiene que haber ocurrido en la mente de estas mujeres para que decidan renunciar a su identidad?

La persona cree que actúa libremente, que controla sus decisiones y creencias, pero con mayor frecuencia de lo que piensa, actúa movida por estímulos o impulsos inconscientes.

Nos preguntaremos ¿cómo puede influirnos estos estímulos si no somos conscientes de ellos?. La pregunta pone de manifiesto la ignorancia sobre nuestras decisiones, como si siempre fueran movidas conscientemente. Muchas veces los mecanismos son inconscientes. Precisamente gran parte de los mensajes de los medios de comunicación de masas incide sobre la zona menos consciente de la personalidad humana. La influencia de la televisión es mayor de lo que se piensa, precisamente porque se ejerce de manera inadvertida. Cuanto menor conocimiento tengamos de esto y creamos que mantener el control, más fácilmente somos manipulados. Los publicitarios aseguran que en muy pocos casos la gente sabe lo que quiere, aunque diga que lo sabe, y se aprovechan de esto. Estos especialistas en investigación motivacional saben más sobre los que nos impulsa a comprar que nosotros mismos.

V. ackard en su libro «Las formas ocultas de la propaganda»:
» En realidad, al comprar, el consumidor generalmente actúa de manera emotiva y compulsiva, reaccionando inconscientemente ante las imágenes y las ideas asociadas en lo subconsciente con el producto»…»Las personas profesan una tremenda lealtad a la marca de cigarrillos que fuman, y sin embargo en tests o la pueden distinguir de otras marcas. Fuman una imagen»

En nuestra sociedad estamos constantemente bombardeados de estímulos. Según
algunos expertos, lo que percibimos conscientemente es sólo 1/1000 de lo que vemos. El resto queda almacenado en el cerebro, pero no llega a hacerse consciente. Los esquemas mentales actúan como filtro de los estímulos e informaciones.

«Lo que nos hace ver el mundo es también lo que nos impide verlo, nuestra ideología.» Ojos que no ven corazón que no siente, pero esto no es exactamente verdad, nadie puede afirman que los ciegos no sienten, pero si podemos afirmar que » corazón que no siente, ojos que no ven», se trata más que de una ideología, de una cosmovisión de la realidad, una sensibilidad ante la realidad, un sentido de la vida. Siempre se ve el mundo diferente desde los ojos de un entusiasta, enamorado de la vida, que desde los ojos de un frustrado, mediocre. Es diferente la mirada de una persona que ha sufrido que la visión del mundo de una persona que no ha conocido más que el capricho.

Por francisco Rey Alamillo
Educador e Ingeniero Informático