El yerno español del clan Mugabe

3067

SE LLAMA Pedro del Campo y ha intentado vender 3,7 toneladas de oro provenientes del Congo, por las que iban a pagarse 91 millones de dólares con los que se comprarían armas. Casado con la hija de la vicepresidenta del dictador, su vida es toda una película

Crónica, El Mundo, 1 de marzo de 2009

 “No te preocupes, my brother, que yo llevo en esto muchos años”. Pedro Del Campo nació en Madrid pero se mueve como pez en el agua en el continente deshidratado. Sudán, Egipto, Etiopía…Trajes impecables, maneras de businessman, simpatía castiza, el my brother como sempiterna coletilla y una tarjeta de visita capaz de abrir cualquier puerta: «Soy el yerno de Joice Mujuru».

Así llegó a Kenia el pasado mes de octubre. Se instaló en el suntuoso hotel Grand Regency de Nairobi, de arquitectura victoriana. Y se preparó para cerrar una operación millonaria: la venta de 3,7 toneladas de oro proveniente del Este de la República Democrática del Congo (RDC). El oro sucio. El oro maldito. El oro ensangrentado. El proveniente de las minas donde se desloman miles de niños. El fruto de una guerra que ha desangrado África.

«Soy el yerno de Joice Mujuru». El santo y seña también permite acceder a este botín. Mujuru es la vicepresidenta y potencial sucesora de Robert Mugabe, presidente y sátrapa -en orden libre- de Zimbabue. Este país y Angola ayudaron a Lauren Kabila, ex presidente de Congo, en su guerra frente a los rebeldes, a su vez apoyados por Ruanda y Uganda. La victoria valía su peso en quilates.

Un informe de Naciones Unidas cifra en 5.000 millones de dólares el saqueo de la élite del régimen de Zimbabue a las piedras preciosas bañadas en sangre del Congo. Lo que no se sabía es que el clan de Mugabe cuenta con una sucursal en Madrid, la empresa Onesafara International, desde la que intentó hacerse una operación fraudulenta frustrada por las suspicacias del comprador, la empresa Firstar, acerca de la procedencia del oro.

El administrador único de Onesafara es Pedro del Campo Campos, 35 años y casado con Nyasha Mujuru, hija de la vicepresidenta de Zimbabue. Contactada por este periódico, Nyasha Mujuru declaró que «todo es mentira» pero rehusó aclarar detalles sobre la operación.

Crónica contactó en Kenia con Paul Ilunga Nhoei, la persona que les proporcionaba el oro. El sí explicó los pormenores del plan. Aseguró ser un testaferro de un miembro del Gobierno congolés y reconoció que el dinero obtenido por la venta –91 millones de dólares por 3.700 kilos de oro, un precio menor que el de mercado- iba a ser destinado a la compra de armas. En la fiebre del oro actual, Del Campo lo habría vendido por 115 millones de dólares: 24 de ganancia sólo por su buen hacer como mediador.

«La operación se frustró por las mentiras de Pedro. Nos reunía en el hotel de Nairobi para cerrar los detalles. Hacía videoconferencias con agentes de toda Africa», recuerda Paul Ilunga. «Pedro es extremadamente abierto, nunca deja de sonreír ni para de hablar. Sonaba muy convincente, creí que era un top businessman».

ENTRAMADO CRIMINAL

-No te preocupes, my brother. Llevo en este negocio muchos años -decía Pedro para tranquilizar a sus contactos.

Por otro lado intentaba convencer a Firstar, una de las empresas de compra de materias primas más importantes del mundo, de que podía cambiar el origen del oro, de República Democrática del Congo -una matrícula maldita e invendible en el mercado de metales preciosos- a Kenia, un país que, por cierto, no produce oro. La transacción debía realizarse en Zúrich, Suiza.

Durante las negociaciones, Nyasha reconoció que era su madre la que financiaba la operación. Firstar terminó denunciando públicamente el fraude y acusó a Pedro y Nyasha de formar parte de «un entramado criminal de alto calado».

«Nyasha organiza el papeleo desde Madrid. El se encarga de la infraestructura desde Africa, del transporte y los contactos, porque no son propietarios del oro, sólo tienen acceso a él […] Sabemos que la vicepresidenta de Zimbabue está detrás de todo y cuando descubrimos que se trataba de oro ensangrentado pusimos fin a la operación», declaró Félix Einer, portavoz de la compañía Firstar, a Radio Africa.

Fuentes policiales indicaron a Crónica que España nunca ha figurado en el entramado del oro ensangrentado de África ni se han investigado aquí delitos por contrabando de oro a semejante escala. Cada año se mueven entre 10 y 15 toneladas de oro legal en nuestro país. Pedro Del Campo intentó colocar un tercio de esta cantidad de una sola tacada. Julián Sardá, director de la Sociedad Española de Metales Preciosos, explicó a Crónica que ya no compran oro de África «porque siempre es sospechoso de provenir de malas fuentes medioambientales, sociales o guerras».

Pedro del Campo opera como hombre de Mugabe con la entera bendición del régimen. De hecho, en 2006 fue nombrado Embajador Honorario de Turismo de Zimbabue para España y Sudamérica. Cargo que le permitió ser el máximo representante del stand de este país en la edición 2007 de FITUR, en Madrid. El país africano es hogar de una de las maravillas del mundo: las cataratas Victoria. Un escenario que Del Campo conoce a la perfección, porque allí unió su destino en matrimonio con Nyasha Mujuru en junio de 2008.

Hicieron tres celebraciones: por el rito africano lobola, celebración en las cataratas y una fiesta privada en casa de la vicepresidenta Mujuru, una mansión de 3.500 acres a 50 kilómetros al sur de Harare, expropiada ilegalmente, según declaró el Tribunal Supremo de Zimbabue. En la costumbre africana, que tiene más de cien años, el novio ofrece un «precio» por la novia a su familia, «pero es una costumbre que nada tiene de transacción, se suele matar a una vaca y ofrecerla a la familia política», explica Nyasha en la página web Bodaclick.com, especialista en organizar enlaces.

3.000 EUROS MENSUALES

Formada en Suiza, Madrid y Londres, Nyasha estudió en la Suffolk University y conoció a su marido en la noche madrileña, a la que era adicta. Su local favorito era Joy Eslava. «Pedro pidió mi teléfono a un amigo y me llamó bastante tiempo, hasta que accedí a quedar con él y… hasta hoy», cuenta Nyasha, que vivía en un apartamento de la calle Hermosilla cuyo alquiler era de 3.000 euros al mes.

La familia Mujuru debe su prestigio a la lucha que libraron contra los blancos que dirigían el Gobierno supremacista de Rodhesia del sur, antiguo Zimbabue. Salomón Mujuru, militar de alto grado y antiguo jefe de la guerrilla de Mugabe, luchó en la campaña de la República Democrática del Congo -por sus trabajos fue recompensado con un acceso ilimitado a los recursos congoleños-. Su mujer, la vicepresidenta Joice, no le andaba a la zaga en fiereza: le bastó una ametralladora para derribar un helicóptero con 16 años.

Al final, ambos terminaron desposando a su hija con otro blanco, en este caso español y de Madrid, ante el idílico decorado de las cataratas Victoria.

Joice Mujuru figura en la lista de 200 zimbabuenses sancionados por la UE por abusos contra los derechos humanos y en la lista negra del Tesoro estadounidense, sanción que se aplica a su hija Nyasha. Sus métodos no han cambiado desde sus tiempos de guerrillera. Cuando supo de la denuncia de Firstar, llamó a la empresa y aseguró a su interlocutor que si no la retiraban, alguien les visitaría «en dos semanas».

En esas listas también está Robert Mugabe, que llegó al poder, junto a los Mujuru, en 1980, alabado por el mundo como el Nelson Mandela zimbabuense. Desde entonces, fraude electoral mediante, no se ha levantado de la silla del poder. El camarada Mugabe se dejó crecer el bigote a imagen y semejanza de Hitler, con quien se ha comparado orgulloso. «Si esto es ser Hitler, dejadme ser Hitler diez veces más», declaró el licenciado en seis carreras, que afirma tener un séptimo diploma «en violencia».

Según el catedrático en Ciencias Políticas Adams Oloo, de la Universidad de Nairobi, Mugabe está «mentalmente enfermo» y padece un «odio patológico progresivo por todo aquello que tenga referencia a los blancos, Occidente, el Reino Unido o Estados Unidos».

El clan Mugabe estuvo de fiesta celebrando el 85º cumpleaños del dictador. No faltaron cajas de su bebida preferida, el whisky Johnny Walker etiqueta azul, 2.000 botellas de champán, 3.000 patos, 8.000 langostas y otras tantas cajas de bombones Ferrero-Rocher.

El pantagruélico y delirante convite se celebró, con presencia de los Mujuru, en su lujosa residencia oficial de Harare, pero podría haber tenido lugar en la réplica del Palacio Real español que se ha construido a 12 kilómetros de la capital.

Mientras tanto, el 94% de los zimbabuenses está en paro, la inflación -231 millones por ciento- hace pensar en una errata y una reciente epidemia de cólera -enfermedad que se previene con una barata vacuna- ha matado a 4.000 personas.

Muchos dicen que Grace, segunda esposa de Mugabe, fue quien le indujo a la locura. En vez de primera dama, el pueblo la llama «primera compradora» por su tendencia al despilfarro, y de ella cogió Mugabe la costumbre de aplicarse Bótox.

Desde que en 2002 la UE les prohibiera pisar suelo europeo, los Mugabe han virado hacia Oriente. Malasia, Indonesia y Hong Kong son sus lugares de predilección. Hace pocas semanas trascendió su última adquisición: un edificio entero en una lujosa zona de Hong Kong valorado en cinco millones de euros.

El matrimonio Del Campo comparte este gusto por las casas de lujo. La sede de Onesafara International está en un chalé con piscina de Soto de Viñuelas, una lujosa urbanización en Tres Cantos, periferia pija de Madrid. Una calle sin salida, muretos de piedra y una almena de setos garantizan la discreción. Ni rastro de la firma, ni siquiera en el buzón. En la calle paralela, en otro casoplón de dos pisos con piscina, vive el matrimonio. La semana pasada, ambas viviendas tenían las persianas bajadas y el correo por recoger. El valor de cada una de las residencias ronda el millón de euros.

Un dinero que no pagaron con su éxito empresarial. Onesafara International presentó unas pérdidas de 160.000 euros en 2007, además de multiplicar por dos su endeudamiento (400.000 euros) y tener dos reclamaciones de la Seguridad Social. Pedro Del Campo figura como administrador o consejero en otras tres empresas: Onesafara Hunting (que tiene un embargo de Hacienda), Nova Africa Inversiones y una última de nombre revelador: African Gold Investments.

Cuando Firstar olió la podredumbre que escondía el oropel y rompió el acuerdo, Pedro, el «top businessman», el madrileño del clan Mugabe, desapareció sin pagar la cuenta de 5.000 dólares del Grand Regency ni los honorarios de sus abogados.

«No te preocupes, my brother. Llevo en este negocio muchos años. Soy el yerno de Joice Mujuru», les decía a todos Pedro del Campo.