Encuentro de Jóvenes «De Guadalcanal a Nazaret: camino en verdad y humildad››

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ENCUENTRO DE LOS JÓVENES DEL MOVIMIENTO CULTURAL CRISTIANO

  • Descubriendo nuestra vocación en la vida de Jesús de Nazaret

  • La vida cotidiana de Jesús como modelo para madurar nuestra vocación

  • La comunión con Jesús, con los hermanos y con el mundo desde el trabajo y la oración

Nazaret

Durante unos días vamos a realizar un viaje espiritual que nos transporte a la vida de Jesús en Nazaret. Jesús, antes de su vida pública, que desarrolló durante tres años de manera intensa, vivió treinta años en Nazaret educándose en la sencillez y en el trabajo. Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, se educó en el hogar, en la familia y en el trabajo para luego salir y entregar la vida por todos nosotros y con TODO ello transformar el mundo y la historia.

«Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. […] Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del «hijo del Artesano»: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente. […] Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles al gran modelo, al hermano divino (San Pablo VI, Homilía en el templo de la Anunciación de la Virgen María en Nazaret (5 de enero de 1964).

Nazaret representa la gran realidad de la vida normal en el mundo pero sin ser del mundo: trabajo, familia, responsabilidad política por el Bien Común son también templos cotidianos donde encontrarse con Dios.

Desde que se levanta hasta que se acuesta, el cristiano tiene un panorama enorme para enriquecer su persona y embellecer su entorno. Casi sin darse cuenta tiene la oportunidad de desplegar un arsenal de valores (solidaridad, humildad, entrega, sacrifico, generosidad, alegría, fidelidad, perdón) a aplicar en cada una de las pequeñas acciones y decisiones que se toman cada día.

La vida diaria está llena de esos actos humildes, realizados con sencillez, que no destacan, no llaman la atención, pero, son un verdadero despliegue virtuoso que transforma la realidad poco a poco desde lo más profundo empezando por nosotros mismos. En la vida cotidiana de Nazaret es donde descubrimos una vez más la humildad de Jesús como un regalo que no podemos rechazar.

Pero, como ya sabemos, todo don solicita una tarea. Pongámonos manos a la obra para que sigamos construyendo la familia de familias que es el Movimiento Cultural Cristiano y desde ahí hacer este mundo un lugar más bello, justo y fraterno.

Somos una familia de familias abierta

Somos conscientes que la educación de los jóvenes necesita de la ayuda mutua entre las familias.

La complejidad del mundo actual exige que las familias se apoyen y colaboren unas con otras para generar unos vínculos adecuados de fraternidad, paternidad, maternidad, amistad y solidaridad necesarios para educar a los niños y jóvenes y desde donde asumir la misión-vocación propia: que el mundo entero sea un hogar, es decir, un lugar en el que cada ser humano que llega es acogido y amado tal y como es. Por ello, la familia de familias debe ser abierta siempre: Abierta a la trascendencia: Dios es amor y es la fuente de todo amor. Por ello, el cultivo de la fe es el pilar y fundamento de todo. Silencio, oración, contemplación y adoración son una forma de ser y estar que debemos aprender.

Abierta al mundo: El mundo es el hogar de la humanidad. La belleza de la naturaleza es expresión objetiva del amor de Dios y por ello debemos contemplarlo, conocerlo, mejorarlo y cuidarlo. El mundo es una responsabilidad que Dios ha puesto en nuestras manos. Abierta a todos los hombres: Todos somos hijos de un mismo Padre por tanto somos hermanos. Nada de lo humano nos es indiferente. Fraternidad y lucha por la Justicia van siempre de la mano.

Via Crucis del Asombro en Casa de Espiritualidad de Guadalcanal

Convivencia, Trabajo y Oración 

Cuando la persona humana hace cualquier actividad, es toda ella la que se involucra. Cuerpo y alma forman una unidad indisoluble. Por eso, el trabajo y la oración forman un tándem formativo excepcional. Nuestro viaje espiritual de Guadalcanal a Nazaret se hace con nuestra alma, pero también necesariamente con nuestra mente y con nuestro cuerpo.

Trabajar, rezar, reflexionar, caminar o reír juntos desarrolla integralmente todo nuestro ser. Vamos trabajar, aprendiendo a pensar con las manos. Vamos a rezar, trabajando con el corazón. Vamos a reflexionar, trabajando con nuestra mente. Vamos a convivir, abriendo nuestro espíritu. Vamos contemplar a Dios a través de la belleza de la naturaleza que nos rodea.

Valor del trabajo humano

Descubrir el valor del trabajo, del trabajo físico especialmente, es uno de nuestros objetivos. El trabajo es una de las características fundamentales que constituyen la esencia de lo humano.

Los seres humanos transforman la naturaleza mediante el trabajo; sostienen una familia y un hogar mediante el trabajo; desarrollan el arte, la ciencia y la tecnología mediante el trabajo; luchan por la justicia mediante el trabajo. Y como consecuencia, se transforman a sí mismos y se desarrollan mediante el trabajo; incluso se expresan mediante el trabajo. El trabajo humano, además, tiene una tendencia natural a la colaboración y a la solidaridad. En definitiva, el trabajo es un deber propio de la dignidad humana y por ello hay que protegerlo mediante el derecho a un trabajo digno.

La explotación del hombre por el hombre en cualquiera de sus formas (hambre, precariedad, esclavitud, dictadura…) es un atentado gravísimo a la dignidad de la persona contra el que tenemos que luchar siempre. Por todo ello, el trabajo no es una maldición sino todo lo contrario.

Incluso el sacrificio, la fatiga y el cansancio propio del trabajo pueden formar parte de la acción redentora que el mismo Jesús nos enseñó, y que tanto bien hace a la formación de nuestra personalidad frente a la cultura narcisista y hedonista actual. El trabajo solidario es el crisol donde se forman hombres y mujeres auténticamente libres.

Guadalcanal 2020

 
Pero para nuestro viaje espiritual necesitamos atravesar el espacio y el tiempo y eso no es fácil. Nuestra casa en Guadalcanal es el espacio-tiempo liberado que necesitamos. Allí se puede generar la atmósfera adecuada para llegar a Nazaret. Frente a una cultura hegemónica que nos intoxica (el alma, la mente y el cuerpo) necesitamos espacios liberados y liberadores donde el tiempo transcurra sin ser roto por un móvil; donde podamos escuchar con atención lo que nos dice el mundo, la naturaleza y nuestros hermanos, los más cercanos y los más lejanos, especialmente los que más sufren. También necesitamos aprender a escuchar la voz de Dios que habita en nosotros mismos.

Nuestra casa de Guadalcanal viaja en el tiempo, y conecta la historia con el futuro. Es hogar y escuela donde aprendemos de los más mayores acogiendo su experiencia con la intención de actualizarla. También conectamos con toda la tradición de la Iglesia y desde ahí nos preparamos para afrontar los desafíos de la era digital en el medio de un auténtico cambio de época. Y la liturgia, fundamental, con momentos especiales como la Eucaristía que nos sitúan en el centro de la vida de la Iglesia militante que peregrina en la historia.

Además, su entorno histórico, cultural y natural nos permite desarrollar nuestra sensibilidad especialmente reducida por la fiebre digital. Finalmente, nuestra casa en Guadalcanal se ha reconstruido gracias al trabajo gratuito de los militantes y sus familias. Y todavía hay mucho trabajo por hacer por ello es una oportunidad inigualable de trabajo, convivencia y oración en el proceso de maduración de nuestra vocación.

Responsables del Encuentro