EUROPA-AFRICA: Nueva colonización política, militar, cultural y económica

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Bajo la supervisión de los EE.UU. y el resto de sus socios, Francia se erige en el gendarme designado por Europa, por razones históricas y de imagen, multiplicando durante las tres últimas décadas las intervenciones militares, justificadas por objetivos humanitarios, pero en realidad con la intención de defender y preservar los intereses económicos, políticos y estratégicos franceses, y por extensión europeos.
Introducción

La caída del muro de Berlín y el proceso de internacionalización del «pensamiento único» con componentes económicos, políticos y culturales, acrecienta el dominio de Occidente sobre África, vía Francia, en defensa de sus intereses geopolíticos y económicos.

Esta nueva colonización política, militar, cultural y material conduce al subdesarrollo del continente, en beneficio de Occidente y con la connivencia de los políticos locales.

Según Ives Lacoste, es científicamente falso y políticamente peligroso culpabilizar al colonialismo de todos los problemas de África, por dos razones: reflejan la ideología xenófoba de los partidos conservadores del continente europeo, y la manipuladora de las clases gobernantes locales, distrayendo a las masas de sus conflictos y responsabilidades internas, para ganar tiempo y seguir en el poder.

De todas formas, es evidente la responsabilidad histórica de Europa en este subdesarrollo, junto con los dirigentes africanos, educados y dirigidos por ella. A ello hay que añadir la agresividad de la dependencia multiforme institucionalizada con respecto a Europa, los enfoques basados en el fomento de las exportaciones de productos básicos esquilmados, la ayuda al «necesitado», las inversiones extranjeras que favorecen el consumo de su propia tecnología, la dominación de las multinacionales y la preocupación «ecológica» de Occidente, con afán de injerencia, derivada por ecocolonialismo.

Relaciones económicas euroafricanas: institucionalización del pacto colonial

Los primeros contactos oficiales entre los sistemas capitalistas europeos y los tradicionales africanos autosuficientes se remontan a la colonización, que conlleva la integración de las economías precoloniales en el sistema capitalista mundial. La consecuencia es la destrucción, el estancamiento y el retroceso de las capacidades productivas africanas por medio de la trata de negros y la penetración capitalista colonial, que busca materias primas y mercados para los productos europeos y que no duda en usar la violencia directa y física.

El objetivo de política económica colonial, a través de la construcción de infraestructuras de carreteras y ferrocarriles, era vincular únicamente las minas y las plantaciones con los puertos y aeropuertos, con la aquiescencia de una minoría de indígenas. Se buscaba una eficiente administración, una explotación máxima de los recursos y el mantenimiento del orden, sin preocuparse del cuidado de la economía local.

Como reacción al proceso de descolonización y como estrategia de recuperación neocolonialista, se creó la CEE en 1957, y en 1967 se firmaron los pactos de Yaundé -convertidos posteriormente en los de Lomé- entre la CEE y 18 países africanos. Estos acuerdos se basaron en la unión aduanera o zona de libre cambio y la libre circulación de capitales, convirtiendo a los países del Tercer Mundo en proveedores de materias primas, de mano de obra y de mercados, en una estructura dominada por las corporaciones multinacionales y en la que la CEE se reservaba la investigación, las finanzas y la administración.

Hay una serie de tratados posteriores, también en Lomé, que consolidan el neocolonialismo, atenuado por la caridad paternalista de la ayuda al desarrollo. Estas ayudas, al encuadrarse dentro de una relación desigual, impiden en la práctica el crecimiento autosuficiente, la independencia económica y la unidad de los países africanos, sobre todo si éstos son confinados a la extracción y exportación de materias primas, cuyos precios están en constante fluctuación.

Las propias multinacionales financian en África los productos objeto de comercio. De este modo, para seguir sirviendo a sus intereses, dichos grupos impiden cualquier proceso de acumulación interna de capital en África, con el consiguiente bloqueo del desarrollo económico y social.

Todas estas circunstancias aseguran a la CEE el aprovisionamiento de materias primas africanas a precio de saldo, convirtiéndose en una reserva para el futuro. Asimismo, la CEE ha sabido manejar la grave crisis económica, política y financiera del continente, sin depender en exclusiva de las materias primas africanas, gracias a la apertura de los mercados del Este y la revolución electrónica y biotecnológica, con el desarrollo de los productos de sustitución. El resultado es la quiebra aún mayor de la economía del continente.

Finalmente, las compensaciones acordadas para las fluctuaciones de precios para la exportación en los acuerdos antes mencionados, jamás se cubrieron, y si se hicieron, fue mínimamente.

Se trata, pues, de una ideología neocolonialista de desarrollo destinada a confinar al continente en una posición subordinada en la división internacional del trabajo y al mismo tiempo perpetuar en África comportamientos asistenciales con la ayuda al desarrollo, una forma de penetración y conservación de zonas de influencia para Francia y Gran Bretaña, en especial para la primera. Esta actuación impone a los pueblos africanos los modelos de producción y de consumo europeos, y los convierte en mercados fáciles e interesantes para sus productos y capitales.

Con los programas de Ajuste Estructural de Bretton Woods, se sometió a muchos países africanos a una extorsión económica, aumentando su dependencia externa y la explotación.

En cuanto al comercio exterior, como factor de desarrollo mediante el fomento de las exportaciones, es totalmente irreal en el caso africano, no sólo a causa de la adversidad de los términos de intercambio y de la inestabilidad de las exportaciones de productos básicos dependientes de factores endógenos y exógenos, naturales y coyunturales, sino que fortalecerá la reorientación hacia el exterior de las economías africanas, con la consiguiente exclusión de la participación popular en el proceso de desarrollo. Al depender de las inversiones extranjeras y de la ayuda y comercio exteriores, los países africanos exportan su producción para consumir el inexistente excedente, en lugar de consumir la producción y exportar el excedente. De este modo, África consagra todos sus esfuerzos en satisfacer la demanda externa y deja insatisfechas sus propias necesidades.

Por consiguiente, el nuevo contrato de cooperación euroafricana debería favorecer el desarrollo autocentrado y la autosuficiencia colectiva de los países africanos en el sentido de la satisfacción de sus propias necesidades.

Las relaciones políticas euroafricanas: institucionalización del neocolonialismo «realista»

En África, donde los colonos europeos disponían de poderes absolutos durante la colonización, la descolonización fue negociada en su mayor parte entre representantes del capitalismo metropolitano y las burguesías africanas, aliadas con el gran capital y formadas para las necesidades de la colonización y de la neocolonización. Estas burguesías serán las que accederán al poder en el momento en que se producen las independencias políticas.

Surgió una alianza objetiva entre el capitalismo central colonial y el capitalismo periférico, capitalismo de estado, que extorsiona a las masas campesinas y obreras por medio de las armas y del capital cultural heredado por la burguesía africana en el período colonial. Esta alianza supone además la explotación a gran escala de los recursos y mano de obra africanos, que se incorporan de forma subordinada al mercado capitalista mundial.

Las élites políticas se apoyaron así en las coaliciones internas favorables a la conexión europea para seguir cubriendo las necesidades básicas de Europa y recibir a cambio los servicios necesarios para mantener su dominación sobre las masas.

Todo esto revestido de un discurso antiimperialista como método de distracción.
El Estado heredado de la colonización no tiene raíces en las culturas políticas locales. Tomará una forma esencialmente neopatrimonial, es decir, un poder o un gobierno asentado en regímenes militares o cuasi militares, de partido único y monarquías hereditarias, con prácticas clientelistas y coercitivas, favorables a las leyes de mercado y a las empresas europeas.

Para mantener esta situación, el gobierno local se encarga de asegurar la afluencia de materias primas a Occidente, y éste, por medio de su apoyo militar, se asegura que el gobierno local siga en el poder.

Bajo la supervisión de los EE.UU. y el resto de sus socios, Francia se erige en el gendarme designado por Europa, por razones históricas y de imagen, multiplicando durante las tres últimas décadas las intervenciones militares, justificadas por objetivos humanitarios, pero en realidad con la intención de defender y preservar los intereses económicos, políticos y estratégicos franceses, y por extensión europeos.

Existen otros acuerdos entre los países africanos y los europeos limitados al suministro de material militar o de formación de tropas en el caso de antiguas metrópolis (Gran Bretaña, Bélgica, España, etc.) con sus excolonias, pero también los acuerdos franco-africanos, además de estos aspectos, prevén la intervención militar directa, dictada por el mantenimiento y fortalecimiento del estatus o rango internacional de Francia o la defensa de los intereses europeos, como queda subrayado.

Esta política al servicio de Europa ha evolucionado en función de los acontecimientos internacionales y de la propia situación de África, conduciendo a un proceso falsamente democrático que ha instaurado en realidad regímenes dictatoriales disfrazados.

Este neocolonialismo «realista», con una soberanía africana humillada, tiene tres mecanismos o estrategias: el patrimonialismo, la dependencia personal y el clientelismo de «Estado». El modelo patrimonial consiste para los dirigentes africanos en proceder a la confusión de lo político y la económico o la puesta de la política al servicio de los intereses personales. La dependencia personal se expresa por el intercambio de recursos y favores entre los dirigentes africanos y europeos, para la supervivencia política y el enriquecimiento de los primeros. Las relaciones personales de clientelismo de «Estado» se fundamentan en un conjunto de relaciones entre los miembros de ambas clases políticas, para favorecer la extroversión económica y la autoentrega política y cultural de las clases dirigentes africanas.

Relaciones culturales euroafricanas: «epistemocidio» y genocidio cultural

La extroversión cultural, anterior a la económica y a la dominación política de África fue utilizada como base ideológica para justificar la «misión civilizadora del hombre blanco», la colonización y la prioridad de la cultura occidental, desestructurando y destruyendo a la vieja y milenaria cultura africana.

Todo esto se ha hecho mediante la aniquilación del saber (epis- temocidio), a través de la educación occiden -talizada de las élites, despojándoles de autonomía de pensamiento y de capacidad de concepción de un proyecto económico, político y cultural propios
y haciéndoles creer a los propios africanos que no tienen historia. Este proceso se complementa con la imposición de los idiomas europeos, convertidos en lenguas intelectuales y de clase, que funcionan como elemento de integración en el universo cultural del dominador, en detrimento de los idiomas nativos.

Dichas élites están totalmente desvinculadas de las masas por el dominio educativo, acompañado del genocidio cultural de las mismas, en su ansia de participar en el capitalismo periférico. Además, este apego a lo europeo, que los propios europeos les niegan, produce una verdadera «descivilización», que les hace buscar preocupadas una originalidad cultural en el pasado precolonial, en conceptos como «negritud», «autenticidad africana», etc. Estos conceptos han sido recuperados por Europa, que los ha convertido en ideologías del colonialismo interno al servicio de sus intereses.

Todo esta dominación cultural europea viene fundamentada en la desposesión de raíces autóctonas, y en el neocolonialismo del uso de lenguas europeas como vía de transmisión cultural para aniquilar cualquier acción africana liberadora de conocimientos.