Europa necesita inmigrantes para salvar la economía

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Cada año la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) publica su Informe sobre las migraciones en el mundo. El informe de este año señala que hay unos 281 millones de personas en movimiento, 3.6 por ciento de la población mundial. Es el triple de los 84 millones que se desplazaban en 1970, y mucho más que los 153 millones de 1990. Las tendencias mundiales apuntan a un aumento de la migración en el futuro, señala la OIM, que puede atribuirse a tres factores: la guerra, la precariedad económica y el hambre.

Por Jon Snow y Tyrion Lannister Colaboradores de Trabajo y Descarte

Branko Milanovic, Doctor en Economía por la Universidad de Belgrado, es uno de los estudiosos de la penúltimas mutaciones del capitalismo, en una de sus entrevistas, en la revista cultural de El Mundo, al hablar sobre la inmigración comentaba “emigran aquellos que tienen más ambiciones, mejor educación y también ciertos recursos.” Y, a su vez, decía que hay dos meta tendencias en la política en Occidente durante los últimos 20 o 30 años: por un lado, la liberación de la economía y del mercado laboral multiplica la demanda de trabajadores que realizan actividades que los nativos ya no quieren hacer. Y, por otro lado, una retórica cada vez más extendida afirma que no queremos tantos inmigrantes. Y entonces como nuestra economía los necesita, pero ningún político se atreve a confesarlo, en fin, hacemos la vista gorda y actuamos como si no estuvieran aquí. Pero están aquí, aunque no queremos verlos, en nuestras ciudades y pueblos realizando todo tipo de trabajo útil. Esto es un riesgo político enorme que puede dar lugar a una nueva clase marginada y crea problemas de segregación e integración a largo plazo”

Informe sobre las Migraciones en el Mundo (OIM)

La guerra supone el primer factor de las migraciones forzosas. En un mundo en guerra, lo que aumenta es el gasto de armamento global, que asciende hoy a casi 3 billones de dólares, de los cuales tres cuartas partes corresponden a los países del norte global. En 2022, las empresas armamentísticas obtuvieron unos 600 mil millones de dólares en beneficios.

La precariedad económica y el hambre van de la mano y suponen la segunda causa más importante de migraciones. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que el 58 por ciento de la mano de obra mundial –2 mil millones de personas– trabaja en el sector informal. Laboran con una protección social mínima y casi sin derechos. Las cifras de “economía informal” en la India son espeluznantes. Los datos sobre desempleo juvenil y precariedad juvenil son asombrosos. Muchos de los migrantes de África occidental que intentan la peligrosa travesía del Sahara y del mar Mediterráneo huyen de las altas tasas de precariedad, subempleo y desempleo de la región. Un informe de 2018 del Grupo del Banco Africano de Desarrollo muestra que, debido al ataque a la agricultura mundial, los campesinos se han trasladado a las ciudades a servicios informales de baja productividad, desde donde deciden marcharse por el señuelo de mayores ingresos en occidente.
El nuevo informe de la OIM señala además que estos migrantes envían a casa cantidades cada vez mayores de dinero para ayudar a sus familias, cada vez más desesperadas. El dinero que envían a casa aumentó un 650% entre 2000 y 2022, pasando de 128 mil millones de dólares a 831 mil millones. Según analistas, la mayoría de estas remesas en el periodo reciente van a parar a países de renta baja y media. De los 831 mil millones de dólares, 647 mil millones se destinan a las naciones empobrecidas. Para la mayoría de estos países, las remesas superan con creces la IED (Inversión extranjera directa) y la AOD ( ayuda oficial al desarrollo ) juntas y constituyen una parte significativa del producto interior bruto (PIB).

La UE se beneficia del flujo migratorio

Como se reseña anteriormente, los flujos migratorios continúan creciendo. Y lo hacen de una manera tan significativa que han logrado frenar el déficit estructural de mano de obra que castiga desde hace tiempo a la Unión Europea.
El informe de la pasada primavera de la Comisión, en concreto, destaca que la inmigración ha contribuido en los últimos años de una forma significativa a ensanchar la oferta laboral y aligerar algunos cuellos de botella que se producían en el pasado.
En particular, en aquellos países, como Alemania, en los que existe un claro desajuste entre oferta y demanda laboral. Pero también en España. En este caso, no de forma global sobre el conjunto de la economía, sino en algunos sectores que están tirando más de la actividad, como la hostelería, la construcción o el cuidado de personas mayores, que son los que más demandan mano de obra que no se encuentra entre los autóctonos.
Los economistas de la Comisión Europea destacan el alto grado de integración de los inmigrantes que se ha producido en el mercado laboral. Un pequeño país, como Malta, pudo crecer un 5,6% el año pasado gracias a la entrada de inmigrantes para trabajar en sectores relacionados con el turismo y la hostelería. Algo parecido le ha sucedido a un país candidato, como es Serbia, como consecuencia del incremento de la inmigración procedente de Rusia.

Esto explica, como sostiene Bruselas, que los indicadores de los desajustes del mercado laboral se hayan suavizado en los últimos meses al calor de la mayor actividad y al incremento de la oferta laboral. En febrero del año 2024, las vacantes habían disminuido hasta un 30% por debajo de los picos alcanzados a principios de 2022, aunque se mantienen muy por encima de los niveles previos a la pandemia. Muchas de esas vacantes han sido cubiertas por inmigrantes.

En España, también los inmigrantes salvan su economía

España sólo incrementará su población en 6 millones en los próximos 50 años. Ganará 17 millones de extranjeros, pero perderá 11 millones de nativos por el envejecimiento y la baja natalidad. Las proyecciones que se hacen para la UE predicen que en 2070, solo el 3,7% serán europeos.
En España, el porcentaje de extranjeros en relación con el número de afiliados a la Seguridad Social ha escalado hasta el 13,1%, casi cuatro puntos más que antes de la pandemia. Tan solo el año pasado, según el informe de proyecciones macro del Banco de España, el número de trabajadores nacionales cotizantes creció un 1,7%. Pero en el caso de los extranjeros aumentó un 9,5%.
En su último informe, el Banco de España estima que España necesitará casi 25 millones de inmigrantes en 2053 para trabajar, para «evitar el proceso de envejecimiento de la población y resolver los desajustes que podrían surgir en el mercado de trabajo español».
Los extranjeros suman ya el 30% de los empleos creados en España desde la pandemia según los datos de la Seguridad Social. Desde abril de 2020 han sumado 696.224 afiliados y alcanzan un máximo histórico de 2,67 millones a cierre de 2023. A pesar de que la inmigración apenas supone un 12% del total de los ocupados, su tasa de crecimiento triplica a la de los nacionales: un 35% frente a un 10%.

No nos quitan puestos de trabajo (ni erosionan el estado de bienestar)

Los migrantes por lo general desempeñan tareas que los trabajadores nativos ya no pueden o no están dispuestos a realizar: los puestos de baja consideración por ser sucios, peligrosos y degradantes. La oferta de trabajadores locales capaces de desempeñarlos y dispuestos a hacerlo ha disminuido.
El problema es que, a nivel de formación, estos perfiles no podrán cumplir (a priori) con las vacantes de empleo más especializadas. Tomando en cuenta los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) dentro del grupo de extranjeros que llevan menos de 1 año en España, aproximadamente el 80% de los que están en edad de trabajar no poseen estudios universitarios, y más del 70% trabajan en ocupaciones de baja cualificación.