El futuro de la fraternidad se fragua en la familia

419

El ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a conocer su propia verdad, si no es en el encuentro con los otros. La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Se necesita una comunidad que nos sostenga, incluyendo la familia como pequeña comunidad, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante.

Familia:¿qué familia?

Hoy en día, las estructuras familiares y las relaciones intra-familiares se encuentran inmersas en un profundo proceso de cambio. Este cambio en sí no constituye algo excepcional, ya que la familia siempre ha sido una institución dinámica que ha ido evolucionando y adaptándose a los tiempos. No obstante, desde una perspectiva histórica, las transformaciones sufridas en las últimas décadas han sido particularmente rápidas.
Algunos indicadores sociodemográficos nos pueden ayudar a apreciar la verdadera dimensión de los cambios recientes: los españoles cada vez se casan menos, en concreto, la mitad que hace 50 años, y a edades más tardías. También son más frecuentes los divorcios: cerca del 50% de las uniones acaban en ruptura. El último informe Transformación y crisis de la institución matrimonial en España del Observatorio Demográfico CEU analiza esta situación, destacando que la edad media al contraer el primer matrimonio ha subido en más de 10 años desde 1976 a 2022, siendo los españoles los europeos que se casan por primera vez a una edad más tardía, sólo superados por los suecos.

La familia es esa célula de habitabilidad psíquica, física, emocional y sentimental del sujeto. Lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros se explica por la familia, aseguraba Freud. Vista por muchos como una estructura obsoleta, hoy se llama familia a hogares monoparentales, a parejas que conviven con o sin hijos, a parejas o individuos con mascotas… Y, en este contexto, nace el fenómeno de los ‘perrhijos’ o ‘gathijos’, un concepto ligado a un nuevo modelo multiespecie cada vez más asentado en España. Las nuevas generaciones, en lugar de tener hijos, deciden tener un perro o un gato (mayoritariamente adoptados), que cumplen una función afectiva muy importante y que ayuda a sus dueños a tener compañía, generando un sentimiento de protección y cercanía, que es lo más parecido a tener un hijo.

Familia: sé lo que eras (y lo que eres)

Chesterton nos recuerda que la familia puede muy bien ser considerada, así habría que pensarlo al menos, como una institución humana fundamental. Todos admitirán que ha sido la célula principal y la unidad central de casi todas las sociedades que han existido hasta ahora. La razón es obvia. En una comunidad grande podemos elegir a nuestros compañeros. En una comunidad pequeña nuestros compañeros nos vienen dados. Chesterton aceptaba el desafío de convivir con personas dispares, que enseñan «a amar lo distinto y lo incómodo». Si la humanidad no se hubiera organizado en familias, no habría podido organizarse en naciones.

Aristóteles señalaba la importancia de la familia para los asuntos políticos. Los seres humanos se desarrollan en la polis, pero la familia tiene su autonomía propia para la educación en valores éticos a través del amor familiar y de pertenencia. La mayor ventaja es la amistad, amistad civil, que se aprende en familia, y por medio de la cual los conflictos civiles disminuirán. La capacidad de gobernar justamente sólo será posible desde la vivencia de la virtud moral.

El cambio antropológico y cultural que vivimos, y que se basa en un individualismo salvaje y materialista, plantea la incompatibilidad de estos presupuestos con una familia que, sostenida en un amor de fidelidad fecunda dual, hombre y mujer, resulta ser la mejor escuela de solidaridad, también para la sociedad. El emotivismo dominante que se mueve exclusivamente por los deseos y emociones, solo busca satisfacer nuestros intereses individuales sin renunciar a nada por nadie, fruto de esta cultura líquida neoliberal, resulta, evidentemente, un contexto difícil para que pueda crecer la familia.

El futuro de la fraternidad se fragua en la familia

En un momento de la historia en el que el corazón de la crisis tiene que ver con el destrozo de la persona, en su seno-matriz que es la familia, necesitamos familias que transformen esta situación. El futuro del hombre se fragua en la familia. Familias que se consagren especialmente a expresar el amor esponsal a través de la solidaridad con los pobres, para recordar a todos que ser familia es eso.
Iniciamos una nueva etapa histórica en la que la familia está llamada a ser la institución clave de la sociedad, la piedra angular de un edificio social regido por la solidaridad, porque esa es su verdadera vocación. No hablamos de “cooperativas de egoísmo”, ni de contratos afectivos más o menos duraderos sino de una familia abierta a la solidaridad, capaz de generar lazos de amor y misericordia, capaz de la reconciliación, abierta a la comunidad y a la acogida del descartado.

Necesitamos desarrollar esta conciencia de que hoy, o nos salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta. Si nos preocupa la desaparición de algunas especies, debería obsesionarnos que en cualquier lugar haya personas y pueblos que no desarrollen su potencial y su belleza propia a causa de la pobreza o de otros límites estructurales. Porque eso termina empobreciéndonos a todos.
En la encíclica Fratelli tutti, del Papa Francisco, se clama por la fraternidad universal. Se trata de “una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”. Para reconocerla se requiere un ‘corazón sin confines, capaz de ir más allá de las distancias de procedencia, nacionalidad, color o religión’.Para hacer posible una comunidad mundial que desarrolle la fraternidad universal y que vivan entre los pueblos una amistad social, hace falta una política al servicio del bien común. Sin embargo, la actual política asume formas que dificultan la fraternidad universal bajo el rostro de populismo y liberalismo. Los pobres son despreciados por formas populistas que los utilizan demagógicamente para sus fines o en formas liberales donde prima los intereses económicos de los poderosos.”

Cuando un sector de la sociedad pretende disfrutar de todo lo que ofrece el mundo, como si los pobres no existieran, eso en algún momento tiene sus consecuencias. Ignorar la existencia y los derechos de los otros, tarde o temprano provoca alguna forma de violencia.
Es un anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Nadie puede pelear la vida aisladamente. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante.
Sólo poniendo en el centro los problemas de los últimos de la Tierra, nuestros problemas se harán pequeños y experimentamos (al igual que experimentaron nuestros padres y abuelos) que la vida sólo tiene sentido cuando se entrega por un Ideal mayor. Sólo así seremos esperanza para nuestro mundo, para los empobrecidos de la tierra… pero también para nuestros hijos.

Berta García y Nuria Fuentes