Europa prepara nuevas fronteras para los inmigrantes

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Aún quedan dos años para que los inmigrantes rumanos puedan venir libremente a España a trabajar. La Unión Europea y los países que la forman se atrincheran y se preparan para abrir sus fronteras a nuevas mercancías (materiales y humanas) al mismo tiempo que miden sus ganancias.
INMIGRANTES RUMANOS: SOBREVIVIR SIN PAPELES.

Rumania y Bulgaria acaban de entrar a formar parte de la Unión Europea, 17 años después de la caída del comunismo. «Con Rumania y Bulgaria que se unen a nosotros hoy, creamos una Unión (Europea) de casi 500 millones de ciudadanos», dijo el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durao Barroso.


Entran como los más pobres de la Unión. Entre los dos superan los 30 millones de habitantes, pero su producto interior bruto (PIB) conjunto apenas llega al 1% del de la UE.  Rumanos y búlgaros pueden desde ahora ir al resto de países de la Unión tan sólo con su documento de identidad, pero necesitan un visado para las estancias superiores a tres meses en el espacio Schengen[1]. Además, tienen restricciones para trabajar en la mayoría de antiguos países miembros, como Reino Unido, Francia, España, Irlanda, Hungría, Dinamarca y Austria.


Por el contrario, la libre circulación de mercancías con el resto de la UE está en vigor desde la 01H00 local del lunes (medianoche en Bruselas, 23H00 GMT), hora oficial de la adhesión.


 


DEL EXPLENDOR A LA CORRUPCIÓN  Y  EMPOBRECIMIENTO


En los años treinta, Bucarest era conocida como París del Danubio y bullía como una de las ciudades más cultas de Europa. En una guía turística de 1934, pueden encontrarse los anuncios de las Galeries Lafayette y las direcciones de dieciocho teatros y cincuenta cines. Impulsada por el petróleo, las materias primas y la agricultura, la economía rumana funcionaba a toda máquina. Pero casi cinco décadas de dictaduras estalinistas arruinaron el país. Ahora, con 22 millones de habitantes, de los que dos viven en la capital, los salarios rumanos representan sólo el 16% de la media comunitaria


Desde la omnipresencia de la corrupción (uno de los campos en los que la Comisión Europea le ha exigido mayores esfuerzos) hasta la economía (el dictador Ceausescu dejó a Rumania sumida en la más absoluta pobreza), pasando por una desconfianza crónica hacia el Estado, la herencia de la dictadura es una losa muy pesada.


En Rumania los mayores problemas hoy en día son la emigración, el envejecimiento de la población y la corrupción. Transparencia Internacional sigue considerando a Rumania el segundo país con mayor percepción de la corrupción de Europa, tras Albania.


Pese a que en su camino hacia la UE han hecho esfuerzos enormes, y que el Gobierno ha puesto en marcha un plan que afecta a todos los aspectos de la vida pública, la huella del pasado es enorme.


 


LA LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA: LA HUÍDA AL OCCIDENTE DORADO.


La entrada de Rumania en la UE supone la esperanza para muchos rumanos de poder legalizar su situación de irregularidad en España.


Es el caso de Elena, una mujer de 35 años, casada y con  2 hijos; Robert  de 15 años y Ailyna de 17. Hace  3 años vino a nuestro país buscando  una vida mejor. Su objetivo era encontrar trabajo para sobrevivir.  Para llegar al destino elegido viajó durante tres días y tres noches en «taxi» con otros compatriotas .Debían llevar  una cantidad suficiente para pagar a los conductores y sobornar, si hacía falta, a los guardias de las fronteras.


Atravesó toda Europa y entró por Francia. Durante el trayecto viajó sin equipaje y sólo pudo beber agua. Es la manera más común de desplazarse  para los emigrantes del este.  Su marido, Fredi, llegó un año antes junto con otro amigo Aurel divorciado y padre de un niño de 11 años, Mario que quedó al cuidado de la madre de Aurel, una anciana de 70 años.


Cuando Elena llegó a España su marido sólo pudo ofrecerle como hogar el compartir con 12 familias más,  también de origen rumano, un pequeño espacio de un garaje en una localidad de Sevilla…  Entre todos debían aportar 350 € al mes. Dormían en catres, o colchones en el suelo. La intimidad era preservada por telas que colgaban de unas cuerdas. En total unos 26 adultos; entre ellos una mujer embarazada y cerca de una decena de niños.


No tenían cocina, tan sólo un pequeño hornillo donde cocinaban  y calentaban lo poco que comían. La mayoría de los que compartían la estancia no trabajaba y el resto lo hacían en días sueltos. Vivían de la caridad de los vecinos o de la mendicidad. Al cabo de 6 meses Elena enfermó y fue operada de urgencias de un tumor en la parte posterior de la cabeza que afectaba al funcionamiento de otros órganos, pero que resultó ser benigno y le obligó a permanecer en el hospital durante varias semanas  atendida por varias vecinas.


Paralelamente se estaba organizando el traslado de los niños a España. Llevaban un año sin verlos. Pero no había dinero y sí muchas  dificultades  para conseguir los diferentes pasaportes: intentaron contactar desde aquí con policías «amigos» o falsificadores pero era difícil y muy costoso  Al ser menores de edad no podían viajar solos. Decidieron que les acompañara  la anciana abuela  de 70 años.


A punto de conseguir el traslado, Ailyna, la hija de Elena, fue ingresada en un hospital de Rumania durante dos semanas. Padece, desde muy pequeña de una  afección renal que le ha obligado en otras  ocasiones a ser hospitalizada.


Se pensó en la posibilidad de viajar en avión. Esta forma de viajar es legal pero necesitaban una «invitación» de alguna familia española, dar los datos de la residencia y comprar el billete de ida y vuelta. Su permanencia no podía ser superior a tres meses y serían  necesarios más de 1200€ por persona. «Los  inmigrantes del este que llegan a utilizar este medio de transporte dan una dirección de un hotel, pagan la estancia del hotel durante tres días sin llegar a utilizarla y así no dejan pistas para que no les obliguen a volver».  Comenta  Fredi.


Se recaudó dinero entre vecinos y miembros de una de las parroquias de la zona, pero no era suficiente así que tuvieron que viajar en «taxi», como sus padres. Así viajaron a España  la abuela, los dos hijos de Elena, el hijo de Aurel, un hermano de éste con su mujer y dos hijos del matrimonio.


Intentaron por todos los medios regular su situación pero fue imposible. Rumania no pertenecía  a la UE – hasta este pasado 1 de enero-. Además el gobierno español no permitirá la entrada de inmigrantes rumanos hasta que pasen dos años.


Deben demostrar que llevan trabajando dos años en España y que tienen una residencia. Pero no consiguen  trabajo porque no tienen papeles .Trabajan sin contrato, en largos horarios: recogen aceitunas, naranjas, como peones de albañil, de pintores, pero sólo días sueltos. Los días que no trabajan no cobran.


Ambas familias alquilaron una casa porque la situación en el garaje se hizo insostenible. Elena necesitaba un lugar limpio y adecuado para recuperarse de la operación y Aurel se encontró con una familia demasiado grande.  Elena tenía la esperanza que al haber sido operada y tener que realizar revisiones le pudieran permitir residir al menos tres años en España sin problemas y quizás más adelante conseguir el permiso de residencia .Hace unos días recibió una carta en la que se le denegaba la petición.


Con la entrada de Rumania en la UE se abre una esperanza pero los días pasan, la burocracia es lenta e inútil, el trabajo no llega y hace falta trabajar para pagar el alquiler, para comer, para  vivir…


 


Y SE DICEN SOCIALISTAS


Esta es la situación de la mayoría de los inmigrantes rumanos. Unas vidas que esperaban llegar al escaparate  que los países enriquecidos muestran escandalosamente.


Mientras nuestros políticos juegan a crear leyes injustas, durante cuatro días a la semana, por sueldos millonarios y deciden sobre la vida de las personas, miden los beneficios, levantan murallas, manipulan la entrada de los inmigrantes para obtener subvenciones comunitarias,… personas como Elena, Fredi, Robert, Aurel, Ailina,… deben luchar por sobrevivir día a día en un país extranjero que les mira con recelo. Las leyes y la sociedad les llama ilegales, un concepto que les acerca a delincuentes y, en muchos casos son tratados como tales. La corrupción desarrollada en su país por una clase política al servicio  del poder y del lucro ,no sólo les empobreció y obligó a emigrar sino que además , la llevan sobre sus espaldas como un sello que les impide ,aun más , ser aceptados en esta sociedad hipócrita , una sociedad  que les humilla ,que les reserva los trabajos que no quiere para sí, que les obliga a malvivir hacinados en pequeños pisos, naves o  garajes, pero que vive cómodamente  gracias  a la riqueza que aportan , como ocurre en España donde los inmigrantes  producen el 10% de la riqueza nacional, pagan nuestras pensiones, colaboran con sus hijos y familias a rejuvenecer el segundo país con mayor envejecimiento del planeta, …


Y que un gobierno, que se hace llamar socialista, inventa la Alianza de las Civilizaciones, para «eliminar diferencias y fomentar la  igualdad» según palabras de su presidente con medidas tan «eficaces» como la ley de extranjería, o el levantamiento de muros y alambradas, o manteniendo tratados  con Marruecos  que le sirve de guardián de fronteras.


Y mientras las fronteras se abren de par en par para  la libre circulación de mercancías, para el dinero, para  el robo de cerebros, para el robo de mano de obra joven y barata, para el enriquecimiento de nuestros países. Una Unión creada para el enriquecimiento de unos pocos, una Unión ladrona y genocida que permite el hambre de la mayor parte de la humanidad, que permite y fomenta la esclavitud en el siglo XXI, que alimenta conflictos armados, que levanta muros y alambradas  a los que huyen del hambre tratándolos como animales, que tiene países sicarios  para frenar la entrada de empobrecidos, que firma acuerdos internacionales que no cumple,… 


Para los empobrecidos, sobrevivir en un país extranjero es duro, y sin papeles lo es más.


La sociedad debe tomar conciencia de esta situación y protagonizar el cambio hacia una sociedad justa y humana desde la autogestión  y basada en los principios de la solidaridad y el internacionalismo  como lo han hecho los pobres a lo largo de la historia. 




[1] Nombre del Convenio cuyos orígenes se remontan a julio de 1984 y del que en la actualidad forman parte los siguientes países: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Portugal y Suecia. Todos ellos en busca de determinados objetivos que el Acuerdo desarrollan y que consisten en: – La supresión de fronteras entre estos países. – La seguridad. – La inmigración. – La libre circulación de personas por el territorio de estos países.