FÁBULAS LITERARIAS de TOMAS de IRIARTE

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Autor: Tomás de Iriarte (1750-1791). FABULAS: El gusano de seda y la araña, El buey y la cigarra, Los dos conejos, El burro del aceitero…
FÁBULAS LITERARIAS de TOMAS de IRIARTE


EL GUSANO DE SEDA Y LA ARAÑA

Trabajando un gusano su capullo[1],
la araña, que tejía a toda prisa,
de esta suerte le habló con falsa risa,
muy propia de su orgullo:
«¿Qué dice de mi tela el seor[2]gusano?
Esta mañana la empecé temprano,
y ya estará acabada a mediodía.
¡Mire qué sutil[3]
es, mire qué bella!…»
El gusano, con sorna[4], respondía:
«¡Usted tiene razón; así sale ella!»

Se ha de considerar la calidad de la obra, y no el tiempo que se ha tardado en hacerla.

EL BUEY Y LA CIGARRA

Arando estaba el buey, y a poco trecho[5],
la cigarra, cantando le decía:
«¡Ay!, ¡ay! ¡Qué surco[6]
tan torcido has hecho!»
Pero él la respondió: «Señora mía,
si no estuviera lo demás derecho,
usted no conociera lo torcido.
Calle, pues, la haragana[7]reparona[8],
que a mi amo sirvo bien, y él me perdona,
entre tantos aciertos, un descuido.»

¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil[9]!:
una cigarra al animal más útil.
Mas ¿si me habrá entendido
el que a tachar se atreve
en obras grandes un defecto leve?

Muy necio y envidioso es quien afea un pequeño descuido en una obra grande.

LOS DOS CONEJOS

Por entre unas matas,
seguido de perros,
-no diré corría-,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero,
y le dijo: «Tente[10],
amigo; ¿qué es esto?»

«¿ Qué ha de ser?» –responde-;
sin aliento llego…
Dos pícaros galgos[11]
me vienen siguiendo.»

«Sí -replica el otro-,
por allí los veo…
Pero no son galgos.»
«¿Pues qué son?» «Podencos[12].»

«¿Qué? ¿Podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos,
bien visto los tengo.»

«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso.»
«Son galgos, te digo.»
«Digo que podencos.»

En esta disputa,
llegando los perros
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

No debemos detenernos en cuestiones frívolas, olvidando el asunto principal.

EL BURRO DEL ACEITERO

En cierta ocasión un cuero[13]
lleno de aceite llevaba
un borrico, que ayudaba
en su oficio a un aceitero[14].

A paso un poco ligero,
de noche en su cuadra entraba,
y de una puerta en la aldaba[15]
se dio el golpazo más fiero.

«¡Ay! –clamó-, ¿no es cosa dura
que tanto aceite acarree
y tenga la cuadra oscura[16]?»

Me temo que se mosquee
de este cuento quien procura
juntar libros que no lee.

¿Se mosquea? Bien está;
pero este tal… ¿por ventura[17]
mis fábulas leerá?

A los que juntan muchos libros y ninguno leen.




[1] Envoltura ovalada en la que se encierra el gusano hilando su baba antes de transformarse en crisálida.
[2] Señor.
[3] Fina, delicada.
[4] Ironía, tono burlón.
[5] Distancia, espacio.
[6] Hendidura o corte que hace el arado en la tierra.
[7] Perezosa, poco trabajadora.
[8] Que tiende a poner defectos o reparos a las cosas.
[9] De poco aprecio o importancia.
[10] Detente.
[11] Perro muy ligero y veloz, de cuerpo delgado, cabeza pequeña y hocico puntiagudo, que se utiliza en la caza.
[12] Perro robusto, de cabeza redonda y patas robustas. Poco ladrador, es utilizado en la caza por su sagacidad y resistencia.
[13] Pellejo de animal, curtido y cosido, que se utiliza para guardar vino o aceite.
[14] Persona que vende o fabrica aceite.
[15] Pieza de metal que se pone en las puertas para llamar golpeándola.
[16] Hay que recordar que el aceite se empleaba antiguamente para el alumbrado de los candiles.
[17] Casualidad.