Guerras olvidadas

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El año pasado el tsunami y la invasión de Iraq acapararon la atención mediática. Pero siguen vivos otros conflictos que no aparecen en los medios. Médicos Sin Fronteras publica el informe Diez Crisis humanas olvidadas del 2004 en el que selecciona nueve de las más de 74 guerras activas que hay actualmente (los efectos de la tuberculosis se incluyen en esta relación como décima crisis humana)…

Fuente:Solidaridad.net

El año pasado el tsunami y la invasión de Iraq acapararon la atención mediática. Pero siguen vivos otros conflictos que no aparecen en los medios. Médicos Sin Fronteras publica el informe Diez Crisis humanas olvidadas del 2004 en el que selecciona nueve de las más de 74 guerras activas que hay actualmente (los efectos de la tuberculosis se incluyen en esta relación como décima crisis humana). Estas guerras son las de:

BURUNDI. Lucha por emerger de diez años de guerra civil. El 99% de la población vive con menos de un dólar al día, pero la asistencia sanitaria se financia con el cobro de tasas. El enfermo se arriesga a empobrecerse aún más, obligado a vender sus medios de subsistencia, herramientas y ganado. Con este sistema mueren por malaria el doble de personas que donde se cobra tarifa plana reducida. El Estado y las prioridades de los donantes internacionales sólo lo refuerzan.

CHECHENIA. Una década de intenso conflicto continúa haciendo estragos entre la población. La realidad está lejos de lo que las autoridades repiten, en el sentido de que la situación se está normalizando. Ciudades y pueblos están en ruinas, más de 260.000 desplazados viven en condiciones terribles. Las autoridades de Ingusetia y Rusia les presionan para que regresen a Chechenia, donde la guerra no cesa. Unas 52.000 personas intentan sobrevivir y vencer el frío en campos de tiendas de campaña, vagones de tren, fábricas abandonadas y almacenes sin apenas acceso a servicios de salud, saneamiento o alimentos.

COLOMBIA. Más de tres millones de desplazados internos viven en arrabales de las grandes ciudades. La violencia es todavía la primera causa de muerte. El miedo constante causa estragos en la salud mental. El control sobre la coca, el petróleo y la madera han alimentado el conflicto durante décadas, mientras la mitad de la población vive en un estado de pobreza extrema. El Gobierno y fuerzas antigubernamentales consideran a a todo el mundo potencial informador o colaborador. Los médicos son amenazados y obligados a huir; los pacientes, sacados de las ambulancias para ejecutarles.

COREA DEL NORTE. Violenta represión y privaciones masivas en un país cerrado al mundo exterior. Mientras el interés internacional sigue centrado en el programa de armas nucleares, no se sabe si la ayuda internacioonal llega a los más necesitados o es desviada por el régimen militar. La reforma económica del 2002 ha exacerbado el problema: más inflación y menos acceso a los alimentos básicos. Huir del país no acaba con la angustia: en China (signatario de la Convención para los Refugiados de 1951) son considerados inmigrantes económicos y viven escondidos porque temen ser arrestados, repatriados y sometidos a un trato brutal. Asistirles es una ofensa criminal.

ETIOPÍA. Más del 10% de los niños no pasa del primer año de vida. Un 41% de los 63 millones de etíopes está desnutrido. El reasentamiento de millones de personas en tierras bajas fértiles ha expuesto a comunidades enteras a zonas con paludismo endémico. Los médicos luchan con pocos recursos contra el sida, la malaria, la tuberculosis y el kala-azar, cuyo tratamiento es caro e inaccesible. La malaria causa estragos, y la terapia combinada depende de los insuficientes stocks internacionales. Aliado de Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo, tiene militares americanos desplegados cerca de Somalia que califican su tarea de ayuda humanitaria. Médicos Sin Fronteras ve cómo la seguridad se deteriora debido a esta confusión.

LIBERIA. Un año después del fin de una guerra civil de 15 años, sigue la crisis. Quedan pocas infraestructuras en pie que afectan al agua y la electricidad. Trabajan sólo 30 médicos liberianos para más de tres millones de personas. Hay todavía más de 300.000 desplazados en el país, y 300.000 más en países vecinos. Las mujeres continúan siendo víctimas de la violencia sexual. Los campos al norte de Monrovia albergan a 35.000 desplazados. La frágil paz peligra: las partes en su día enfrentadas sólo depusieron una tercera parte de las armas, mientras la inestabilidad en Costa de Marfil y Guinea amenaza contraspasar la frontera.

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO. En diciembre estallaron los combates en el norte de Kivu. Casi 150.000 personas huyeron de Kayna, Kayanbayanga y Kirumba. Es una década de guerra que ha costado la vida de tres millones de personas y ha arruinado el país. Los índices de violaciones crecen. Las divisiones étnicas y políticas causan estragos. Milicias locales y ejército se aprovechan de los civiles. Las condiciones de saneamiento y la falta de agua potable causan brotes de cólera y fiebre tifoidea. La paz firmada en 2002 por siete facciones enfrentadas no ha restaurado la seguridad ni la esperanza. Ni siquiera las elecciones para este junio.

SOMALIA. Catorce años de violencia: dos millones de desplazados o muertos. Cinco millones sin acceso a agua limpia o atención sanitaria. El colapso del sistema de salud y otros servicios ha afectado sobre todo a mujeres y niños: una de cada 16 muere en el parto, y uno de cada siete, antes de cumplir un año. Las catástrofes naturales empeoran el desastre humano. El nuevo Gobierno ofrece un rayo de esperanza, pero la violencia sigue. Las depredadoras milicias y los señores de la guerra ejercen el poder para beneficiarse económicamente. En Galcayo, una de las zonas más estables, Médicos Sin Fronteras trató a casi 1.000 personas con traumas, incluyendo a 262 heridos por armas de fuego.

UGANDA. Durante 18 añós, los habitantes del norte de Uganda han tenido que soportar un brutal conflicto sin repercusión exterior. El 80% ha dejado su hogar. Los civiles son agredidos y asesinados por el Lord’s Resistance Army (LRA), que ha raptado a decenas de miles de niños, a los que ha obligado a combatir y ha convertido en esclavos sexuales. El ejército ha tasladado a cientos de miles de civiles contra su voluntad a aldeas protegidas sin apenas seguridad y asistencia, y somete a la población a redadas brutales contra cualquier sospechoso de pertenecer al LRA.

Todos estos conflictos aquí descritos responden en realidad a intereses económicos y geoestratégicos de las grandes potencias económicas y militares. En Colombia y Chechenia, el control del petróleo es el motivo por el cual EE.UU. y Rusia, respectivamente, mantienen sus tropas allí. En el primer caso, la opinión pública cree que la presencia de soldados en Colombia es por los cultivos de coca, pero en realidad están allí para defender los intereses de las empresas exportadoras de armas y por el petróleo. En Burundi, los EE.UU. no intervinieron para asegurar sus negocios de exportación de café en la zona. Asimismo, Corea del Norte es una zona geoestratégica esencial para la primera potencia mundial, dada su cercanía con Rusia. Por otro lado, el control del comercio de materias primas, como los diamantes o el coltán (mineral utilizado en la fabricación de componentes electrónicos) provoca y sostiene los conflictos de países como Liberia o Sierra Leona, del que salen beneficiadas empresas transnacionales europeas y americanas. Y España, aunque no sea un país dominante en el panorama estratégico, exporta armas a medio centenar de países en guerra.

A su vez, los medios encargados de informar a las personas ocultan todas las causas políticas y económicas de las crisis bélicas, y, desgraciadamente, lo que no existe en los medios no existe en la conciencia de los ciudadanos. Las manifestaciones contra la guerra de Iraq son representativas de este fenómeno: unas cuantas cadenas de televisión volcadas en el asunto, y un llamamiento masivo a la participación en las manifestaciones posibilitaron que millones de personas salieran a la calle en contra de “una guerra por petróleo”. Cabe preguntarse por qué esto no ocurre con los conflictos descritos arriba. Seguramente una población concienciada de todos estos crímenes exigiría a sus representantes una postura radicalmente opuesta a las guerras y a la corrupción política que las sustenta.