Guillermo Rovirosa en Venezuela

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Entre Guillermo Rovirosa y Venezuela hay un lazo providencial. Sobrenatural, más exactamente. Dicen sus biógrafos que cuando él se convirtió a Jesucristo y decidió junto a su esposa consagrarse a la misión, abrazaron el proyecto de venir a estas tierras para colaborar en la evangelización de los empobrecidos. No pudieron realizarlo porque el régimen franquista les prohibió la salida de España por no ser de los suyos. El humor de Dios, que tanto nombra Guillermo, ha querido que, décadas después, Rovirosa y Caterina estén muy presentes en Venezuela y que su caminito sea transitado por decenas de descartados, principalmente por la semilla que trajeron los militantes del Movimiento Cultural Cristiano desde 1999.

Algo nuevo está surgiendo

Habrán observado que las teorías suelen ir muy por delante de los hechos. Son como flechas que voluntariosamente se lanzan al aire, aunque normalmente no se sepa a dónde. La razón es obvia: ¡las formas de vida!, que son las que esculpen la mentalidad que condiciona nuestras decisiones. Si no convertimos la vida y la mentalidad, ninguna de nuestras teorías dará en la diana. Esa conversión es dolorosa, como sacarse la piel a jirones, decía Julián.

Es lo que está pasando con la llamada a una Iglesia pobre y de los pobres. La teoría no se acompasa con la realidad. En las décadas de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado hubo muchas comunidades que se fueron a vivir a los suburbios empobrecidos. Cambiaron de lugar de residencia, pero la mayoría no de mentalidad. El caso de la opción preferencial por los pobres hecha por la Compañía de Jesús con el P. Arrupe es paradigmático. Muchos jesuitas mudaron de vestimenta, de lenguaje… sin embargo continuaba el dirigentismo ahora en su versión de teología de la liberación, creación de teólogos centroeuropeos con mentalidad extra-pobres.

Lo que el Espíritu le alienta a Rovirosa, Caterina, Julián Gómez del Castillo, Trini… es algo nuevo. Es que los empobrecidos sean realmente los que evangelicen desde una mentalidad absolutamente eclesial y de futuro. De hecho, aquellos hermanos mayores en la fe fueron pobres, vivieron y pensaron pobres. No por opción ideológica ni siquiera pastoral No como un proyecto de vida. Todo eso es demasiado burgués. Simplemente por amor a Cristo, por imitarle, porque no hay otra manera de entenderle y seguirle.

Una pedagogía, una pandilla, unas plataformas

Regadas por el sacrificio de Rovirosa y Caterina ya están floreciendo en Venezuela muchas pequeñas florecillas que demuestran que es posible la promoción integral y colectiva de los empobrecidos. Con un cultivo permanente y silencioso a través de un plan de formación adecuado. Configurando pandillas de familias, consagrados y presbíteros que comparten su vocación, la educación de los hijos, sus ansias de liberación, sus alegrías y dolores. Protagonizando la evangelización a partir de plataformas creadas y sostenidas por ellos mismos, sin refugiarse en la comodidad del templo o de la subvención. Sin paternalismos.

Algunas de estas familias ya han respondido a la llamada de salir de su casa y están dispuestas a seguir sembrando esta experiencia en otros lugares. Pronto Rovirosa y Caterina no sólo estarán en Venezuela sino en otros países de nuestra América.

Compañeros de camino

No es raro escuchar en alguno de los barrios deprimidos de Venezuela que determinadas personas se ponen de acuerdo para hacer una novena para suplicar a Papá Dios por la intercesión de Rovirosa la sanación de un familiar, la solución de un conflicto…

Conozco a muchos matrimonios jóvenes que tienen como referencia el matrimonio de Guillermo y Caterina o el de Julián y Trini. Ya desde novios, los testimonios de estos militantes cristianos les imprimieron un enorme entusiasmo para poder encauzar los problemas. Sé de enfermos que se acompañan de textos de Rovirosa como bálsamo del espíritu.

En fin, tenemos a Rovirosa y a Julián continuamente en los labios. Cuando algo nos contraría o nos llega la persecución, recordamos lo que repetía Guillermo: «cuando la cosa va bien según el mundo, entonces va mal sobrenaturalmente; pero, si la cosa se pone fea según el mundo, entonces se está haciendo el plan de Dios». Cuando nos sentimos desfallecer, es Julián el que nos advierte: «cristiano no es el que no cae. Es el que cae 100 veces, pero se levanta 101». Y está también su libertad frente a los poderosos, su oposición a ser subvencionados por nadie, su espíritu crítico permanente, el sacrificio gratuito como base de toda la obra evangelizadora. Precisamente el sacrificio en este momento de mucha hambre y todo es una invitación a huir.

Tengo la seguridad de que esto no está más que comenzando.

Carlos Ruiz de Cascos

Misionero del Movimiento Cultural Cristiano en Venezuela