Ha fallecido Emiliano Camacho

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El pasado 13 de julio fallecía el sacerdote militante Emiliano Camacho. Nació en El Gordo (Cáceres) y ya en su juventud fue ordenado en Ávila. Fue gran amigo de Guillermo Rovirosa (hoy en proceso de canonización).

Emiliano fue uno de los que se tomó en serio aquel rovirosiano invento del COPIN (Coperatismo integral). Cuando Rovirosa pasó el trance de ser expulsado de la HOAC por los intereses de la democracia cristiana y de perder un pie, atropellado por un tranvía, no se cruzó de brazos; y puso en marcha el COPIN.

Entonces Emiliano Camacho era el sacerdote de un pueblo de Ávila: La Horcajada. A punto de entrar en los sesenta todavía era mucho el caciquismo y Emiliano no dudó en enfrentarse al corrupto veterinario del pueblo, que abusaba de aquellas sufridas gentes. Emiliano estuvo siempre del lado de los pobres. De verdad. Lo cual le llevó a estar enfrente de los enriquecidos, de los corruptos, de los opresores. Su cercanía a los pobres hizo que algunos de ellos formaran parte de la HOAC y se plantearan la acción juntos. Él sabía que para hacer algo realmente serio hay que asociarse y unirse.

La relación con Rovirosa venía de lejos. En los años del Seminario, Rovirosa tuvo las puertas del Seminario abiertas por aquel gran hombre que entonces era Rector, don Baldomero Jiménez Duque. Éste admiraba la unión que Guillermo había hecho en su apostolado entre vivencia mística y compromiso: Rovirosa es capaz de unir una huelga y la Santísima Trinidad. Por eso entre los que recibían los escritos de Rovirosa, aquellos cuadernos elaborados con sus manos, había unos cuantos sacerdotes de Ávila. Es la diócesis con más sacerdotes en la lista de suscriptores de los cuadernos Copin. Distintos ciertamente, pero todos entusiastas de Cristo y los pobres.

Emiliano fue uno de los lectores de la propuesta Copin y se decidió por poner en marcha en La Horcajada la experiencia Copin. Con los militantes que se habían venido forjando en la vida asociada y otros amigos se hicieron los cursillos y lecturas que Rovirosa proponía y después se puso en marcha la Tienda Copin.

Rovirosa le dice: Ante mi mente la Copin aparece como un predominio del espíritu sobre la letra. Por eso creo que cada realización Copin debe ser original y diferente de las demás…; y le propone que haga el Cuaderno VI, dándole el esquema y pidiéndole su coperación.

A otro sacerdote –también de Ávila- que se lamenta de no recibir sus escritos, Rovirosa le consuela diciéndole que observe las tiendas COPIN como la de La Horcajada: Es mucho mejor que estudiarlo en el papel.

La tienda de La Horcajada fue un éxito. Influyó decisivamente la necesidad de un pequeño pueblo de la sierra y el entusiasmo de Emiliano y sus amigos. Él mismo nos decía: La tienda Copin y el bar, que eran dos edificios adosados, se hicieron sobre una finca con permiso del Obispado y con prestación personal. Copábamos en buena medida la vida del pueblo desde el punto de vista cooperativo. También cine. La Iglesia tenía un mensaje similar. En la homilía habían colaborado algo también. En la cooperativa de producción salió peor. Tuvimos dificultades. Por una parte las tiendas, el control de las autoridades. El alcalde, que era de familia caciquil, en contra. El veterinario cobraba dos veces el impuesto.

El enfrentamiento de Emiliano con el poder hizo que con el paso de los años tuviera que irse a Madrid y estuvo 10 años de capellán en el Hospital Carlos III, anteriormente llamado y conocido como Hospital del Rey. Colaboró en parroquias pero siempre cultivo una mística auténtica de pobreza, humildad y sacrificio, de reunirse con otros, de forjar utopías, de encarnación del Evangelio en la realidad, de libertad frente a los grandes y amor a los pequeños. Emiliano fue un cura auténtico, combativo, luchador… Así fue y así debe ser recordado.

En mis encuentros con él percibí una persona sencilla, verdaderamente pobre y humilde que se había gastado por y con los demás desde una actitud militante tanto en los grandes proyectos como en los pequeños detalles. Y una guinda final. Contaba con sencillez y limpieza de corazón, en un pequeño pisito de Vallecas, que tenía una pensión suficiente y había decidido que –cada mes-el día en que llegara la pensión encontraría su cuenta bancaria con menos de diez euros. Y así, pobre, de los pobres, para los pobres, humilde y sacrificado fue Emiliano, un sacerdote que puso sus cualidades al servicio de los demás y se olvidó de sí mismo. Uno más de los cientos de hombres y mujeres que han hecho posible la revolución.