Estos nuevos esclavos, los hijos de la sombra, niños, en su mayoría de 5 y 6 años en adelante, son sometidos a ritmos de trabajo masacradores en jornadas de 15, 16 horas…, todos los días de la semana, sin vacaciones y por un salario de miseria, además condicionado a que cumplan con la tarea asignada, sufriendo recortes por llegar tarde, por equivocarse, o por negarse a alguna tarea “extra”. Salarios que no llegan a cubrir siquiera sus necesidades mínimas.
Carne de yugo ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello…
En los últimos 20 años hemos pasado de 23 a los más de 400 millones de niños esclavos que existen actualmente en todo el mundo, según cifras oficiales.
Estos nuevos esclavos, los hijos de la sombra, niños, en su mayoría de 5 y 6 años en adelante, son sometidos a ritmos de trabajo masacradores en jornadas de 15, 16 horas…, todos los días de la semana, sin vacaciones y por un salario de miseria, además condicionado a que cumplan con la tarea asignada, sufriendo recortes por llegar tarde, por equivocarse, o por negarse a alguna tarea “extra”. Salarios que no llegan a cubrir siquiera sus necesidades mínimas.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra…
Las condiciones de trabajo a las que sufren son infrahumanas : reducidos espacios, con altas temperaturas, escasa luz y ventilación ; insuficiente alimentación ; sin poder cambiar de postura y con cargas insoportables para tan pequeñas espaldas ; durmiendo en cuartuchos, hacinados, sin servicios higiénicos ; con la prohibición de hablar con los compañeros ; inhalando disolventes, pesticidas y otros materiales tóxicos, sin guantes o mascarillas, que los lleva a enfermar o morir… Por supuesto, los dueños no se preocupan por la salud ni por la seguridad en sus fábricas, porque saben bien que pueden reemplazarlos rápidamente por otros niños.
Así, en las minas de la Sierra de Los Andes, los miles de niños que allí trabajan, sólo resisten, por término medio, 3 meses. Ni siquiera sus cuerpos son enterrados.
Lo veo ara los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo…
Niños que son explotados por las multinacionales del juguete y las grandes empresas de artículos deportivos, por los importadores de alfombras, en plantaciones de fruta, té o flores, para la industria de la alta cosmética… Niños devorados en fábricas de ladrillos, en la mina, en la construcción, buscadores de perlas, montando piezas de ropa, haciendo velas, vendiendo fósforos en las calles, vendiendo sus cuerpos, en sórdidos locales, en las calles, sólo carne del turismo sexual…
A pesar de que la OIT y la UNICEF sigan hoy hablando de niños trabajadores, nosotros no podemos sino hablar de esclavitud infantil, porque esta explotación no tiene otro nombre. Sí, aunque se silencie, 150 años después de la abolición de la esclavitud,
medio siglo después de la Declaración de los derechos humanos, existen, mueren 400 millones de niños esclavos. Esclavitud que viola todos los derechos del niño, que aplasta el desarrollo infantil en todos sus aspectos, que atenta contra la vida.
Niños esclavos en África, en Asia, en Latinoamérica, y también en nuestro primer mundo, en la Europa central y del este, en EEUU, y en la UE.
La luz : Iqbal Mashib.
Militante del Frente de Liberación del Trabajo Forzado de Pakistán. Mártir a los 12 años, asesinado el 16 de abril de 1995, hace ya casi 10 años, por la mafia de la tapicería de su país. Cristiano, decidió bautizarse en un ambiente fundamentalista islámico.
Vendido por sus padres a los 4 años por 2.000 pesetas y un salario diario de una rupia, su vida ejemplifica la de cualquier otro niño esclavo del planeta.
Trabajando como esclavo conoció al presidente del Frente de Liberación del Trabajo, donde inició su vida militante. Durante su vida asociada consiguió cerrar varias empresas donde todos los trabajadores eran niños esclavos. Sabiéndose amenazado de muerte por la mafia del empresariado, libre y conscientemente decidió entregar su vida.
Su ejemplo transcendió internacionalmente, la primera ministra de Pakistán se compromete con su causa y fue premiado en Estocolmo y Boston. Con el premio no abrió un comedor, sino una escuela, y cuando colocó la primera piedra manifestó su intención de hacerse abogado para continuar su lucha contra la esclavitud infantil.
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que una grano de avena ?
La situación no cesa, al contrario, en los últimos años la cifra se ha multiplicado : más de 400 millones de niños esclavos en un mundo con 1.500 millones de adultos en paro, explotar a la infancia es más rentable.
Una cosa parece clara, el bienestar del mundo enriquecido se asienta sobre esta injusticia, y no existe voluntad política de acabar con este crimen, consecuencia premeditada de un sistema político, económico y cultural imperialista, que pone el lucro por encima de la vida. ¿Qué hace la ONU, la OIT, o UNICEF, organismo de las Naciones Unidas creado para defender los derechos del niño? Acciones puntuales sobre los hechos, pero silencio ante las causas. Silencio que es siempre cómplice.
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?…
Y ¿qué hacemos nosotros, miembros de este mundo injusto? Los ciudadanos podemos y debemos exigir soluciones contra las causas de este escándalo, emprendiendo acciones de denuncia frente al silencio de instituciones y medios de comunicación. Y nuestras familias, grupos, asociaciones, sindicatos… pueden hacer, por ejemplo, boicot a las empresas que utilizan a niños en su producción.
En nuestras manos también está el conseguir que el 16 de abril, aniversario del asesinato de Iqbal Mashib, sea declarado “Día mundial contra la esclavitud infantil”. Porque no debemos dejar caer en el olvido la muerte, su asesinato, el sacrificio de este niño, verdadero niño de la esperanza, hijo de la luz, que puso su vida en manos de la lucha por la vida y la libertad de la infancia, poniendo luz sobre la muerte.
En su décimo aniversario, Iqbal Mashib debe ser ejemplo para todos nosotros, para los que quieren y se comprometen en la lucha por un mundo verdaderamente humano, donde no existan hijos de la sombra, y esperanza para todos los niños esclavos de la tierra.
En 1.964, el premio Nobel de la Paz, Martin Luther King, dejó escrito que “Aceptar pasivamente un sistema injusto es cooperar con ese mismo sistema, y por tanto, nos convierte en partícipes de su maldad.” Sus palabras, hoy más que nunca, nos invocan, nos apelan a la lucha por la vida, contra la esclavitud infantil.
Por Nayra Pérez Hernández
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