¡Ya quisiera yo tu convenio foral!

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El presidente catalán, Artur Mas, el pasado mes de septiembre aprovechando la conmemoración de una fiesta regional agitó la bandera del independentismo.

Miles de personas en la calle, banderas independentistas, un fabuloso despliegue mediático en todos los medios de comunicación, que aún perdura, y a los pocos días convocó elecciones anticipadas para noviembre.

Dice que para legitimar su propuesta soberanista, y calla que ha sido incapaz de gobernar una comunidad enriquecida, llevándola a la más absoluta quiebra, siendo la comunidad autónoma española más endeudada con diferencia y con unos recortes en sanidad y servicios sociales que deja insignificantes los que está dictando el gobierno de Rajoy. Fueron los primeros en imponer el copago sanitario. Unas reivindicaciones soberanistas que han venido a dar mayor crispación a nuestro ya agitado país, con uno niveles de paro y de endeudamiento público desconocidos.

El irresponsable de Artur Mas –y la oligarquía política y económica catalana que le acompaña—  airea estos temas en la agenda política como medida de presión para conseguir el concierto económico. Es una irresponsabilidad de consecuencias incalculables en una sociedad que se siente asqueada de unos políticos corruptos, de una banca usurera, de unas condiciones laborales de explotación, con unos niveles de paro inauditos, con unas hipotecas asfixiantes y con unas desigualdades económicas cada vez mayores. Y lo peor es que para justificar sus exigencias se inventan cosas que van calando en la sociedad, que se cree que Cataluña es muy “solidaria y que ya está bien”, o que se está expoliando a Cataluña. Eso ya hay niños de 8 años que se lo creen, pues así se adoctrina en sus libros de textos. Hace 80 años Hitler afirmó: “Me hice nacionalista”. Aquella declaración de principios provocó una de las más salvajes matanzas que haya conocido la humanidad. En nuestro país no parece que hayamos aprendido la lección. Hasta incluso parece que declararse nacionalista es símbolo de ser progresista. Nada más falso. Dietrich Bonhoeffer, mártir del nazismo, recordó a la humanidad “el nacionalismo siempre conduce a la guerra”.

La verdad es que han sido los inmigrantes pobres gallegos, castellanos, andaluces, y extremeños los que con su trabajo enriquecieron el País Vasco, Cataluña y Madrid. La Cataluña de hoy ha sido posible gracias a los 3 millones de emigrantes de las últimas décadas. Por ello, el victimismo, como una actitud permanente de catalanes y vascos, resulta inmoral. Los partidos políticos nacionalistas surgieron de la burguesía para afianzar y aumentar sus intereses egoístas, y su gran peso político en el último siglo y medio han determinado el desarrollo económico español a favor de sus regiones, impidiendo el desarrollo y la industrialización en otras. No es casualidad que el nacionalismo naciera precisamente en aquellas regiones donde aconteció un importante desarrollo industrial gracias a la explotación del trabajador inmigrante, y en donde surgió un movimiento obrero fuerte.

La burguesía se vio necesitada de una articulación política que le permitiera controlar la población obrera inmigrante como mano de obra barata. Y nació el nacionalismo político para preservar y obtener más privilegios, organizándose en torno a los partidos políticos nacionalistas. Los fuertes unían sus fuerzas para frenar la fuerza del poder solidario de los débiles. Para dividir a la clase obrera, los partidos nacionalistas crearon sus propios sindicatos. En 1911 el PNV creó el sindicato, Solidaridad de Obreros Vascos, que en 1933 cambiará su nombre por el de Eusko Langileen Alkartasuna-Solidaridad de Trabajadores Vascos (ELA-STV); y en 1906 se creó Solidaritat Catalana. Los políticos catalanes de la época motejaban de “murcianos” a los obreros confederados que no se sumaban al nacionalismo, y propagaban que la CNT estaba compuesta exclusivamente por muertos de hambre procedentes de zonas paupérrimas del sur del país y que el socialismo era “las heces del pueblo maqueto”.

Cuando se dice que el resto de España ha expoliado a Cataluña, hay que afirmar que ha sido al contario. Que a través de los mecanismos proteccionistas, directos e indirectos, del gobierno de turno, se acentuó el apoyo a Cataluña en detrimento del resto de las regiones. Es mentira que Cataluña y país Vasco han progresado debido a tener más circunstancias favorables de localización respecto a las restantes regiones de España, sino que ha sido por un trato de favor de todos los gobiernos desde hace siglo y medio. Era el mismo Estado quien ponía a su disposición un mercado protegido para sus negocios mineros, industriales, mercantiles y financieros a las demás provincias del país. En España se produjo la progresiva formación de un mercado nacional, que ha beneficiado mucho más a las más poderosas, jugando un importante papel –además del principal, de ser receptoras de importantes flujos migratorios-, la red de comunicaciones y la política comercial y arancelaria claramente a su favor.

Franco los mimó. El INI –financiado con el ahorro forzoso proveniente de las cotizaciones al Mutualismo y al Sindicato Vertical, y con el dinero de las millones de cartillas de los trabajadores en las Cajas de Ahorros—   fue el sistema que empleó para llevar a cabo la reconstrucción económica del país. A través del INI se transfirieron ingentes recursos de las regiones más empobrecidas a los polos de desarrollo industrial, es decir, Cataluña y País Vasco. Por eso, a mediados de los años setenta, la mitad de las industria española estaba situada en Madrid, el País Vasco y Cataluña y, con la excepción de la siderurgia vasca, Cataluña tenía un claro predomino en las restantes ramas industriales. Las Cajas que más contribuyeron al desarrollo español, y muy especial de Cataluña fueron las de Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Extremadura y Andalucía. ¿Por qué se ocultan estos hechos? Hacemos nuestras las palabras del militante obrero Salvador Seguí: “El catalanismo es una ficción que mantiene el favor oficial. El catalanismo es algo que vive a expensas del Estado, y que éste, en su inconsciencia, fortalece, cuando le sería más cómodo y más saludable arruinarlo en absoluto”.

La postura catalana de que ellos aportan mucho más de lo que reciben y que por tanto deben liberarse de esta pesada carga que les impone el resto de España es falso. Envidiando a la hacienda vasca que dispone hasta de un 50% más de recursos por habitante que otras comunidades, pactaron con el gobierno del PSOE de Rodríguez Zapatero un modelo de financiación, el famoso Estatut, que garantizara a Cataluña una inversión sobrada para muchos años, asegurando su derecho a no bajar en el ranking de riqueza de las regiones de España; en otras palabras, que las demás no suban. Maragall afirmó aquello de que Cataluña ya estaba cansada de ser “generosa”. Y esta mentira se ha ido alimentando y engordando. Además, no es verdad que todo lo que se recauda en Cataluña provenga de impuestos soportados por los contribuyentes catalanes, porque no tributan los territorios sino que tributan los ciudadanos. La Caixa ingresa en la agencia tributaria de Barcelona las retenciones de sus empleados en cualquier parte del territorio español, así como las retenciones sobre las rentas de capital de todos sus clientes, también de los millones que están fuera de Cataluña. O por ejemplo, Gas Natural ingresa en esa delegación el IVA soportado por todos los consumidores de gas se encuentren donde se encuentren.

Llegaron al extremo de exigir que se publicasen las balanzas fiscales para demostrar sus argumentos. Su publicación, con datos del 2005, fue un fenómeno singular en el contexto internacional, siendo la primera vez que eran publicadas por un gobierno. Pues bien, se evidenció que la cantinela de que los catalanes son los que más dinero dan, pues que no es verdad. Están por encima otras regiones como Madrid, Baleares… Vistas las vergüenzas, ya no piden que se publiquen más balanzas fiscales.

Dilapidados las ingentes sumas de dinero facilitadas por el gobierno del PSOE de Zapatero, su siguiente aspiración es el “pacto fiscal”, es decir, el Concierto Económico. El Concierto Económico regula la actividad tributaria y financiera del País Vasco y Navarra (Convenio Económico). Se caracteriza porque la fuente fundamental de la financiación de la región son los ingresos tributarios recaudados en su propio territorio. De estos ingresos se entrega una cantidad al Estado en correspondencia con las cargas y competencias que éste asume por no estar transferidas. Es el llamado Cupo.

Este sistema fiscal privilegiado, regulado en un real decreto de 1878, ha sido negociado desde entonces por todos los gobiernos de nuestro país. En 1887 cuando se negoció el segundo Concierto Económico, Sagasta quería limitarlo y los representantes vascos pidieron apoyo a la reina María Cristina y a la infanta Isabel, y lo consiguieron, siendo la familia real recibida en Bilbao y San Sebastián en baño de multitudes. El Concierto Económico será sucesivamente prorrogado, sin que nunca se establezcan unos criterios técnicos objetivos en su cálculo, siempre en beneficio de las provincias vascas, que consiguen –vía presión- negociar a su favor. Juegan a cualquier forma de gobierno: república, monarquía, dictadura, democracia… con tal de perpetuar sus privilegios.

Los Gobiernos del PSOE y del PP persistirán en mantener esta situación discriminatoria. El mejor y más amplio Concierto de la historia se firmó en el 2002 con Aznar en el poder, que conlleva que las instituciones vascas dispongan de casi el 90 % de todo lo recaudado, pasando sólo el restante 10 % a la caja común. Una mayor disposición de recursos y de capacidad de inversión que otras partes de España. A lo que se añade que muchas de las grandes inversiones públicas seguirán contando con abundantes partidas procedentes del Estado y de fondos europeos. La última gran concesión ha sido con el gobierno de Zapatero que, a cambio del apoyo del PNV a los Presupuestos Generales del 2010, les regaló el blindaje del cupo por ley.

Con el cupo, el gobierno vasco y navarro solo pagan algunas de las competencias exclusivas que presta el Estado en su comunidad autónoma: relaciones internacionales, defensa, fuerzas armadas, los regímenes aduanero y arancelario, y el transporte de ámbito o interés general. Sin embargo,  no contribuyen a los gastos de la Casa Real, Tribunal de Cuentas, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Congreso de los Diputados, cárceles, inversiones en defensa, etc… Y tampoco contribuyen al pago proporcional de los intereses y amortizaciones de la deuda pública del Estado, aunque mucho de ese dinero esté destinado a obras y servicios es esas comunidades autónomas. ¿Hay mayor insolidaridad? Con el monto tan brutal de endeudamiento público español actual, que supone que en los presupuestos generales del 2013 se tenga que destinar casi el 35% al pago de los intereses de Deuda pública, unos 40.000 millones de euros. Ni vascos ni navarros pagan un céntimo. Así no es de extrañar que en plena crisis veamos obras faraónicas como las del cinturón de Bilbao, con una autopista de peaje que bordea la ciudad con cantidad de viaductos y túneles, y transitarla solo cuesta 1’10 euros (55 céntimos los fines de semana) ¿Quién paga eso? Y un sinfín de infraestructuras financiadas por el Ministerio de Fomento como el ave, la “Y” vasca, que les va a conectar con Europa. ¿Y la seguridad social deficitaria del País vasco y Cataluña, quien la paga? El próximo abril se inaugurará el ave España-Francia, y el tiempo de viaje Barcelona-París será de cinco horas y media. ¿Expolio a Cataluña? Cuando termine la reforma del sector bancario español, que supondrá la concentración de todo el sector en seis entidades financieras, solo quedarán dos Cajas: La Caixa y la Kutxa. No es casualidad.

En la reciente conferencia de Presidentes de las comunidades autónomas celebrada el pasado 2 de octubre, ante un comentario de la presidenta navarra, Yolanda Barcina, entre bromas le dijo Artur Mas: ¡Ya quisiera yo tu convenio foral!

«Romper, o no vivir solidariamente unidos los distintos pueblos que configuran España, es uno de los más graves males que se pueden presentar a la comunidad patria. La insolidaridad de hecho con que viven nuestras regiones, es uno de los problemas que más tiene que preocupar a nuestro pueblo.»

Julián Gómez del Castillo