¿Existe la protección a la familia?

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La consecuencia de la política de familia ha sido que la tasa de fecundidad haya descendido al 1’1%, la más baja del mundo.

La Fundación de las Cajas de Ahorros, tan atenta siempre a los problemas sociales de nuestro país, ha organizado un debate sobre «La protección pública a la familia en España» en el que intervinimos cuatro profesores universitarios. Mi aportación estuvo centrada en el marco conceptual del Sistema Europeo de Estadísticas de la Protección Social (SEEPROS), que permite establecer y comparar las políticas realizadas en dicho campo por cada estado de la UE. Concretamente, con respecto a la protección a la familia, establece que comprende las prestaciones cuya finalidad es ayudar financieramente a las familias que tienen hijos a su cargo, ayudar financieramente a las personas que tiene otras personas a su cargo y suministrar servicios sociales destinados a ayudar y proteger a las familias, especialmente a los niños. Las prestaciones pueden ser concedidas en dinero o en especie. En todos los casos se trata de prestaciones directas que tienen un efecto directo sobre la renta disponible de los beneficiarios. Sin embargo, existen un conjunto de programas a favor de las familias que en ciertos casos sobrepasan el marco conceptual de la función familia/niños, que no reúnen las características que el SEEPROS señala para ser incluidos en dicha función. Podemos citar las desgravaciones fiscales sobre la renta de los contribuyentes con hijos a su cargo, ya que considera que su finalidad es redistribuir la renta a favor de los citados contribuyentes, la política de alquileres que conceden beneficios a las familias numerosas que se incluyen en la función vivienda, bonificaciones en tasas y precios públicos en el ámbito de la educación, bonificación en las tarifas de transporte y precios de museos o teatros estatales.

La consecuencia de la política de familia ha sido que la tasa de fecundidad haya descendido al 1’1%, la más baja del mundo.

Se incluyen en la función familia/niños como prestaciones en dinero la renta de sustitución durante el permiso de maternidad, permiso de paternidad, ayuda familiar así como las prestaciones únicas como la prima de nacimiento, y como prestaciones en especie las concedidas a través de hogares de día, albergues y ayuda a domicilio. Estas prestaciones tienen carácter universal y no están por tanto concedidas por la renta, sin embargo existen prestaciones tanto en dinero como en especie, que están condicionadas por los recursos de los beneficiarios. Se trata en todos los casos de prestaciones directas que tienen un efecto directo sobre la renta disponible de los beneficiarios, que derivan de intervenciones de organismos públicos o privados. Los gobiernos han sido muy proclives a conceder ayudas a la familia a través de deducciones en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, tanto en el tramo estatal como en el autonómico, lo que provoca falta de equidad al ser distintas las deducciones de cada Comunidad Autónoma. ¿Por qué no se suprimen las desgravaciones fiscales y otras ayudas indirectas a favor de las familias y se sustituyen por ayudas directas con influencia en su renta disponible a consecuencia de tener hijos a su cargo, que se contabilizarían de acuerdo con el SEEPROS como prestación a la familia, aparte de la mayor transparencia que tal medida proporcionaría? En el período 1996-2004 la media del porcentaje con respecto al PIB de la función familia/niños de la UE de los 15 fue de 2´2%, siendo Dinamarca y Luxemburgo las que mayor porcentaje asignan a esta función (4%), 7 veces más que España, que es el país que menos gastó con respecto al PIB (0´6%). Dentro de ese intervalo se encuentran Alemania, Austria, Finlandia y Suecia, con el 3%, Francia e Irlanda con el 2´5%, Bélgica, Reino Unido y Grecia con el 2% y Holanda, Portugal e Italia con el 1´2%. Muestra de la falta de sensibilidad que los gobiernos de España han tenido respeto a los problemas de la familia es que del total del gasto en prestaciones sociales, sin incluir educación, se le asignó a tal función como medio del período 1996-2004 menos del 3%, el más bajo de todos los países de la Unión Europea de los 15, cuya media en el citado período fue superior al 8%. El indicador del gasto en familia con respecto al PIB no es el más indicado para mostrar el esfuerzo de cada país en dicha prestación; sin embargo, cualquier otro que tomemos: relación entre gasto en la función familia por habitante y PIB por habitante, gasto en familia por persona hasta 18 años o gasto en prestación familiar en paridad de poder de compra por persona hasta la misma edad, muestran que España se encuentra siempre en el último lugar. En porcentaje de los salarios, la prestación social a la familia ha ido descendiendo desde hace años.

En los países de la UE la prestación de protección social a la familia se ha utilizado no sólo como un instrumento de ayuda a las familias que tienen hijos u otras personas a su cargo, sino también para fomentar la natalidad. En España, sin embargo, por el hecho de que durante muchos años la política de fomento de la natalidad ha sido considerada como demasiado tradicional y ligada a determinadas tendencias políticas, se la ha condenado al ostracismo. La consecuencia de tal política ha sido que la tasa de fecundidad haya descendido al 1´1%, la más baja del mundo. El olvido de la familia como eje vertebrador de la sociedad ha llevado a España a ser, como hemos dicho, el país con más baja tasa de fecundidad del mundo; la caída de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida ha dado lugar a un envejecimiento de la población que, medido por el índice que se considera más correcto, relación entre el número de ancianos y el número de jóvenes, ha pasado del 0´3 en 1960 a 0´71 en 1991 y a largo plazo el índice de envejecimiento se estima va a experimentar una aceleración muy fuerte: 1´7 en 2005 y 2´6 en 2050, convirtiéndose España en el país más envejecido de la UE, ya que el número de personas de 65 años y más será de 10 millones, en tanto que los jóvenes sólo sobrepasarán ligeramente los 4 millones. Sin tener en cuenta la inmigración, en 2050 los mayores representarán un tercio de la población. Los sociólogos analizan el nuevo rostro de la familia y muestran su preocupación por encaminarnos hacia una civilización de los mayores, con todo lo que ello comporta, tanto desde el punto de vista económico como sociológico, y el interrogante que se nos presenta es si será bueno, o por el contrario, se considera que una economía de «seniors» puede ser difícilmente dinámica. He aquí un tema de debate rabiosamente actual.